WALTER KASPER
TESTIGO DE LA MISERICORDIA
MI VIAJE CON FRANCISCO
Conversaciones con Raffaele Luise
Herder
Título original: Testimone della Misecordia
Traducción: Antoni Martínez Riu
Diseño de portada: Purpleprint creative
Edición digital: José Toribio Barba
© 2015, Garzanti S.r.l, Grupo Mauri Spagnol, Milán
© 2016, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-3817-2
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Índice
INTRODUCCIÓN
Con la extraordinaria figura del papa Francisco, la Iglesia emprendió un camino de reforma y un giro de gran calado. El pontífice sudamericano ha diseñado una arquitectura, profundamente arraigada en los avances del concilio Vaticano II, de los procesos dinámicos abiertos sobre la reforma espiritual y estructural de la Iglesia, sobre la conversión pastoral del propio papado y la restauración radical del diálogo con el mundo y con la modernidad, cuyas consecuencias van a marcar toda una época. Sin embargo, la amplitud y la radicalidad del mensaje de Francisco han creado desconfianza y oposición dentro del Vaticano y en una parte de la jerarquía eclesiástica, suscitando también legítimas preguntas sobre el destino de este pontificado. Para echar luz sobre este camino complejo y, a pesar de lo que parece, no inmediatamente descodificable, no podíamos tener mejor guía que el cardenal Walter Kasper, el teólogo más eminente de la Iglesia de Roma, fiel colaborador del papa Francisco e inspirador del tema de la misericordia, que es el fulcro de todo el magisterio de Bergoglio y, por tanto, también inspirador de aquel itinerario sinodal sobre la familia, que es el banco de pruebas de todo el pontificado.
El cardenal Kasper nos guiará en la comprensión profunda de la figura de Francisco y nos iluminará desde dentro todos los aspectos de su pontificado, prestando especial atención al itinerario sinodal y al Sínodo ordinario de octubre de 2015, así como al siguiente y concatenado Año Santo de la Misericordia. En el trasfondo están las grandes cuestiones teológicas relacionadas sobre todo con el desafío del diálogo interreligioso e intercultural y con la reanudación del diálogo con la modernidad, interrumpido con la Ilustración.
Con el cardenal Kasper decidimos seguir, en nuestro largo coloquio que comenzó a finales de octubre de 2014 y que acabó en junio de 2015, el despliegue del pontificado y del camino sinodal, también con la intención de captar en directo toda la carga rompedora de un magisterio rico en sorpresas.
Pero en el coloquio con el cardenal Kasper también se esboza un retrato del purpurado alemán, figura avanzada de la Iglesia de Roma en el diálogo con las confesiones cristianas, las grandes religiones y las culturas del mundo; hombre de gran finura y calidad humana, intelectual y espiritual, y modelo de una fe no clerical y llena de humanidad.
Raffaele Luise
TESTIGO DE LA MISERICORDIA
Se respira un intenso fervor intelectual y espiritual en esta casa situada a dos pasos del Vaticano. Aquí, desde hace ya dieciséis años, vive el purpurado alemán que le ha inspirado a Francisco la idea que es la piedra angular de su pontificado: la misericordia. Con la misericordia, el papa Francisco intenta resituar el cristianismo en su fuente originaria, reabriendo la cuestión de Dios en la edad secular. En esa misma idea se inspira también el camino hacia una Iglesia sinodal: la mayor revolución que ha emprendido el Papa reformador.
De inmediato se percibe la existencia de una profunda sintonía entre el Papa «hijo del Sur» y este activísimo alemán de ochenta y dos años, evidente también en los rasgos y en un estilo de vida marcado por la normalidad. Sí, Francisco y Kasper son dos personas normales. Puede parecer obvio, pero no lo es, porque los jerarcas católicos van envueltos a menudo de un aura sacral. Y en la Curia romana, «última corte europea», como la ha estigmatizado Bergoglio, son muchos los clérigos que hay, de rostro austero «como pimientos avinagrados» —dijo también una vez el Papa argentino—, a los que Francisco no por casualidad diagnosticó, en la pasada Navidad, hasta quince patologías, desde el alzheimer espiritual hasta la esquizofrenia existencial y la sensación de omnipotencia.
Y normal es también —le gusta decir a Kasper—la monja alemana, alta y sonriente, que le atiende. «No tiene nada del piadoso devocionismo de ciertas monjas», observa divertido.
El sol se ha puesto ya tras la columnata de Bernini, y las primeras sombras vespertinas toman posesión, en este luminoso día de octubre, de la pequeña plaza de la Ciudad leonina, cerrada entre los muros vaticanos y el Passetto di Borgo. Un escorzo delicioso de la Roma papal que, quién sabe por qué, me recuerda un rincón de la Île-de-France parisina.
W ALTER K ASPER : En un mundo que prefiere la confrontación, el papa Francisco es el hombre del encuentro. No es un revolucionario en el sentido de «subversivo», como algunos medios lo presentan y algunos católicos temen. Es un conservador, pero un conservador inteligente, que sabe, lo mismo que Juan XXIII, que solo se puede mantener la herencia de la tradición si no se la entiende como moneda muerta, que pasa de mano en mano hasta consumirse, o como una hermosa pieza de museo, conservada en una vitrina. Si se quiere hablar de revolución, la suya es la revolución de la misericordia, una especie de revolución de la revolución, débil ante el mundo pero con una fuerza espiritual enorme.
R AFFAELE L UISE : Custodiar el fuego y no adorar las cenizas, como observó Bruno Secondin, citando a Gustav Mahler, en sus ejercicios espirituales predicados en la cuaresma pasada al Papa y a la Curia romana, a propósito de la auténtica tradición.
W ALTER K ASPER: Sí. El dicho de que no sirve transmitir las cenizas, sino el rescoldo encendido bajo ellas, se atribuye a Tomás Moro y después a Juan XXIII. En este sentido, el papa Francisco quiere remover las cenizas acumuladas durante siglos para que de nuevo brille el fuego del Evangelio. Y así, con su especialísimo lenguaje kerigmático (totalmente centrado en el anuncio del mensaje cristiano) y profético, echa luz sobre la cotidianidad y los grandes problemas de la humanidad, las alegrías y las angustias, las esperanzas y los deseos, las necesidades y la miseria, la culpa y la demanda de misericordia de la que todos dependemos. [El cardenal se detiene un momento, reflexiona y añade inmediatamente]. Pero, atención, la misericordia no es benevolencia barata, es la rachamim, derivada de rachem, el nombre hebreo para el útero. La misericordia da la vida; es esperar junto con Dios en favor de los hombres.
R AFFAELE L UISE: Cardenal Kasper: ¿por qué la Iglesia debería refundarse sobre la misericordia y no enrocarse, en un mundo que se ha hecho fluido, en la defensa de la doctrina tradicional? Aquella misericordia, decía el antiguo monje de la Iglesia siríaca del siglo VII , Isaac de Nínive, que es pasión movida por la bondad que se inclina hacia todos. Pero, esa pasión de bondad, ¿no niega, en definitiva, la justicia?
W ALTER K ASPER: La misericordia es el centro, el fulcro del mensaje bíblico, ya en el Antiguo Testamento, pero aún más en el Evangelio de Jesús. Es el arquitrabe de la Iglesia, como magníficamente la definió Francisco en la Misericordiae vultus, la bula de convocación del Jubileo dedicado a la misericordia. No se trata, por tanto, de una novedad, sino del mensaje auténtico de la Biblia, donde aparece la característica específica de nuestro Dios, que es precisamente misericordioso, frente a otras concepciones de Dios, sobre todo las abstractas de un Ser Supremo y Absoluto, que aun no siendo erróneas no expresan la plena verdad de la Biblia. Si la misericordia es una verdad bíblica, se sigue de ahí que no pueden ponerse en contraposición misericordia y verdad, y sobre todo que el Evangelio de la misericordia es la fuente de todas las doctrinas existentes en la Iglesia. Doctrinas que son verdaderas, y que a menudo se definen como infalibles, pero que deben interpretarse precisamente desde la perspectiva de la misericordia. El Papa habla de la «jerarquía de la verdad» y dice que el gozne sobre el que gira la verdad bíblica es la caridad de Dios. Por consiguiente, la misericordia constituye la hermenéutica de las demás verdades y de los propios mandamientos. En esta opinión, el papa Francisco no está solo, sino que actúa en plena continuidad con la tradición católica. Pensemos solamente en grandes santas como Catalina de Siena y Teresa de Lisieux. Por desgracia, la teología de los manuales a menudo ha olvidado la centralidad de la misericordia y ha declarado que primero está la justicia. Pero ya aquel genio teológico que fue santo Tomás de Aquino sostuvo esta visión. La teología de los manuales ha llegado incluso a oponerse a Jesús, que veía en la misericordia la justicia más elevada. En esta misma línea,