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Raymond Chandler - Cartas y escritos inéditos

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Raymond Chandler Cartas y escritos inéditos
  • Libro:
    Cartas y escritos inéditos
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1962
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Cartas y escritos inéditos: resumen, descripción y anotación

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Apuntes de Chandler en su libreta de trabajo

Anotaciones sobre el estilo inglés y norteamericano

Los méritos del estilo norteamericano son menos que sus defectos y sus molestias, pero son más poderosos.

Es una lengua fluida, como el inglés de Shakespeare, admite con facilidad palabras nuevas y nuevos significados para palabras viejas, toma prestados, a su gusto y voluntad, los usos de otras lenguas, como, por ejemplo, del alemán, en la composición libre de palabras y el uso del sustantivo y del adjetivo como verbo. Los tonos altos y bajos de la lengua no se cristalizan en un estilo con una sutileza socialmente convencional, lo que es, en realidad, un lenguaje de clase.

Es más receptiva a los clichés. Su efecto es de carácter emocional y sensacional más que intelectual. Expresa cosas experimentadas más que ideas.

Es un lenguaje de masas sólo en el mismo sentido en que la jerga del béisbol surge de los jugadores de béisbol. Es decir, es un lenguaje forjado por escritores para hacer cosas elaboradas y que, sin embargo, esté al alcance de gentes con una educación superficial. No se trata de un crecimiento natural, por más que sus escritores proletarios querrían que fuera así. Pero, comparado con sus mejores momentos, el inglés ha alcanzado el estadio alejandrino de formalismo y decadencia.

Las desventajas

Elabora demasiado la expresión efectista, hasta que se convierte no sólo en un juego de palabras sin sentido, tal como es la expresión efectista en inglés, sino que se vuelve inaguantable, como las canciones populares excesivamente elaboradas.

El slang, soberbio cuando se lo usa con acierto, lo inventan los escritores y se lo encajan a rufianes y jugadores de béisbol, y a menudo y aun cuando esté fresco, suena a falso.

La lengua no tiene conciencia del continuo fluir de la cultura. Esto puede o no deberse al colapso de la educación clásica, y puede o no sucederle también al inglés. Pero se debe, sin ninguna duda, a una falta de sentido histórico y a una educación inferior, pues el norteamericano es un lenguaje desfavorablemente relajado, sin un estilo y sin autocontrol.

Tiene también un apego excesivo al faux naif. Me refiero con esto al uso del estilo con el que podría hablar una clase de mente muy limitada. En las manos de un genio como Hemingway, esto puede ser positivo… Pero, cuando no es un genio el que lo usa, es tan chato como un discurso del Rotary Club.

Este último punto es probablemente resultado de una rebelión aplastada, pero aún muy de entrecasa, contra la superioridad cultural inglesa. “Valemos tanto como ellos, aunque no usemos la gramática”. Esta actitud se basa en una ignorancia completa del pueblo inglés visto como masa. Muy pocos de entre ellos emplean buena gramática. Los que lo hacen hablan con probabilidad de manera más correcta que los del mismo grupo en Estados Unidos, pero el hombre inglés corriente emplea una gramática tan mala como el norteamericano, alguna todavía del tiempo de Piers Plowman, pero mala gramática al fin. Pero no se oye que profesionales ingleses cometan errores elementales en el uso de su propia lengua. Sí se los oye constantemente en los Estados Unidos…

Puesto que el poder político aún domina la cultura, el inglés de Norteamérica dominará al de Inglaterra por un largo tiempo. Y, hasta ahora, el norteamericano no ha podido vivificarse —simplemente no es lo bueno que debiera—. Estados Unidos es una tierra de producción en masa que recién ahora acaba de alcanzar el concepto de calidad. ¿Por qué, entonces, puede producir grandes obras o, por lo menos, obras tan grandes como para esta época? La respuesta es que la mejor producción norteamericana ha sido llevada a cabo por autores que eran, o fueron por algún tiempo, cosmopolitas. Encuentran aquí una cierta libertad de expresión, una cierta riqueza de vocabulario, un espectro de intereses muy amplio. Pero, para hacer uso de este material, deben poseer un gusto europeo.

Apunte final —fuera de orden—. Se pasa por alto, usualmente, la calidad del tono del idioma inglés, la que es infinitamente variable. La voz del norteamericano es chata, sin entonación y aburrida. La calidad del tono del inglés británico hace capaz de significados infinitos a un vocabulario más restringido y a un uso de la lengua más formalizado. En la lengua escrita, esos tonos se leen, naturalmente, por asociación. Esto convierte al buen inglés en una lengua de clase, y éste es su defecto fatal. El escritor inglés es primero un caballero y segundo un escritor.

Abril 22, 1949

A Hamish Hamilton

… El relato de Connolly de la brutalidad refinada de Eton es maravilloso, por supuesto, y la forma en que estos tipos pensaban, hablaban y escribían, en una época en que los norteamericanos apenas si podían deletrear sus propios nombres, es también de lo más impresionante. Sin embargo hay algo en esa vida literaria que me repele, toda esa desesperada erección de castillos sobre telas de araña, la prolongada y cáustica lucha por hacer algo importante que todos nosotros sabemos ha de desaparecer en unos pocos años, el hedor del fracaso que es para mí casi tan injuriante como la pompa barata del éxito popular.

Yo creo que la gente realmente buena obtendría un éxito razonable en cualquier circunstancia; que ser muy pobre y muy bello es posiblemente mucho más un fracaso moral que un éxito artístico. A Shakespeare le hubiera ido bien en cualquier generación, porque se hubiera negado a morir en un rincón; habría tomado a los falsos dioses y los habría hecho de nuevo; habría tomado las fórmulas corrientes y las habría convertido a la fuerza en algo que a hombres de menor talla les hubiera parecido imposible de lograr. Si hoy viviera, no cabe duda de que habría escrito y dirigido películas, obras de teatro y Dios sabe qué. En vez de decir “Este medio no es bueno”, lo hubiera usado y hecho bueno. Si alguna gente hubiera dicho que parte de su trabajo era barato (y parte de él lo es), le habría importado un pito, porque a él no se le hubiera escapado que, sin alguna vulgaridad, no hay hombre completo. Hubiera detestado el refinamiento como tal, porque siempre implica una retirada, un encogimiento, y él era demasiado bravo como para encogerse ante nada.

Mayo 2, 1949

A Charles W. Morton

… Siempre me gustó leer a Marquand, y he sentido siempre al hacerlo que llegó tan cerca de ser un artista como pudo cualquier escritor que no lo fuera. Pero, de alguna manera, sus exitosos, oh-tan-exitosos, soufflés me hacen pensar en esos libros descaminados, como Gatsby —libros que no son perfectos, que se evaden a menudo del problema, con escenas laterales que debieron haberse escrito (y Marquand las hubiera escrito dos veces más largas de lo necesario)—, pero que de alguna manera siguieron de largo, libros cristalizados, completos, y tal como andan las cosas hoy en día, eternos, puro arte realmente —no sé si gran arte o no, pero hay una diferencia tan extraña entre la cosa en serio y un estante entero lleno de Pulhams, Forsytes y Charlie Grays.

No es que yo me clasifique a mí mismo entre toda esta gente. Yo en realidad no me clasifico en ningún lado, ni me interesa demasiado el asunto. Yo soy todavía un amateur, perfectamente capaz aún, psicológicamente hablando, de mandar al diablo escribir y de dedicarme al estudio de la ley o la filología comparada. El escritor enfrenta un problema moral especial en estos días (posiblemente lo enfrentó siempre, de alguna manera). En una época que realmente tiene un solo patrón, el dinero, se espera de él que, si tiene cierto valor, pronuncie un voto de pobreza. Si gana algún dinero, es un corrompido.

Julio 22, 1949

A Carl Brandt

Si llegara a escribir lo que se conoce como novela propiamente dicha, podría resultar un éxito o no, pero no lograría éxito fundándose en nada de lo que hubiera escrito anteriormente. Pero este dilema ha existido siempre. La parte inteligente del público de un escritor desea un cambio de paso, desea que se aborden nuevos temas y nuevos lugares; pero buena parte del público que compra un libro desea la misma clase de mercadería corriente que ha adquirido hasta entonces. Hace un largo tiempo que pienso que, en las novelas propiamente dichas, el público es atraído cada vez más hacia el tema, la idea, la línea de pensamiento, la posición sociológica o política, y cada vez menos a la calidad de lo que se escribe como tal. Por ejemplo, si se fuera a considerar

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