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Karen Pryor - ¡No lo mates… enséñale!

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Karen Pryor ¡No lo mates… enséñale!
  • Libro:
    ¡No lo mates… enséñale!
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1985
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¡No lo mates… enséñale!: resumen, descripción y anotación

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Prólogo

Este libro describe cómo enseñar a cualquiera, humano o animal, joven o viejo, a uno mismo o a otros, a hacer cualquier cosa que pueda y deba hacerse. Cómo conseguir que el gato no se suba a la mesa de la cocina o que tu abuela deje de darte la lata. Cómo modificar el comportamiento de tu animal de compañía, tus hijos, tu jefe, tus amigos. Cómo mejorar tu saque de tenis, tu nivel en golf, tus habilidades en matemáticas, tu memoria. Todo ello utilizando los principios del entrenamiento con el reforzamiento.

Estos principios son leyes, como las leyes físicas. Son la base de todas las situaciones del aprendizaje, tan ciertas como las leyes de la gravedad en la caída de una manzana. Siempre que intentamos modificar un comportamiento, en nosotros o en los demás, estamos utilizando estas leyes, conscientemente o no.

Normalmente las usamos de forma inapropiada. Amenazamos, discutimos, coaccionamos. Atacamos a los demás cuando las cosas nos salen mal y dejamos pasar la oportunidad de premiarlos cuando realizan las cosas bien. Somos duros e impacientes con nuestros niños, con los demás, con nosotros mismos incluso; y nos sentimos culpables por ello. Sabemos que con mejores métodos podríamos conseguir nuestros objetivos con mayor rapidez y sin causar ansiedad, pero no hacemos ningún cambio. Nosotros no utilizamos las técnicas que usan los adiestradores modernos y que permiten beneficiarse de las leyes del reforzamiento positivo.

Cualquiera que sea el ejercicio de entrenamiento, mantener a un niño de cuatro años en silencio en un lugar público, enseñar a un cachorro a ser limpio en casa, entrenar a un equipo o memorizar un poema, será mucho más rápido y mejor, y más divertido, si sabes utilizar el reforzamiento positivo.

Las leyes del reforzamiento son sencillas; puedes ponerlas todas en una pizarra en diez minutos y aprenderlas en una hora. Aplicarlas es un reto mayor; enseñar utilizando el reforzamiento es como un juego, un juego que implica pensar con rapidez.

Cualquiera puede ser adiestrador, algunas personas lo hacen muy bien desde el principio. No necesitas cualidades especiales, enorme paciencia o fuerte personalidad, o un don para los animales o los niños, ni lo que el domador de animales de circo Frank Buck solía llamar el poder del ojo humano. Tan solo necesitas conocer lo que estás haciendo.

Siempre ha habido personas con una comprensión intuitiva de la aplicación de las leyes del aprendizaje. Los llamamos profesores con talento, brillantes oficiales con autoridad, entrenadores de éxito, adiestradores de animales geniales. He observado a algunos directores de teatro y a muchos directores de orquesta que hacen un excelente uso del reforzamiento positivo. Estos maestros con talento no necesitan un libro para beneficiarse de las leyes que rigen el aprendizaje. Para el resto de nosotros, no obstante, que tenemos que lidiar con un animal de compañía incontrolado o en una disputa con un hijo o un compañero de trabajo, el conocimiento de cómo funciona realmente el reforzamiento puede ser una bendición.

El entrenamiento con el reforzamiento no es un sistema de premios y castigos, la gran mayoría de los entrenadores modernos nunca utiliza esas palabras. El concepto de premio y castigo conlleva una gran carga de asociaciones emocionales e interpretaciones, como deseo, miedo, culpa, deber, presión, obligación. Por ejemplo, premiamos a otros por cosas que hemos hecho nosotros, como un helado para un niño que compense una regañina. También tendemos a pensar que sabemos cuál debe ser la recompensa: helado, por ejemplo, o elogios. Pero a algunas personas no les gusta el helado, y los elogios de la persona equivocada o por razones erróneas pueden hacer daño. En algunos casos los halagos de un maestro pueden garantizar el ridículo ante los compañeros de clase.

Esperamos que los demás hagan bien las cosas sin necesidad de premiarlos. Nuestra hija adolescente debería fregar los platos porque es su obligación ayudar en las tareas de la casa. Nos enfadamos si nuestros hijos o los empleados rompen cosas, roban, llegan tarde, son groseros, etc., porque deberían ser capaces de comportarse adecuadamente. Castigamos con frecuencia mucho después de que ocurra el comportamiento, el ingreso en prisión es el primer ejemplo, anulando los posibles efectos de la conducta en el futuro, de hecho supone un mero desquite. Aun así consideramos que el castigo es instructivo o formativo y la gente normalmente se refiere a él diciendo: «le he dado una lección».

El entrenamiento moderno con el reforzamiento se basa en la ciencia de la conducta y no en las creencias populares. En términos científicos, el reforzamiento es un evento que (a) ocurre durante o al finalizar un comportamiento, y (b) incrementa la probabilidad de que ese comportamiento ocurra en el futuro. Los elementos clave aquí son dos: los dos eventos están conectados en tiempo real, el comportamiento engendra el reforzamiento, y en consecuencia, el comportamiento ocurre con más frecuencia.

Los reforzadores pueden ser positivos, algo que le gusta al aprendiz o que desea (una sonrisa o una caricia), o negativos, algo a evitar (un tirón de la correa o un ceño fruncido). Es vital que exista una relación temporal entre ellos: ocurre el comportamiento, aparece el reforzamiento y como consecuencia el comportamiento que produjo esos efectos o evitó lo negativo ocurre con mayor frecuencia. De hecho, la definición se puede aplicar en ambas direcciones, a modo de círculo retroalimentado (una pescadilla que se muerde la cola): si el comportamiento no se incrementa, o bien el reforzamiento se presentó demasiado pronto o demasiado tarde, o bien el premio que ofreciste no era reforzante para el individuo.

Además, creo que hay una diferencia importante entre la Teoría del reforzamiento, la ciencia, y el adiestramiento con reforzamiento, una aplicación específica de esa ciencia. Las investigaciones muestran que un comportamiento al que siguen consecuencias agradables ve aumentada su frecuencia. Eso es verdad; pero en la práctica, para obtener los sensacionales resultados que satisfagan las expectativas que tenemos ahora las personas que adiestramos animales, el reforzador tiene que presentarse en el preciso instante en que tiene lugar el comportamiento. ¡Bingo! ¡Ahora! En el instante en tiempo real en que el aprendiz necesita saber que lo que está haciendo en este preciso instante se merece una recompensa.

Los entrenadores modernos han desarrollado excelentes métodos para reforzar en el instante preciso, sobre todo con el uso de una señal que marca e identifica el comportamiento. Esta versión revisada de ¡No lo mates… enséñale! trata las leyes del reforzamiento, algunos modos de utilizar estas leyes en el mundo real y la corriente base llamada, al menos en estos momentos, «adiestramiento con el clicker», que está llevando la técnica a nuevos e inexplorados terrenos.

Yo descubrí el adiestramiento con el reforzamiento positivo en Hawai, en donde en 1963 me contrataron como adiestradora de delfines en un oceanario, Sea Life Park. Había adiestrado perros y caballos aplicando los métodos tradicionales, pero los delfines eran una propuesta distinta; no puedes utilizar una correa, o las riendas ni tu puño contra un animal que simplemente se escapa nadando. Los reforzamientos positivos, inicialmente un cubo con pescado, eran las únicas herramientas que teníamos.

Un psicólogo esbozó para mí los principios del adiestramiento con el reforzamiento. Aprendí el arte de la aplicación de estos principios trabajando con delfines. Formada como bióloga y con un gran interés en el comportamiento animal, me quedé fascinada, no tanto con los delfines sino con la comunicación que fluía entre nosotros, de mí hacia ellos y de ellos hacia mí, con este tipo de adiestramiento. Apliqué lo que había aprendido del adiestramiento de delfines al adiestramiento de otros animales. Y comencé a notar que algunas de las aplicaciones del sistema se introducían lentamente en mi vida diaria. Por ejemplo, dejé de gritarle a los niños porque había comprobado que los gritos no dan resultados; buscar comportamientos que me agradaban y reforzarlos cuando ocurrían era mucho más efectivo y además mantenía la calma.

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