La
OBRA
de
CRISTO
Con guía de estudio
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org
ISBN 978-1-629461-89-2
Originally published in English under the title: The Work of Christ
© 2012 by R.C. Sproul 4050 Lee Vance View, Colorado Springs, Colorado 80918 U.S.A. This edition published by arrangement with Cook. All rights reserved.
©2019 Publicaciones Faro de Gracia.
Traducción al español realizada por Pamela Espinosa; edición de texto Paula Bautista diseño de la portada y las páginas por Francisco Hernández. Todos los Derechos Reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio—electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro—excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.
©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.
R.C. SPROUL
La
OBRA
de
CRISTO
Con guía de estudio
La Obediencia de Cristo
qué significa para mí
Contenido
PREFACIO
Cualquier niño de seis años que haya pasado algunas mañanas en la escuela dominical puede dar una respuesta precisa a la pregunta: “¿Qué hizo Jesús por ti?”. Generalmente ese niño dirá: “Jesús murió en la cruz por mis pecados”. Esa es una declaración profunda y verdadera, pero es solo la mitad del asunto.
Si Jesús solo necesitaba morir en la cruz para salvar a Su pueblo, podría haber descendido del cielo en forma de hombre la mañana del Viernes Santo, ir directamente a Gólgota, morir en la cruz, resucitar y volver a irse. Nuestro problema de pecado estaría resuelto. Él no necesitaba nacer de María en un establo, pasar por todas las pruebas y tribulaciones de crecer en este mundo caído, o soportar la enemistad de los líderes judíos durante Su ministerio.
Sin embargo, Jesús no vivió esos treinta y tres años para nada.
A fin de que Él cumpliera con los requisitos para ser nuestro Redentor, simplemente ir a la cruz y ser crucificado no era suficiente. Si Jesús solo hubiera pagado por nuestros pecados, únicamente habría logrado llevarnos de regreso al punto de partida. Ya no seríamos culpables, pero todavía no tendríamos absolutamente ninguna justicia para presentarnos ante Dios. Por tanto, nuestro Redentor necesitaba no solo morir, sino también vivir una vida de perfecta obediencia. La justicia que Él manifestó podría luego transferirse a todos los que depositaran Su confianza en Él. Al igual que mi pecado se transfiere a Cristo en la cruz cuando confío en Él, Su justicia se transfiere a mi cuenta a los ojos de Dios. Entonces, cuando me presente ante Dios en el día del juicio, Dios verá a Jesús y Su justicia, que serán mi resguardo.
Por Su obediencia, Él redimió a Su pueblo para la eternidad.
Es importante, entonces, que no minimicemos la obra de Cristo a lo largo de Su vida al enfocarnos demasiado en la obra de Cristo en Su muerte. Por tanto, mi propósito en este libro es ofrecer una breve descripción del paso de Cristo por este mundo, observando los principales eventos de Su vida y Su muerte para mostrar que Él cumplió una misión que duro toda una vida. Mi oración es que este libro les ayude a ver que, durante toda Su vida, nuestro Señor obró una salvación completa para Su pueblo amado.
R. C. Sproul
Sanford, Florida, octubre de 2011
1
ENCARNACIÓN
En teología, hacemos una distinción entre la persona de Cristo y la obra de Cristo por varias razones. Pero a pesar de que esa distinción es importante, nunca debemos permitir una separación, porque la persona de Cristo está íntimamente conectada a Su obra. Entendemos Su obra en gran medida desde la perspectiva de Aquel que hizo la obra. Visto a la inversa, la obra de Jesús revela mucho acerca de quién es Él. Por tanto, Su persona y Su obra pueden ser diferenciadas pero nunca separadas.
En los análisis sobre la obra de Cristo, muchas personas creen que lo más natural es comenzar con Su nacimiento. Sin embargo, la obra de Cristo comenzó mucho antes de Su nacimiento. De hecho, comenzó en la eternidad pasada, en lo que los teólogos llaman “el pacto de redención”. La palabra pacto aparece frecuentemente en la Biblia. Un pacto es un acuerdo entre dos partes. Existe el pacto de la Creación, el pacto de obras y el pacto de gracia. A medida que leemos las Escrituras, vemos que Dios hace pactos con Noé, Abraham y David, y luego hace el nuevo pacto. Sin embargo, muchas personas no están familiarizadas con el primer pacto de todos, el pacto de redención. Ese no fue un pacto que Dios hizo con los seres humanos. En cambio, el pacto de redención fue un pacto forjado en la eternidad entre las tres personas de la Deidad.
Distinguimos a las personas de la Deidad como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando examinamos el registro de la Creación en el Antiguo Testamento, vemos que toda la Trinidad, toda la Deidad, estuvo activamente involucrada en la Creación del universo. Pero no solo la Creación fue una obra trinitaria; también lo es la redención. En la eternidad antes de la Creación, el Padre inició el concepto de redimir la Creación que sabía que iba a caer. Él diseñó el plan de redención. Al Hijo se le encomendó la tarea de cumplir esa redención. Al Espíritu Santo se le dio la tarea de aplicar la obra de redención de Cristo al pueblo elegido de Dios. Es de vital importancia que entendamos que esta división de responsabilidades no implicaba ninguna imposición por parte del Padre o una lucha dentro de la Deidad misma. Por el contrario, el Padre, el Hijo y el Espíritu hicieron un acuerdo eterno que se conoce como el pacto de redención. Bajo este pacto, el Padre envió al Hijo y el Hijo estuvo absolutamente encantado de llevar a cabo la misión que el Padre le dio.
El apóstol Pablo resumió el alcance de la encarnación de Jesús cuando escribió: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo” (Efesios 4:8-10). Entonces, el ministerio de Jesús, que culminó con Su ascensión a la gloria para Su coronación como Señor de la Creación, comenzó con Su descenso. Él dejó Su hogar en gloria con el Padre y el Espíritu, y vino a este mundo por medio de la encarnación.
Del mismo modo, en la apertura de su Epístola a los Romanos, Pablo se identificó a sí mismo como un apóstol llamado por Dios y apartado para el evangelio de Dios, que, según dijo, fue “prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne” (Romanos 1:2–3). Así, Pablo comenzó su gran exposición del evangelio y la obra de Cristo con una referencia a que Jesús nació como descendiente de David. Esta referencia al nacimiento de Jesús nos lleva de inmediato al concepto de la encarnación.
EL NACIMIENTO DEL ENCARNADO
Lo importante sobre el nacimiento de Cristo, aquello que celebramos en Navidad, no es tanto el nacimiento sino la encarnación de Dios mismo. Encarnación es venir en la carne. En el prólogo de su evangelio, Juan primero distinguió entre el Verbo y Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios” (Juan 1:1a). Luego, en la siguiente afirmación, dijo que son lo mismo: “y el Verbo era Dios” (v. 1b). Al final del prólogo, escribió: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (v. 14a). En esta “encarnación”, Dios no sufrió repentinamente una metamorfosis para convertirse en un hombre, de modo que la naturaleza divina esencialmente dejara de existir o tomara una nueva forma. La encarnación no fue tanto una substracción sino una adición; la segunda persona eterna de la Trinidad asumió una naturaleza humana y unió Su naturaleza divina a esa naturaleza humana con el propósito de la redención.
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