Alejandra Berger Dempster
© Copyright 2011, by Wendy Alejandra Berger Dempster
Primera edición digital: Septiembre 2014
Colección Investigaciones
Director: Máximo G. Sáez
www.magoeditores.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 192.924
ISBN: 978-956-317-122-8
Diseño y diagramación: Francisca Galilea R.
Lectura y revisión: María José Cabezas
Edición: Beatriz Berger
Edición electrónica: Sergio Cruz
INTRODUCCION
¿Qué elegimos con más frecuencia:
crecer o quedarnos detenidos?
¡Quedarnos detenidos!
Tenemos dificultades para sentir el presente y llegamos atrasados a la vida, más tarde de lo pensado. Pero si la vida anda siempre hacia adelante ¿qué nos detiene?
En Auto-análisis me propuse responder esta pregunta y otras más. Aunque no falte quien insista en abordar con ligereza su felicidad, lograrla es nuestro derecho y responsabilidad principal. Su búsqueda involucra un sendero de autodescubrimiento, donde el ser humano irá adquiriendo peso y profundidad. Detrás de cada vida humana operan fuerzas invisibles, las mismas que fluyen en nuestro interior y que tienden a la plenitud del ser. Pese a que avanzar en el amor, en el conocimiento, en la intuición y en libertad es parte del sendero, las penurias de la vida infligen heridas al alma; estancando su marcha hacia la felicidad, condenándonos al infierno de la monotonía y artificialidad.
Sigmund Freud, (1856-1939), se transformaba en el padre del psicoanálisis, al descubrir que la pérdida del equilibrio psicológico, es el resultado de la evasión de los sufrimientos así como el camino sanador es contemplarlos de frente, sin maquillajes. Desde esa mirada reflexiva y abierta, se organizan las acciones apropiadas para modificar las insatisfacciones y superar los retos de la existencia. En cambio, una consciencia limitada de las circunstancias personales, apegada en exceso a condicionamientos sociales, conflictos y miedos irracionales, que excluyen las dimensiones emocionales más profundas y espontáneas del ser, producirá una imagen empobrecida y alterada de lo que en verdad se es. Sin duda, en algún momento de la vida, a cada uno de nosotros le tocará resolver el mismo dilema de Hamlet, “Ser o no ser” y pensar seriamente en modificar las frustraciones o huir de uno mismo.
Para internar al lector en el amplio y misterioso mundo del auto-conocimiento y en el valor creativo que tiene su vida, quise aventurarme en la escritura de un libro que retomara estos tópicos, desde un enfoque menos académico. Los libros suelen ser un espacio virtual y portátil de concepción, de acogida y protección; y al mismo tiempo de mucha libertad para animar la introspección. Cuidando de no perder la sensación cálida de experiencia creativa compartida, su trama gira en torno a un conjunto de entrevistas y conversaciones ficticias, que realiza la psicóloga Elena, a un psicoanalista experimentado: el doctor Guillermo Jensen y otros dos personajes: Dmitri y Sebastián, articulando así una suerte de caleidoscopio de reflexiones que servirán de guía al lector para su auto-análisis y el trabajo en su felicidad, la que involucra el cuerpo, el alma y el pensar. Desde luego, cabe resaltar que estos diálogos se han basado en investigaciones científicas sobre este tema y en la valiosa colaboración del doctor Hernán Davanzo, uno de los pioneros del psicoanálisis en Chile, reconocido por su trayectoria clínica y docente en el ámbito de la salud mental. Claro está, sin esa generosidad, este libro jamás habría sido escrito. Por último, como se trata de no interrumpir ni sobrecargar el flujo suelto de una conversación, me he limitado a pintar un cuadro general, tratando de no abarcar demasiado, y se han omitido algunas citas de autores. La cuestión es implicar al lector en una de las imágenes más bellas y potentes que existen: la del ser humano que mira su vida.
Ser feliz demanda un acto de valentía junto a la habilidad de crear canales sensibles de consciencia que permiten conversar con el alma, limpiarla de malezas y explorar sus fuerzas creativas. No tendremos una buena vida si nos relacionamos sólo con su rostro más amable o si actuamos como ratones asustados de las miradas ajenas y propias. Propongo entonces al lector, prender el motor de partida y sin miedo, adentrarse en ese ser extraño y desconocido que es él mismo.
Cada brizna de pasto tiene su ángel
que se inclina y le susurra
“crece, crece”.
El Talmud
El llamado del alma
Cuando el Otro apareció en la vida de Elena, lo hizo en un sueño, uno tan claro y vibrante como nada en su realidad material lo era en ese entonces. Acababa de cumplir cuarenta años de edad, y entendía que estaba al borde de perder muchas funciones que le eran naturales como el derecho a tener hijos. Aunque había fallado y cumplido en los mismos lugares que tantos otros cumplieron y fallaron, algo en su vida permanecía incompleto, faltaba un aspecto fundamental.
El llamado del alma a realizar su deseo más recóndito, se presentó una noche bajo la figura de un hombre mayor que estaba sentado, y en cuyo amplio regazo, muy cerca del corazón, sostenía una niña de unos ocho años de edad, que parecía dormir profundamente. “Mira –dijo– la niña está agonizando”, tras lo cual, Elena, exclamó angustiada: “¡Regrésala al cuidado de su madre!” Pero el hombre se negó: “Serás tú quien la acompañe hasta su muerte”. Elena, incapaz de asimilar que una pequeña tuviera un futuro tan trágico y que a ella le fuera asignado ese duro trance para encarar su angustia, se las arregló para dibujar en sus manos la curiosidad de una torta de cumpleaños, con esas velas que se prenden y apagan. “Si la niña está muriendo, revivirá apagando sus velas”, propuso con ingenuidad infantil. “¡Ah Elena! –le advirtió el hombre–, la vida es como esas velas, mientras unos espíritus se encienden, otros se extinguen. No te quejes de miserias o protestes ante este encargo, en especial, tratándose de alguien como tú, tan terrible como barroca”.
Un sueño es un mensaje de buena voluntad para la acción. Pero, ¿barroca? ¡Terrible! La vida es tan breve, demasiado, para explicar la totalidad de nuestras fantasías y ensueños. Existe un puñado de realidades esenciales; el nacimiento, el sufrimiento, la enfermedad, la vejez, los eternos adioses y, el punto final, la muerte. Las demás, contienen en sí mismas una cuota sustancial de falsedades como aspectos que sin querer decidimos soslayar, y pese al esmero por corregir, la mente astuta se preparará para tergiversarlas según los egoísmos e inseguridades personales. ¡Si hasta los sueños mienten, usan máscaras y quieren decir otra cosa! De hecho, el de Elena, era de esos que inmovilizan al evocar una antigua tortura emocional. Y aunque el alma, guiada por su instinto maternal siempre está enseñando; protege el dormir del soñador contándole una historia importante para su porvenir, en forma tan amena y sensible que no se despierta. Pues bien: “Esta vez recomiendo despertar”. Elena estaba de muerte y se resistía a profundizar en ello, tranquilizándose a sí misma: “Si tan sólo es un sueño”. Entonces no tenía idea de que la buena suerte comienza justo cuando la mala suerte no puede ser peor, que a menudo el bien llega mientras dormimos y que un sueño puede tener razón. Como sea, no siempre es fácil despertar y ese sueño siguió rondando en su mente, mientras se preguntaba una y otra vez, “¿Cuál será el propósito de mi alma?