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¡Asómbrate!: Ante las maravillas de Dios
© 2013 por R. C. Sproul Jr. Todos los derechos reservados.
Originalmente publicado en inglés en 2012 como The Call to Wonder: Loving God Like a Child por Tyndale House Publishers, Inc., con ISBN 978-1-4143-5994-6.
Fotografía de la portada de las manos tomada por Stephen Vosloo. © por Tyndale House Publishers. Todos los derechos reservados.
Fotografía de la portada de la mariposa © Ocean/Corbis. Todos los derechos reservados.
Diseño: Jacqueline L. Nuñez
Edición del inglés: Susan Taylor
Traducción al español: Mayra Urízar de Ramírez
Edición del español: Mafalda E. Novella
Publicado en asociación con la agencia literaria de Wolgemuth & Associates, Inc.
El texto bíblico sin otra indicación ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.
Versículos bíblicos indicados con RVR60 han sido tomados de la Santa Biblia, versión Reina-Valera 1960. © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.
Versículos bíblicos indicados con RVA han sido tomados de la Santa Biblia, versión Reina-Valera Antigua.
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Sproul, R. C. (Robert Craig), date.
[Call to wonder. Spanish]
¡Asómbrate! : ante las maravillas de Dios / R.C. Sproul Jr.
pages cm
“Originalmente publicado en inglés en 2012 como The Call to Wonder: Loving God Like a Child por Tyndale House Publishers, Inc., con ISBN 978-1-4143-5994-6.”
ISBN 978-1-4143-7848-0 (sc)
1. Christian life. 2. Faith. I.Title.
BV4501.3.S665518 2012
248.4—dc23 2012042000
ISBN 978-1-4143-8292-0 (ePub); ISBN 978-1-4143-8293-7 (Kindle); ISBN 978-1-4143-8291-3 (Apple)
Build: 2013-01-29 10:44:45
Para Shannon Sproul, Princesa Feliz.
Papi te ama.
Y Jesús te ama.
Agradecimientos
DE MUCHAS MANERAS, este libro nació de la crianza de mis hijos. Es decir, quiero compartir con otros las lecciones que he aprendido de mis ocho hijos. El agradecimiento, entonces, tiene que comenzar con mi querida esposa. Mientras que mis hijos me demuestran cómo maravillarme, mi esposa es una maravilla. Las gracias también corresponden a cada uno de mis hijos. Cada uno de ellos es una alegría en nuestras vidas.
Sin embargo, no todos mis maestros son niños. Debo agradecer a dos de mis profesores universitarios, al doctor Andrew Hoffecker y al doctor James Dixon. Estos dos caballeros, pacientemente, le enseñaron al que alguna vez fuera el racionalista presbiteriano de corazón frío que el corazón de la fe cristiana es un corazón transformado, que el pensamiento sólido debe trasladarse de nuestra mente a nuestro corazón, y luego a nuestros dedos.
Aún mayores fueron los maestros que mis maestros me presentaron. Gilbert Keith Chesterton y Clive Staples Lewis aún me informan e inspiran. Cada uno, a su manera, respondió a la cosmovisión mecánica del modernismo/naturalismo no con argumentos fríos y abstractos, sino con palabras vivas, arraigadas en la Palabra viva. Cuando el cinismo llama a mi puerta, sé que la lectura de cualquiera de estos dos grandes hombres lo mandará de regreso.
También debo agradecer a mis colegas por ayudarme a llevar una pesada carga, y a mis estudiantes del Reformation Bible College, por su celo.
Estoy profundamente agradecido con Robert y Erik Wolgemuth, por su servicio valioso al dirigir, estimular y facilitar este proyecto. Es una gran bendición tener gente en nuestra esquina. De la misma manera, quiero agradecer a Susan Taylor y a Jon Farrar de Tyndale House. Su buen trabajo y tranquila actitud hicieron que este proyecto fuera una alegría.
Finalmente, Palestrina y Pachelbel, The Wintons y Sara Watkins, Andrew Peterson y Nathan Clark George proporcionaron la banda sonora de este libro.
R. C. Sproul Jr.
Día de Acción de Gracias 2011
Introducción
SIMPLEMENTE, esto no tendría que haber ocurrido. Tiendo más a ser una persona que piensa que una que siente. Así que, esa mañana, me tomó completamente por sorpresa el encontrarme llorando incontrolablemente. Si me hubieras preguntado esa mañana, sin duda te habría dado un cuidadoso discurso acerca de las diversas perspectivas de lo que ocurre cuando tomamos la Santa Cena. Sin embargo, en ese día, nada de eso importaba.
No me habían invitado para explicar nada. Más bien, se me había invitado a asistir y a participar. Nos invitaron a todos. El pastor nos recordó lo que Jesús les dijo a sus discípulos la noche en que lo traicionaron. Luego, fila por fila, nos acercamos para arrodillarnos a recibir el pan y el vino. Mi esposa y yo, que estábamos recién casados, caminamos al frente y nos arrodillamos. El pastor se movía a lo largo de la fila, como normalmente lo hace. Sin embargo, esta vez me fue obvio que no venía solo.
Permíteme explicar esto. Yo no tenía un sentido peculiarmente evidente de mi propio pecado. En mi imaginación no veía con claridad particular los clavos que traspasaban las manos de Jesús. Aun así, comencé a llorar incontrolablemente. Mi cuerpo comenzó a temblar. No es que fuera la primera vez que Jesús hubiera llegado a visitarnos a su propio banquete, la Santa Cena. Sin embargo, era la primera vez que su Espíritu había quitado las escamas de mis ojos. Jesús estaba allí conmigo. Tenía que ser él. ¿De qué otra manera podría haber sentido, inmediatamente, un temor agudo mitigado con el entusiasmo mismo del gozo? ¿De qué otra manera podría saborear yo esa creciente alegría que se multiplicaba con la pesadez del pavor?
Cuando llegó el momento de volver a nuestros asientos, mi esposa, confundida y más que un poco asustada, me sujetó y me llevó de regreso. El servicio terminó y cuando comenzamos a conducir a casa, ella cautelosamente me preguntó qué había ocurrido. Casi no la oí. La experiencia había terminado, pero en lugar de dejarme satisfecho, me dejó más hambriento de la presencia tangible de Dios en mi vida. Quería volver a revivir esos momentos.
En los años siguientes, comprendí que yo no podía convocar esas experiencias. El Espíritu de Dios no está a mi servicio ni a mi disposición, más bien se mueve adonde él quiere. No obstante, sí tuve otra vez esa experiencia, y nuevamente unos cuantos meses después. No había un calendario, ni manera alguna para determinar si o en qué momento volverían a ocurrir esos acontecimientos de claridad. Solo podía atesorar cada experiencia como una señal de que Dios estaba poderosamente conmigo, brindándome su amor y su guía.
A medida que pasaron los años, nuestra familia creció y, con el tiempo, planté una iglesia. Ahora me encontraba administrando la Santa Cena. Sin embargo, eso no era todo lo que había cambiado. Nuestra pequeña iglesia se congregaba en un edificio precario. No teníamos coro, ni órgano, ni cantantes de contrapuntos celestiales. No obstante, descubrí que Dios no se revela solamente en la ceremonia del servicio de una iglesia.
Fue otro domingo como muchos. Me encontraba al frente sirviendo la Santa Cena a la congregación. Luego de recordarles las palabras de Jesús la noche en que fue traicionado, comencé a servir a mi propia familia. Me incliné hacia mi amada esposa y le susurré: “El cuerpo de Cristo, quebrantado por ti,” y rompí a llorar allí mismo. Caí de rodillas, las lágrimas comenzaron a correr y la abracé, sintiendo que los mismos brazos de Jesús nos abrazaban a los dos. Logré trasladarme hacia mi primogénita, Darby, y, nuevamente, allí estábamos con Jesús a nuestro lado. Ella sintió mi abrazo desesperado, pero no tuvo miedo. Ella también supo que Jesús estaba allí. Me volteé hacia mi primer hijo, Campbell, que ya estaba llorando. Cuando lo abracé, le recordé que Jesús nunca lo dejaría, sin importar a qué batallas tuviéramos que enfrentarnos. Luego estaba Shannon, quien se preguntaba de qué se trataba todo ese lío. Su confusión por mi reacción no se debía a que no pudiera percibir la presencia de Jesús, sino porque ella siente su presencia mucho más de lo que yo jamás la sentiré, y así es para ella todos los días.