Adamari López - Viviendo
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- Libro:Viviendo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2012
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Adamari López, la actriz reconocida internacionalmente, lo tenía todo —una familia querida, un novio perfecto y un papel protagónico en una telenovela exitosa en México— cuando dos palabras le alteraron la vida para siempre: tienes cáncer. De pronto, en solo unos pocos meses, el mundo tal cual lo conocía se le derrumbó y toda su vida dio un vuelco súbito.
Adamari López
ePub r1.1
Chris07dx 31.10.2014
Título original: Viviendo
Adamari López, 2012
Editor digital: Chris07dx
ePub base r1.2
A mis padres por su amor, apoyo y dedicación.
Gracias por hacerme la mujer que soy.
¡Los amo!
Un antes y un después
L a mañana del 7 de marzo de 2005 comenzó como cualquier otra. Me levanté, desayuné, terminé de hacer maletas y me preparé para ir a una entrevista y sesión de fotos para la revista Nueva. Mi hermana Adilsa y yo teníamos planeado partir directo de la entrevista al aeropuerto internacional de Miami en donde tomaríamos un avión para viajar a Argentina. Me habían invitado a participar en un programa llamado Fear Factor VIP, que se grababa en Argentina y consistía en reunir a un grupo de artistas o personas reconocidas para que enfrentaran una serie de retos físicos y psicológicos que normalmente producen mucho miedo; por ejemplo, saltar un aro de fuego o comer gusanos. Este proyecto me tenía muy ilusionada ya que no solo constituía un reto personal (por ser un programa diferente al que había hecho anteriormente) sino que también participarían en él algunos de mis queridos compañeros de trabajo —como Ludwika Paleta y Johnny Lozada— y me brindaría la oportunidad de conocer Argentina, lugar al que siempre había querido ir.
La vida me sonreía. Acababa de terminar de grabar mi última novela Mujer de madera; vivía con mi novio, Luis Fonsi, con quien recientemente me había comprometido; y estaba por embarcarme en esta nueva aventura con Fear Factor VIP. Pero una sentencia alojada en mi seno derecho estaba por cambiar mi destino para siempre.
Antes de partir a la entrevista, Fonsi y yo discutimos sobre alguna bobería y nos despedimos un poco enojados. Él iba rumbo al estudio. Era el primer día de grabación de su próximo disco y, para peor de colmos, en el camino se le pinchó una llanta del carro. Cuando me llamó para contarme, yo le respondí en broma que eso le pasaba por irse de la casa enojado. Como yo estaba yendo hacia mi entrevista, no había nada que pudiera hacer para ayudarlo. No le quedó más que llamar a una grúa y tomarse un taxi al estudio. Sí, fue una mañana algo agitada, tal vez por el estrés que puede causar el comienzo de proyectos nuevos, pero nada fuera de lo común para nosotros.
Llegué a la oficina de la revista Nueva, lista para trabajar y charlar y posar para las cámaras. Mi hermana estaba ilusionada con el día ya que le divertía verme en acción y encima esa noche partíamos a nuestra aventura en Argentina. Fuimos recibidas cálidamente, charlamos un poquito con el equipo de la revista y enseguida me sentaron en una silla para comenzar la entrevista. Las preguntas y respuestas fluyeron fácilmente, con risas y buena energía mientras iba revelando, hasta donde deseaba, detalles de mi vida. Entretanto me comenzaron a maquillar y la conversación dio un giro inesperado.
—¿Alguna vez te has preguntado cuál es tu misión en la vida? —me preguntó la periodista.
Ay, era como si hubiesen sabido lo que estaba viviendo. Me emocioné, se me quebró la voz y al comenzar a hablar no pude contener las lágrimas.
Hacía poco había descubierto una masita en mi seno que nunca antes había sentido. Por precaución me mandaron a hacer una biopsia y estaba esperando que me llegaran los resultados en esos días. Me abrí y les conté esta intimidad porque la experiencia me había hecho ver la vida desde otra perspectiva, pero en ningún momento me imaginé que esa biopsia sería positiva. Simplemente dieron en la tecla con la pregunta porque lo que yo creía que solo sería un susto me había hecho recapacitar y pensar en las demás mujeres que pasan por lo mismo o más. Fue un momento que me hizo reflexionar y agradecer todo lo bueno en mi vida. Mis pensamientos internos —al igual que los que expresé en esa entrevista— eran altamente positivos. Me sentía bien y simplemente me tomé todo ese proceso como un gran susto que me abrió los ojos a la fragilidad de la vida, notando que en un instante todo puede cambiar, pero pensé que mi susto ya había terminado.
Concluí la entrevista diciendo que quizá mi misión era ayudar a otras personas que tuvieran que pasar por lo mismo. Jamás pensé que primero me tocaría hundirme en la profundidad de esta enfermedad y descubrir la manera de navegar lo que vendría para lograr sobrevivir.
Al finalizar la entrevista me sequé las lágrimas, me reincorporé y, como bien dijeron en ese artículo, me puse mi traje de guerrera para dejar de lado mis problemas personales y darles lo mejor de mí en la sesión de fotos.
Luego nos tomamos un descanso para recargar energía y disfrutar de las delicias que nos habían traído para comer. Adilsa, mi hermana, se sirvió un panini de salmón y se sentó, lista para echarle el diente a ese sándwich al que tantas ganas le tenía, pero la interrumpió el sonido de mi celular. Mientras estoy en una entrevista o una sesión de fotos, suelo darle mi celular a mi mánager para que atienda mientras yo no esté disponible; me gusta dedicar atención exclusiva a mi trabajo en ese momento. En esta ocasión le di mi celular a Adilsa, no solo por ser mi hermana, sino porque estábamos esperando el resultado de mi biopsia.
Me serví un plato de comida y me senté justo en frente de ella, dándole la espalda. Al escucharla atender el teléfono le pregunté enseguida quién era y ella muy entusiasmada me contestó: «¡Ay, es Adaline!». Adaline es mi otra hermana y Adilsa asumió que estaba llamando para pedirnos que le trajéramos algún regalito de Argentina. Estaba distraída y no se le había cruzado por la mente que la llamada podría ser por otra razón.
Yo seguí comiendo, esperando escuchar más detalles de la conversación, pero de pronto noté un silencio sepulcral, nada característico de Adilsa. Cuando me di la vuelta, sobre su silla solo quedaba el panini de salmón intacto. Adilsa había desaparecido. Me entraron unos nervios que me nublaron la mente. No sabía si debía seguir comiendo o debía pararme y salir a buscarla. Era raro que mi hermana se hubiese ido sin avisarme. Algo me decía que la noticia no era buena pero, en el fondo, me daba aun más pánico enterarme que lidiar con los nervios de la incertidumbre.
Terminé de comer como pude, me cambié de ropa y me alisté para la sesión de fotos, siempre mirando de reojo a ver si aparecía mi hermana. Di lo mejor de mí, sonriendo y coqueteándole a la cámara, pero por dentro me carcomía la angustia. Algo no estaba bien, yo lo sabía. ¿Dónde se había metido mi hermana? Clic, pose, clic, mirada seductora, y así sucesivamente… Pero la ausencia de mi hermana, a quien seguía buscando con la mirada entre fotos, me tenía loca.
Al tercer cambio de ropa, ya no podía con los nervios. Necesitaba desahogarme, hablar con alguien, pero mi hermana se había llevado mi teléfono y yo no podía hablar de algo tan personal con el equipo de la revista; debía mantener el profesionalismo intacto. Finalmente me animé a pedirle prestado el celular a la muchacha que tan gentilmente me estaba ayudando con el vestuario. Buscaba hablar con alguien cercano, que me conociera, y sin embargo no me animé a llamar a mi hermana Adaline, quien probablemente me podría haber esclarecido el misterio. Adaline no solo había hecho desaparecer a Adilsa sino que era ella quien tenía permiso para recibir el resultado de mi biopsia. Sabía que la noticia muy posiblemente tenía que ver con ese resultado pero no, no estaba preparada para enfrentar la verdad, fuera cual fuese.
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