• Quejarse

Jorge Bucay - Shimriti

Aquí puedes leer online Jorge Bucay - Shimriti texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2003, Editor: ePubLibre, Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Jorge Bucay Shimriti
  • Libro:
    Shimriti
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2003
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Shimriti: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Shimriti" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Éste no es un libro más de Bucay. Tampoco el principal. Shimriti, de la Ignorancia a la Sabiduría está presente en cada libro suyo anterior y estará, quizá, en aquellos que escriba en el Futuro. Poca gente sintoniza con un buscador de sabiduría, porque este es siempre impredecible, no deja que confíes en él; quizá no satisfaga ninguna de tus esperanzas; pero después de ofenderte, de defraudarte, de inquietarte y de lastimarte… poco a poco, te despertará a la experiencia de la libertad. Puede resultar molesto, pero no hay otra manera para este autor que ponerte de cara al compromiso con tu propia vida. Todos somos —sostiene— ignorantes, buscadores, conocedores, y de alguna manera tenemos un sabio interior que, si lo escucháramos, nos diría: Tu mayor responsabilidad no está orientada hacia el afuera sino hacia ti mismo, para que alumbres tu vida con tu propia luz. Ése es tu compromiso más grande, dondequiera que vayas, con quienquiera que estés, porque ése eres tú. Shimriti emprende un viaje en tren que va transformando el conocimiento de sí misma. Comprende que la sabiduría no es adquisición de datos y que la verdad es un don sólo a disposición de quienes son verdaderos. El discípulo interroga al maestro: ¿Qué es la iluminación? Y la respuesta es un bastonazo en la cabeza. El maestro pregunta al discípulo: ¿Qué ves ahí? Y el discípulo contesta: Una montaña. El maestro le pega otra vez y lo echa. Diez años después se encuentran en el mismo lugar. El maestro vuelve a preguntarle: «¿Qué ves ahí? El discípulo se detiene, piensa, duda; no sabe que responder; la respuesta una montaña ya fracasó. Sin embargo, se decide a ser fiel a su saber: Una montaña», responde. El maestro, ahora, aprueba la respuesta. El sabio desnuda la verdad. El intelectual sin sabiduría la recubre, la empapela con palabras para que sólo la entiendan los que juegan su juego. Donde algunos fruncen el ceño, Bucay pone la risa. Donde otros utilizan el lenguaje hermético, Bucay usa nuestras palabras de todos los días. Donde otros complican para parecer mis inteligentes, Bucay simplifica admitiendo la acusación de los que temen que muchos se acerquen al saber. En cada libro, Bucay opera un desvío precisamente allí donde los procedimientos tradicionales de autoayuda fracasan: la receta mágica, la respuesta única, la supuesta solemnidad, la construcción de un lector creyente. Aquí, en su doceavo libro, dramatiza, desarma y rearma con desenfado y profundidad la escena del saber, abriendo su camino a quien quiera recorrerlo. Confirma, así, lo que dijo alguna vez el periodista Luis Pérez refiriéndose a Jorge Bucay: …alguien que escribe para la gente que ya no tiene quien le escriba.

Jorge Bucay: otros libros del autor


¿Quién escribió Shimriti? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Shimriti — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Shimriti " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Shimriti (1.ª Parte)

Primera Parte En un extraño reino mitológico existía una estación de trenes - photo 1

Primera Parte

En un extraño reino mitológico existía una estación de trenes llamada La ignorancia.

Más que una estación era el punto de partida de un tren que salía de vez en cuando con destino incierto y pasaje de ida únicamente.

Alrededor del viejo edificio, construido junto al primitivo andén, se extendía por propio crecimiento demográfico la enorme ciudad, del mismo nombre, poblada por miles y miles de personas, en general amables, cordiales y simples: los ignorantes.

Los ignorantes tenían una característica especial que los hacía únicos en su género y los diferenciaba sin orgullo de sus vecinos, los pobladores de Nec. Los ignorantes no sabían que no sabían.

Aunque para cualquier visitante ocasional resultaba obvio que era mucho lo que ellos no sabían, los pobladores simplemente lo ignoraban. Sin tozudez, lo ignoraban; sin petulancia, lo ignoraban; sin antecedentes, lo ignoraban; sin vergüenza, lo ignoraban.

De hecho, si preguntabas a algún lugareño:

—¿Tú sabes cuánto es dos más dos?

Contestaba con una sonrisa:

—No sé.

—¿No sabes cuánto es dos más dos? —Volvías a preguntarle incrédulo.

—No sé —repetía el lugareño. Y aclaraba con dulzura—: No sé si lo sé.

Y el mismo diálogo podía reproducirse si preguntabas por trigonometría, literatura, historia etrusca o bordado.

Un día llegó al pueblo un visitante con una aspiración particular: venía empeñado en sacar a los ignorantes de su estado. Traía una tarima para hablarles a todos en la plaza. Cuando vio que ya había un grupo considerable, tomó un megáfono e invitó a todos los que quisieran salir de la ignorancia para siempre a reunirse en la estación del tren a la mañana siguiente.

El discurso fue bonito, pero nadie respondió a la invitación. El hombre, que no entendía lo que había sucedido, se acercó a la gente y preguntó:

—¿Por qué no habéis venido?

—¿Para qué íbamos a querer irnos de aquí, si aquí estamos bien?

—¿Cómo que para qué? —dijo el hombre—. Para dejar de ser ignorantes.

Los ignorantes nunca entendieron el razonamiento del extranjero: dejar el lugar donde habían nacido con el propósito de «dejar el lugar donde habían nacido» era extraño, aunque por supuesto no se enojaron con el visitante; se encogieron de hombros y, a partir de entonces, lo ignoraron.

Seguramente fue él quien pidió al gobierno que mandara una delegación del Ministerio de Educación para hacer una campaña educativa.

A lo largo y ancho de la ciudad se montaron casetas con altavoces a todo volumen desde donde locutores y locutoras hablaban a los habitantes del pueblo sobre la posibilidad de emigrar. Sostenían que había un mundo mejor, el mundo del saber, del conocimiento y del desarrollo intelectual. Les aseguraban mejores salarios y más posibilidades.

Los ignorantes seguían encogiéndose de hombros.

Los funcionarios les preguntaban de uno en uno:

—¿Es que no quieres saber más?

—No sé… —contestaban—. No sé si quiero.

Las casetas se mantuvieron durante un mes más. Los delegados imprimieron panfletos, iluminaron las calles, organizaron festivales y subieron el volumen de los altavoces. Pero nadie hizo caso: nadie sabía si quería subirse al tren y, por lo tanto, nadie lo hacía.

Una mañana, sin aviso, los funcionarios partieron dejando las calles sucias y las esquinas ocupadas con las casetas vacías interrumpiendo el tránsito de peatones. Los nativos, como no sabían desarmarlas, las incorporaron al paisaje y al poco tiempo dejaron de darles importancia.

Unas tres semanas más tarde llegó a la ciudad un séquito de guardianes y más funcionarios (éstos con traje negro y corbata) que acompañaban a Su Excelencia, el Ministro de Educación en persona.

Sin hablar con nadie, el Ministro y sus asesores caminaron aquella tarde por las calles de la ciudad y emitieron un informe al Jefe de Estado. En él contaban la grave situación de aquel pueblo de ignorantes y pedían permiso para actuar tan enérgicamente como fuera necesario para revertir el problema.

El Jefe de Estado (que se había olvidado de que él también había nacido en La Ignorancia) contestó inmediatamente aprobando el «Plan de Alfabetización de Ignorantes» que el Ministro debía instrumentar, ejecutar y documentar.

Sumamente interesado en cumplir su misión, el Ministro dictó una ley de emergencia «conocimiéntica» y decretó que era obligatorio dejar de ser ignorante.

Pidió ayuda al Ejército y a la división de perros policía y estableció un cronograma alfabético (ordenando los apellidos de los habitantes) según el cual los ignorantes debían presentarse en la oficina de alfabetización para acordar la fecha en la cual se comprometían a abandonar definitivamente La Ignorancia.

Nadie se presentó nunca.

Quizá Fue por la resistencia al cambio (para la cual no hace falta ser muy instruido), aunque probablemente se debió a que la mayoría de los pobladores no sabía leer, por lo que nunca pudieron enterarse de cuál era la inicial de su apellido y mucho menos la fecha en la que les correspondía presentarse.

La represión que siguió fue tan brutal como inútil. Los pocos que eran atrapados, encarcelados y luego enviados a las escuelas de la ciudad vecina nunca llegaban a destino. Los ignorantes, maltratados y golpeados, escapaban cuando intentaban obligarlos a subir o se tiraban del tren en marcha.

El proyecto terminó de desmoronarse cuando un grupo de extranjeros opositores al jefe de Estado puso una bomba en las oficinas del Ministro.

Al día siguiente, la delegación cultural recogió sus cosas y se marchó.

Fue entonces cuando, antes de cerrar la puerta de la limusina que lo llevaría a Nec, dirigiéndose a la multitud, el Ministro exclamó:

—¡¡¡Ignorantes!!!

Y la gente lo vitoreó creyendo que era un simple saludo de despedida…

Se organizó una gran investigación del atentado pero, como era de esperar, todos los habitantes ignoraban quién podía ser el responsable de lo sucedido.

Pasó mucho tiempo antes de que alguien volviera a hablar de educación en La Ignorancia. Hasta que un día, llegó al pueblo un maestro.

Éste era un maestro de verdad y no un falso maestro, así que al poco de llegar se dio cuenta de lo que sucedía. ¿Por qué querrían aprender los que ni siquiera sabían lo que no sabían? ¿Cómo se llegó a pensar, en los ministerios, que se podía ayudar a alguien forzándolo a aprender?

El maestro se quedó un tiempo con los ignorantes. Muchos ni siquiera notaban su presencia, algunos desconfiaban de él, y otros empezaron a sentirse felices por su compañía. Cada mañana el extranjero iba a la plaza con un montón de globos de todos los colores que regalaba a los niños que se acercaban y, mientras los pequeños jugaban, el maestro charlaba con los padres, los abuelos o las niñeras que acompañaban a los niños. Una de ellas llegó a ser, con el tiempo, su primer pasajero.

—¿Por qué haces esto? —le preguntó ella.

—¿Por qué hago qué? —contestó el maestro—. ¡Ah! Esto… Creo que porque me interesa compartir algo bueno que tengo, unos cuantos conocimientos.

—¿Y qué es eso?

—¿No lo sabes?

—No sé si sé.

—Digamos que es algo que me ha servido mucho para hacer muchas cosas… —Y, haciendo una pausa insinuó—: Y a ti también te serviría.

—¿A mí?

—Sí. A ti y a cualquiera.

—¿Por qué me lo dices solamente a mí?

—Porque me importas —contestó el maestro con sinceridad.

—¿Eso es el amor del que tanto hablas, el que empuja, según dices, tantas cosas?

—Sí. Eso es el amor.

—¿Por qué debería creerte? Yo no sé si aprender será bueno para mí.

—No, no lo sabes, pero sí sientes que me interesa tu bienestar. ¿Verdad?

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Shimriti»

Mira libros similares a Shimriti. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Shimriti»

Discusión, reseñas del libro Shimriti y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.