La entrañable misericordia
de nuestro Dios
Para vivir el año de la misericordia
Alfonso Crespo Hidalgo
«Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia
son eternas...
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor».
Salmo 25
Siglas de documentos pontificios
ChL Chistifideles laici
DCE Deus caritas est
DeV Dominum et vivificantem
DM Dives in misericordia
EG Evangelii gaudium
EN Evangelii nuntiandi
FC Familiaris consortio
GS Gaudium et spes
IM Incarnationis mysterium
LG Lumen gentium
MV Misericordiae vultus
SC Sacrosanctum concilium
Año de la misericordia
«Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia... Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado» (Misericordiae vultus, 2).
El pasado 11 de abril de 2015, segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, el papa Francisco promulgaba la Bula Misericordiae vultus (El rostro de la misericordia), por la que convocaba el Año jubilar de la misericordia.
El Papa nos dice: «Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto por lo que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes».
La Puerta de la misericordia
El Año Santo se abrirá el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Fecha en la que se celebra el 50 Aniversario de la clausura del concilio Vaticano II. El Papa ha querido así homenajear las enseñanzas de este Concilio y subrayar la necesidad de mantener vivo su espíritu: «Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible... La Iglesia sentía la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre». El domingo siguiente, III de Adviento (11 de diciembre de 2015), se abrirá la Puerta Santa, Puerta de la Misericordia, en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.
Pero no solo en Roma. Para el mismo domingo «establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia».
Año Jubilar
Se inaugura así un Año Jubilar que se clausurará en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. El Papa ha querido poner bajo el signo de la misericordia la acción pastoral de toda la Iglesia: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros».
Bajo la guía del Espíritu, «misericordiosos como el Padre»
El papa Francisco nos invita a vivir este Año Jubilar con un espíritu profundamente trinitario: bajo la mirada del Padre de la misericordia y guiados por la fuerza del Espíritu, contemplaremos a Cristo, rostro de la misericordia divina .
El lema de este Jubileo, «misericordiosos como el Padre», nos envía a ser misioneros de la misericordia, para anunciar la alegría del Evangelio a todos los pueblos. Nos exhorta el Papa: «Con sentimientos de agradecimiento por cuanto la Iglesia ha recibido y de responsabilidad por la tarea que nos espera, atravesaremos la Puerta Santa, en la plena confianza de sabernos acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continúa sosteniendo nuestra peregrinación. El Espíritu Santo que conduce los pasos de los creyentes para que cooperen en la obra de salvación realizada por Cristo, sea guía y apoyo del Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el rostro de la misericordia».
«La entrañable misericordia de nuestro Dios»
El libro que tienes en tus manos, bajo este título: «La entrañable misericordia de nuestro Dios», te ofrece una meditación sobre la misericordia divina. Tiene tres ejes primordiales: (I) una invitación a beber en la fuente de la misericordia, que no es otra que el mismo misterio de la Santísima Trinidad que se acerca a nosotros en Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre ; (II) la contemplación gozosa del misterio de la Iglesia , la casa que habitamos y que nos abre su puerta, puerta de la misericordia en este Año Jubilar, y (III) la oferta del gesto supremo de la misericordia : la reconciliación de los pecadores y la celebración jubilar del perdón . (IV) Completamos esta meditación, y la hacemos especialmente cercana en las actuales circunstancias, con una reflexión sobre la familia, hogar y escuela de misericordia .
En la Introducción, motivamos la necesidad imperiosa de profesar y proclamar la misericordia, y reclamarla como centro de la actividad de la Iglesia. En el Epílogo, nos acogemos a la mirada de María, Madre de la misericordia y la invocamos con una oración de hondo sabor popular: «vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos».
Es un libro para la meditación personal y para reuniones de grupo . Al final de cada apartado se ofrece un breve Cuestionario para orar, reflexionar y trabajar en grupo.
Introducción
« Misericordiosos como el Padre es el lema del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos. Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme (Sal 70,2). El auxilio que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos» (Misericordiae vultus, 14).
«Date prisa en socorrernos»: esta súplica late, hoy, en el corazón de muchos y como un coro herido resuena en amplias partes de la tierra. Necesitamos la misericordia de Dios que viene a socorrernos como el mejor bálsamo para el corazón roto de una humanidad que tiene escrita, en su propia naturaleza, la promesa de bienaventuranza y aspira a la felicidad. La misericordia es el lazo de unión entre Dios y el hombre, «porque en la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio...» y abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado . La misericordia de Dios ensancha el corazón humano para que tenga acogida el amor infinito de nuestro Dios.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
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