De Ambrosio, Martín Todo lo que necesitás saber sobre el cambio climático. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Paidós, 2014. E-Book. ISBN 978-950-12-0156-7 1. Climatología. CDD 551.6 |
© 2014, Martín De Ambrosio
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Primera edición en formato digital: diciembre de 2014
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ISBN edición digital (ePub): 978-950-12-0156-7
A los seres humanos del siglo XXX, si acaso.
Agradecimientos
A Vanesa Hernández, muy especialmente.
A Inés Camilloni, experta en cambio climático de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que con notable gentileza se tomó el trabajo de leer el manuscrito en busca de imprecisiones (no obstante, las que quedan son de mi entera responsabilidad).
A Mike Shanahan, James Fahn, Alex Kirby, Katherine Eaton, Morgan Williams y todos los felices organizadores de la Climate Change Media Partnership.
A mis colegas becarios; sobre todo a María Clara Valencia, Neil Marks, Andrea Gunneng y Pablo Fonseca.
A Mariana Ciaschini y a Gabriela Vizental, porque siempre dan una mano y porque me caen bien (o viceversa).
A Romina Pratto, primer control de calidad.
Prólogo
¿Estos son los tipos que van a salvar el mundo?
Algo así me pregunté al llegar a la XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Cancún, en noviembre de 2010. ¿En Cancún? ¿Justo en uno de los lugares más erosionados del Caribe (y quizás del mundo), repleto de hoteles de mil estrellas que invadieron las playas y cambiaron la fisonomía de esa zona de la riviera maya –o cercana a ella–, antes plena de manglares (que capturan al culpable dióxido de carbono)? ¿Donde la cantidad de basura generada por día es de 800 toneladas y no tienen lugar dónde colocarla? ¿Donde a principios de la década de 1990 había 9 millones de metros cúbicos de arena y ahora quedan apenas 700.000 por efecto de los huracanes y de la construcción de los mismos megaresorts (donde se hospedaron todas las delegaciones)?
Y, enseguida, al ver la Conferencia en sí, viene la reflexión sobre la banalidad de quienes toman decisiones: decenas, cientos de funcionarios, grises, especializados en pequeños métiers, a través de pequeñas idénticas discusiones de las que debería provenir un resultado que en apariencia sea más que la suma de las partes: evitar una serie de catástrofes cuyo nombre global a veces es “calentamiento global” o el más específico “cambio climático”. Et voilá!
Allí, en las costas mexicanas, se organizó la Conferencia de las Partes, o COP 16, heredera de aquella a estas alturas mítica y fundacional Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. Y que pasó por Buenos Aires dos veces, en 1998 y 2004, aunque pocos lo recuerdan.
A simple vista, cuesta relacionar cosas tan mínimas (funcionarios, pasillos, caminatas, charlas con periodistas, charlas con colegas, charlas con ecologistas, cafés, pasillos, agua, insomnio, más pasillos, que en inglés se dice lobby) con el objetivo mayor de “salvar a la humanidad”, con todas las comillas y toda la ironía que fuera posible cargarle a semejante expresión (o no). Para peor, un año antes, 2009, en Copenhague se habían juntado para la misma cumbre anual los primerísimos primeros mandatarios, con Barack Obama, Angela Merkel y Luiz Inácio Lula da Silva a la cabeza. Y fracasaron. No hubo acuerdo significante, y hasta casi se rompe el sistema de negociación cuando se intentó eliminar el mecanismo un país, un voto.
Después de Cancún, vendrían Durban en 2011, Doha en 2012, y Varsovia en 2013, de donde las ONG –que participan como observadoras y en actividades paralelas a las negociaciones oficiales– se fueron dando un portazo. Cuando estas líneas vean la luz de la imprenta, se estarán aprontando los cañones para la Cumbre sobre el Clima de 2014, en Lima. Y ya está en perspectiva la de 2015 en la vieja Lutecia, que ahora se conoce como París, donde se apronta un gran acuerdo, esta vez sí, te lo juro... Y así van tirando las negociaciones y se van estirando también, sin que corporaciones y economías cambien ni ahí su modelo de acumulación a expensas del medio ambiente.
En este libro se encontrarán hechos, hipótesis sobre lo que ha pasado y tendencias sobre lo que pasará respecto del clima. La diferencia entre los términos y definiciones a veces puede ser lábil, y está sujeta a revisiones (como tantas cosas en ciencia), pero se tratará de ser suficientemente claros en cada uno de los puntos para no dar por hechos lo que son meras hipótesis o por algo que sucederá ineluctablemente lo que es una conclusión basada en un modelo matemático, o peor aún, una compleja y contradictora serie de modelos. Nadie dijo que el mundo y la ciencia sean fáciles; a veces es casi milagroso que lo que llamamos “realidad” sea comprensible, o que al menos tenga áreas de comprensibilidad (o, descendiendo un nivel epistemológico, que creamos que lo es en nuestra soberbia ingenuidad).
Además, por todas las implicancias extracientíficas del tema, en muchos puntos será inevitable exceder lo técnico hacia lo social y lo político. Así es la vida.
Ahora bien, ¿qué es el cambio climático? En principio, es una serie de modificaciones globales en los principales patrones de lluvias, vientos y niveles del mar (por los deshielos en los polos). Globales: es decir, acá y en la China. Pero, sobre todo, modificaciones de la temperatura, cuyos promedios globales suben, suben y suben. Por eso es que algunos directamente hablan de “calentamiento global”, con apenas imprecisa exageración.
En el párrafo anterior, la palabra clave es “promedios”, lo que implica hablar de muchos hechos y no de uno solo, por eso la resistencia de los científicos a relacionar un evento particular (un día de calor, un brutal temporal, un invierno tenue) con el fenómeno. En promedio, dicen, habrá más de los llamados “eventos extremos”. La de los promedios, además, es una dificultad con la que deben lidiar también los periodistas científicos, dicho sea de paso: se inunda la ciudad, ¿le echamos la culpa al cambio climático? Responda: ¿lo ponemos en el título?
Por esa razón, por el asuntito de los promedios que por lo general se descuida, se tiende a menoscabar todo por unos días de frío o (lo que es idénticamente erróneo) a confirmarlo por una semana con temperaturas de verano en el septiembre austral.
Como se dijo y se verá a lo largo de estas páginas, el cambio climático no es meramente eso y toca y agrava una serie de problemas urgentes de la humanidad: superpoblación, recursos escasos, falta de energía, discriminaciones varias, injusticias, luchas de poderes entre países y dentro de cada uno, empresas que buscan ganancias. Y enseguida llega la alta política. Entonces, la ciencia, complicada, prospectiva, con algún grado de incertidumbre, se embarra como causa judicial o como roquero en Woodstock.
La aspiración es que este libro sea además una hoja de ruta respecto de las negociaciones y las posibles soluciones a lo que se presenta como un gran desafío planetario. Aunque también hay quienes lo asocian más bien con cierta necesidad de que se venga el milenio, que llegue el fin de los tiempos, que ahora tiene ropaje científico y cuadros sinópticos, dado que ya ni las catástrofes son unánimes (también habrá un capítulo para quienes gusten ahondar). Por fin, el cambio climático es peor para países subdesarrollados y para los pobres dentro de los países desarrollados. Como todo. De eso también se hablará en estas páginas.