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Sinopsis
En octubre de 2017, científicos del observatorio Haleakala, en Hawái, detectaron un objeto interestelar en movimiento próximo a la Tierra. Primero fue catalogado de cometa, pero esta hipótesis fue descartada.
Llamado Oumuamua , «mensajero» o «explorador» en hawaiano, finalmente fue catalogado como asteroide, si bien su forma y su comportamiento diferían del resto de los asteroides y cometas de nuestro sistema solar. Cuanto más lo observaban los científicos, más extraño les parecía. Cuando Avi Loeb, catedrático de Astronomía de Harvard, sugirió que Oumuamua era la evidencia de vida y tecnología extraterrestre en el espacio, se desató el que probablemente sea el debate científico más relevante en décadas.
En este libro, Loeb presenta por primera vez su teoría al gran público y nos ofrece un fascinante viaje por el universo desde los orígenes del tiempo, del espacio y de la vida.
EXTRATERRESTRE
La humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra
AVI LOEB
A mis tres musas, Ofrit, Klil y Lotem,
y a todos los que hay ahí fuera...
Introducción
Cuando tengáis la oportunidad, salid y admirad el universo. El momento idóneo para hacerlo es por la noche, obviamente. Pero incluso si el único objeto celeste que podemos discernir es el sol de mediodía, el universo está allí, esperando a que le prestemos nuestra atención. Si hay algo que he aprendido es que el mero hecho de alzar la mirada nos ayuda a cambiar de perspectiva.
De noche, la vista que se cierne sobre nuestras cabezas llega al clímax de la majestuosidad, pero esta no es una cualidad del universo; más bien es una cualidad humana. En la vorágine de quehaceres diarios, la mayoría invertimos buena parte de nuestras horas en observar atentamente lo que tenemos a escasos metros de distancia; cuando pensamos en lo que hay arriba, casi siempre lo hacemos porque nos preocupa si va a llover. Sin embargo, por la noche nuestras inquietudes terrenales tienden a disiparse y la grandiosidad de la Luna, las estrellas, la Vía Láctea o —para los que tenemos suerte— el rastro de un cometa o satélite se vuelven visibles para los telescopios domésticos, e incluso a simple vista.
Lo que vemos cuando nos dignamos a levantar la mirada ha inspirado a la humanidad durante toda la historia documentada. De hecho, recientemente se ha planteado la tesis de que las pinturas rupestres de cuarenta mil años de antigüedad esparcidas por Europa demuestran que nuestros lejanos ancestros ya seguían las estrellas. Desde los poetas a los filósofos, pasando por teólogos y científicos, hemos hallado en el universo motivos que nos han asombrado y nos han instado a actuar y a hacer progresar la civilización. Al fin y al cabo, fue el incipiente campo de la astronomía el que impulsó esa revolución científica de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei e Isaac Newton que desplazó a la Tierra del centro del universo físico. Esos científicos no fueron los primeros en abogar por una imagen más modesta de nuestro planeta, pero, a diferencia de los filósofos y teólogos que les precedieron, ellos se basaron en un método de hipótesis corroboradas por evidencias que, desde entonces, ha constituido la piedra angular del progreso de la civilización humana.
...
Durante la mayor parte de mi carrera he sentido una curiosidad insaciable por el universo. Directa o indirectamente, todo lo que se encuentra fuera de la atmósfera de la Tierra atañe a mi labor diaria. Ahora mismo dirijo el Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, soy director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de Harvard, director del Instituto de Teoría y Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, presidente de la Iniciativa Breakthrough Starshot, presidente del Consejo sobre Física y Astronomía de las Academias Nacionales y miembro del consejo asesor para la plataforma digital «Einstein: Visualize the Impossible» de la Universidad Hebrea de Jerusalén, además de miembro del Consejo de Asesores del Presidente en Ciencia y Tecnología en Washington. Tengo la suerte de trabajar codo con codo con muchos expertos y estudiantes de talento excepcional, lidiando con algunas de las preguntas más trascendentales del universo.
Este libro aborda una de estas cuestiones trascendentales, tal vez la que más: ¿estamos solos? A lo largo del tiempo, esta pregunta se ha formulado de distintas maneras. ¿La vida en la Tierra es la única del universo? ¿Los humanos son los únicos seres pensantes e inteligentes en la inmensidad del tiempo y el espacio? Una forma mejor y más precisa de formular la pregunta sería esta: a lo largo y ancho del universo, ¿existen o han existido jamás civilizaciones inteligentes que, como la nuestra, hayan explorado las estrellas y hayan dejado un rastro de sus empeños?
Creo que, en 2017, cruzó por nuestro sistema solar un indicio que respalda la hipótesis de que la respuesta a la última pregunta es sí. En este libro analizo esos indicios, compruebo esa hipótesis y me planteo qué consecuencias tendría el hecho de que los científicos le dieran la misma credibilidad que otorgan a las conjeturas sobre la supersimetría, las dimensiones extra, la naturaleza de la materia oscura y la posibilidad de que exista un multiverso.
Pero este libro también plantea otra pregunta que, en ciertos aspectos, es más difícil de responder. ¿Estamos preparados los científicos y la gente corriente? ¿La civilización humana está preparada para hacer frente a lo que acarrea aceptar la conclusión plausible, derivada de hipótesis probadas, de que la vida terrestre no es única y tal vez no sea ni siquiera especialmente impresionante? Me temo que la respuesta es no, y ese prejuicio generalizado nos da motivos para preocuparnos.
...
Como sucede en muchas profesiones, las tendencias de moda y el conservadurismo ante lo desconocido son patentes en toda la comunidad científica. Una parte de ese conservadurismo dimana de un instinto encomiable. El método científico nos anima a ser cautos. Hacemos una hipótesis, recabamos pruebas, cotejamos la hipótesis con las pruebas de las que disponemos y luego la pulimos o reunimos más pruebas. Pero las modas pueden disuadirnos de barajar ciertas hipótesis y la ambición de hacer carrera puede atraer nuestra atención y nuestros recursos hacia ciertos temas alejándonos de otros.
La cultura popular no ha ayudado. Los libros y las películas de ciencia ficción suelen presentar la inteligencia extraterrestre de una manera que a la mayoría de los científicos serios les produce risa. Los alienígenas reducen a escombros las ciudades terrícolas, se apoderan de los cuerpos humanos o tratan de comunicarse con nosotros por medios enrevesados. Sean malevolentes o benevolentes, los alienígenas suelen poseer una sabiduría sobrehumana y han amasado tal conocimiento de la física que son capaces de manipular el tiempo y el espacio para poder cruzar de punta a punta el universo —y a veces el multiverso— en un abrir y cerrar de ojos. Con esta tecnología, frecuentan sistemas solares, planetas e incluso bares de barrio repletos de vida inteligente. Con los años, he acabado albergando la certeza de que las leyes de la física dejan de aplicarse en solo dos sitios: en las singularidades y en Hollywood.