CELEBRA
Publicado por New American Library,
Una división de Penguin Random House LLC
375 Hudson Street, Nueva York, Nueva York 10014
Este libro es una publicación original de New American Library.
Primera impresión: octubre de 2015
Copyright © Koko Entertainment, Inc., 2015
Letra de “Mirando al cielo” publicada con permiso de Carlos Simón.
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ISBN 978-1-101-99087-2
NOTA DEL EDITOR
En Penguin tenemos el compromiso de publicar obras de calidad y honestas. En ese sentido, nos sentimos orgullosos de poner este libro a disposición de nuestros lectores; en cualquier caso, la historia, la experiencias y las palabras en él contenidas son responsabilidad exclusiva del autor.
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A mis hermanos Adilsa, Adaline y Adalberto, por ser fuente constante de amor. Sin ustedes me siento perdida. Son mi guía, mis amigos y parte de la hermosa locura de mi vida. Cada día más unidos, cada día amándonos más.
Introducción
H ace diez años, cuando recibí mi diagnóstico, cuando me dijeron que tenía cáncer de seno, aquella sentencia desencadenó una serie de eventos en mi vida que por un buen tiempo no me dieron tregua. Pero me mantuve enfocada y determinada a superar cada reto, cada momento difícil, cada tristeza. Le sonreí a todas las adversidades, me apoyé en mi fe y en mi familia y, sin dejar que muriera mi esperanza, seguí caminando, con los dos pies sobre la tierra y la cabeza en alto, determinada a luchar y ganar. La vida me sorprendió con los momentos más difíciles de mi vida, pero yo contraataqué y los vencí. Sobreviví el cáncer de seno, superé mi divorcio, reparé mi corazón dolido y me volví a enamorar.
No fue un camino fácil. Tomó tiempo y reflexión. Había ido al sicólogo, había logrado entender y superar ciertas cosas, pero había otras de las que no se hablaba, y como no me animaba a compartirlas y enfrentarlas de una vez por todas, ahí seguían en la profundidad de mi ser, como un gran impedimento en mi viaje. Sentía que la felicidad estaba al alcance de mis manos, pero todavía no lograba hacerla mía. Faltaba un paso más, y ese paso lo di al escribir Viviendo. Allí pude volcar todo aquello que no me animaba a decir en voz alta y me sirvió para purgar de raíz todo lo que había guardado y todavía me andaba carcomiendo el alma.
Me sentí muy vulnerable. Nunca me había dejado ver tan abiertamente. Siendo muy transparente en público con muchos aspectos de mi vida, hasta publicar ese libro, nunca había compartido mis momentos más dolorosos y oscuros con la gente, siempre había sido toda sonrisas. Nunca me había sentido tan desnuda, por dentro y hasta en la portada, como cuando salió a la venta Viviendo. Me expuse al cien por ciento. Fue un momento de mucha catarsis, de mucha superación. Abrí mi corazón y por fin pude contar toda mi historia, lo bueno, lo malo, los momentos de tremenda alegría y tristeza; todo.
No me arrepiento en lo más mínimo de lo que elegí compartir porque esa es mi realidad, así es como soy en las buenas y en las malas —y seguramente se asemeja mucho a la realidad de una infinidad de personas— en los dolores, las penas y las alegrías que experimentamos todos los seres humanos. Plasmar esas palabras en papel me ayudó a cerrar aquellos capítulos de mi vida y dar paso a los siguientes. Fue un viaje que sirvió para fortalecerme. Me ayudó a descubrirme como persona, encontrar mi voz y finalmente poder expresar abiertamente mis dolores y deseos más profundos. Fue liberador. Las pruebas en la vida no son en vano si uno sabe cómo aprender de ellas y superarse con la ayuda de cada lección.
La vida me comenzó a sonreír de nuevo, pero las pruebas continuaron apareciendo, siempre cuando uno menos se lo imagina. Comencé a notar un nuevo patrón. Parecía que cada momento feliz venía acompañado por un momento de profundo dolor. Cuando mi vida parecía volver a encaminarse, sin cáncer, con un nuevo trabajo y un nuevo amor, de pronto tuve que sufrir uno de los momentos más tristes de mi vida: el fallecimiento de mi mamá. Cuando tomé la decisión de cumplir mi sueño y hacerme mamá, tuve que enfrentar obstáculos inesperados que desencadenaron en las mayores pruebas de fe en mi vida. Cuando por fin quedé embarazada, tres semanas antes de dar a luz, sufrí otra de las pérdidas más grandes de mi vida: el fallecimiento de mi papá. Una cosa dura con una cosa reconfortante. Sé que no estoy sola, sé que estos altibajos de la vida nos tocan a todos de diferentes formas; es parte del viaje de cada uno de nosotros en este mundo. La clave es cómo decidimos enfrentar los momentos duros para poder disfrutar a pleno los felices. Es importante comprender y procesar lo difícil de la vida, pero creo que es igual de importante no dejar que acapare nuestra existencia y también es igual de importante disfrutar de los momentos felices.
Quiero seguir superándome como ser humano. Espero poder reconocer, reflexionar y expresar en estas páginas lo que ha sido mi vida en estos últimos años no sólo para mi propio aprendizaje, sino para que le sirva a alguien más. Quiero que mi historia sirva como un mensaje de esperanza. Los milagros son posibles, la felicidad realmente está a la vuelta de la esquina, y cuando menos te lo esperas, la vida te sorprende y te inyecta energía para salir adelante y seguir viviendo. La clave para mí durante todos estos años ha sido la fe.
Estoy y estaré siempre agradeciéndole a Dios todo lo que me ha puesto en el camino, porque sin cada una de mis vivencias no sería quien soy ahora, y sin fe, no creo que hubiese llegado a superar todo lo que me tocó vivir. Unos meses atrás, leí un par de citas en las redes sociales que me resonaron de la manera más profunda. Sentí que me estaban hablando a mí. La primera decía: “Cada vez que pensé que me estaban denegando algo bueno, en realidad estaba siendo reorientada a algo mejor”. Así es. Cuando uno quiere algo y no lo obtiene, se puede frustrar enormemente, me ha pasado a lo largo de mi vida, con pequeños y enormes deseos. Recuerdo que cuando iba a trabajar en México por primera vez, al final no me terminaron por contratar por circunstancias fuera de mi control. Era joven y no lograba comprender por qué me estaba pasando algo así, por qué no podía obtener lo que yo más deseaba. Ya estaba ahí, ya tenía la puerta abierta, ¿cómo no se me iba a dar esta oportunidad? Sin embargo, cuando tuve la posibilidad de regresar, años más tarde, comprendí que aquel primer intento no era el justo. Quizás no hubiera tenido el mismo apoyo o el mismo éxito. Quizás no era el momento adecuado. Quizás no estaba lista. Esto me lleva a la otra cita, una frase de la cual me aferré cuando pasé por una de las pruebas de fe más grandes de mi vida: “No confundas la impaciencia por Su ausencia. Su tiempo es perfecto y Su presencia es constante. Siempre está contigo”.