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LO SUFICIENTEMENTE HOMBRE . Copyright © 2021 de Justin Baldoni. Todos los derechos reservados están bajo las Convenciones Internacionales y Panamericanas del Derecho del Autor. Al pagar las tarifas requeridas, se le ha otorgado el derecho no exclusivo e intransferible de acceder y leer el texto de este libro electrónico en pantalla. Ninguna parte de este texto se puede reproducir, transmitir, descargar, descompilar, realizar en ingeniería inversa, o almacenar o introducir en ningún sistema de almacenamiento y recuperación de información, de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico o mecánico, ahora conocido o inventado a continuación, sin el permiso expreso por escrito de los libros electrónicos de HarperCollins.
Título original: Man Enough
Publicado en inglés por HarperOne en 2021
Diseño de cubierta: Faceout Studio / Imagen de cubierta: John Russo
Copyright de la traducción de HarperCollins Publishers
PRIMERA EDICIÓN
Traducción: Eric Levit Mora
Este libro ha sido debidamente catalogado en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Edición digital AGOSTO 2021 ISBN: 978-0-06-311579-8
Versión 08252021
Print ISBN: 978-0-06-311578-1
Para mi padre.
Para mi hijo.
Para todos aquellos lo suficientemente valientes
como para emprender el viaje
entre su cabeza y su corazón.
Ustedes son suficiente.
Cuando empecé a abrirme públicamente respecto a mi exploración de la masculinidad, a menudo utilizaba la expresión «redefinir la masculinidad». Quería entablar un diálogo y crear un nuevo debate sobre cómo podemos expandir la definición de masculinidad para incluir a más de nosotros y de nuestras partes. Tras aquello, había un profundo anhelo de saber que yo estaba incluido, que no estaba solo, que tenía permiso para ser quien era —resuelto, sensible, resiliente, ambicioso, impulsivo, cabezón, emotivo, falible— sin perder mi sentido de pertenencia.
Todos los mensajes alrededor de lo que significa ser un hombre en este mundo habían creado una casilla —una definición de masculinidad— en la que, para encajar, debía librar una guerra contra mí mismo. No sólo debía anestesiar mis sentimientos, sino que también debía desconectarme de ellos. No sólo debía ignorar mis inseguridades y mi vergüenza, sino que debía despreciarlas. No sólo debía ponerme una máscara, sino que también debía ponerme toda una armadura para protegerme de los ataques. Pero al final, tras aprender a moverme por el campo de batalla y esquivar los envites, me di cuenta de que una armadura no sirve para protegerte de los ataques que vienen de tu interior, que redefinir la masculinidad sólo sirve para expandir el espacio entre la armadura y yo, no para quitármela.
Quiero quitarme la armadura.
No quiero redefinir la masculinidad.
Quiero desdefinirla.
Deshacer su significado.
Ojalá pudiera decir que el viaje ha sido divertido. Pero no. De todas formas, nunca había escrito un libro y, según tengo entendido, a nadie le parece divertido. Más bien, de alguna manera extraña y positiva, es todo lo contrario. Es como cuando le das tres bocados de más a una rica tarta de chocolate y te encuentras mal, pero también emocionalmente colmado porque era una tarta de chocolate. En ciertos sentidos, el proceso ha sido terapéutico y, en otros, sólo ha sido raro, complicado e incómodo. He descubierto traumas que no sabía que tenía que me han provocado emociones intensas. He batallado con mis motivos para escribir este libro y, sinceramente, con la duda de si debía escribirlo en absoluto.
Con el pasar de los días, los meses y los años, me descubría regresando a él constantemente para reescribir y actualizar mis puntos de vista y opiniones a medida que cambiaban en tiempo real. Creo que por eso ha sido una experiencia tan complicada y difícil para mí. ¿Cómo puedo escribir un libro sobre mi experiencia e ideas sobre la masculinidad cuando siento que mi experiencia e ideas cambian y evolucionan cada día?
En la industria del entretenimiento, a menudo bromeamos con que una película nunca está terminada, que sólo se estrena. ¿Y un libro? ¿Cómo carajo lo hacen los demás escritores? Las palabras son para siempre. No puedo retirarlas si mis opiniones o puntos de vista cambian. Si mi pensamiento evoluciona, si aprendo o leo algo que cambia mi perspectiva o pone en entredicho mi comprensión, no puedo regresar a actualizar mi libro. Llegado el momento, éste se convertirá en algo vivo, que respira, casi humano, casi como un hijo. Así que he aprendido a hacer las paces con la idea de que, aunque pueda terminar este libro en concreto, mi aprendizaje y mi crecimiento nunca lo harán. Y será así hasta mi último aliento.
Éstas no son mis memorias, sino una exploración muy personal que trata de plasmar mi perspectiva, utilizando historias personales y a menudo incómodas (al menos para mí), sobre lo que ha significado para mí ser un hombre y sobre lo que podría significar potencialmente si cambiamos un poco nuestra idea de la masculinidad. Como es algo tan personal, me ha obligado a enfrentarme a la parte codependiente de mí que quiere gustarle a todo el mundo, que quiere sentirse aceptada y que quiere que la gente crea que lo que tengo que decir es «profundo», «interesante» y el resto de las palabras de afirmación que me entrarán por una oreja y saldrán por la otra porque, por más que me aplaudan, me costará creerlas de verdad. Sin embargo, no tendré ningún problema en hacerles caso a las otras, a las negativas, a las crueles, a las que refuercen que tenía razón, que quizá no debería haber escrito este libro. Las que me obliguen a preguntarme: ¿qué tengo que ofrecer?
Gracias a la terapia he aprendido que pongo en duda mi valía porque mi inseguridad está sostenida por una idea que he formado y en la que he creído, con la que me han lavado el cerebro, que han proyectado sobre mí y que ha sido reforzada socialmente cada día de mi vida desde que tengo memoria. Esta idea es que, de alguna forma, en el fondo, quien soy, como hombre, como amigo, como hijo, como padre, como hermano, como marido, como emprendedor, como atleta, como X, sencillamente... no es suficiente.
¿Suficiente qué? ¿Cuánto es suficiente? ¿Cómo sabemos si es suficiente? ¿Quién decide qué es suficiente? ¿Con qué estándares me estoy comparando?
A veces, desearía que pudiéramos —aunque fuese sólo durante un día— ser auténticos los unos con los otros. Sólo por un día. Decir lo que pensamos y pensar lo que decimos. Ojalá pudiéramos exponer nuestros sueños y miedos mejor guardados, los más secretos y protegidos. Un día de vulnerabilidad, de apertura, de verdadera libertad, en el que pudiéramos mostrarnos tal como somos —bellos, complicados, jodidos y perfectamente imperfectos— y ver cómo nuestras debilidades más grandes se convierten en nuestras mayores fortalezas. Un día en el que no sólo la gente, sino todos los líderes y las naciones del mundo hicieran lo mismo. Donde, por una vez, nos diéramos cuenta de que, no sólo no tenemos ni idea de qué hacemos aquí, sino de que, ante todo, si pretendemos descubrirlo algún día, debemos apoyarnos los unos en los otros. Lo más probable es que este sueño nunca se cumpla, pero no significa que tú y yo no podamos predicar con el ejemplo, que no podamos practicarlo y, como con cualquier otro comportamiento, empezar la socialización transmitiéndoselo a las futuras generaciones, incluso si no lo hacemos a la perfección.
«Perfecto». Creo que nunca me ha gustado esa palabra. Pero «imperfecto» sí que me gusta. Hay algo en ella que siempre me ha atraído, algo con lo que he conectado. Irónicamente, también se ha convertido en algo que a menudo marco como objetivo de gran parte de mi trabajo. Sea en la forma en la que ruedo mis películas o en el desorden con el que intento gestionar mis redes sociales, la imperfección tiene algo que hace poco se ha convertido en mi meta. A lo mejor es porque, durante mucho tiempo, sentí que no era suficiente y convertir la imperfección en mi meta fue una forma en la que podía aceptar, y lidiar con, mis propias imperfecciones. O quizá fue porque me di cuenta de que la verdadera perfección es inalcanzable y que, como creyente en Dios, en un poder superior, en el universo, creo que la perfección, curiosamente, existe en las imperfecciones.