A todas las mujeres que viven con un miedo que no es suyo, pero que luchan y se transforman cada día, porque no están solas.
A la legión desarmada y silenciosa de millones de hombres buenos que siempre estuvieron y que florecen en cada rincón del planeta, acompañados de mujeres inmensas.
A Celia González, mi madre, luchadora y valiente. Y a Manuel Bacete, mi padre, un hombre bueno.
P RÓLOGO
APRENDER A SER FELICES
K IRMEN U RIBE
Escribo este prólogo desde la Universidad de Iowa, invitado a su residencia internacional de escritores. Mi estancia aquí va a ser más corta de lo habitual (en vez de tres meses voy a quedarme seis semanas) porque he de volver a mi casa a estar con los míos.
La sola idea de estar tres meses sin mis hijos se me hacía insoportable, ya que, siendo escritor, tengo la suerte de pasar con ellos mucho tiempo en casa, llevarlos a la escuela, recogerlos, jugar con ellos, y leer juntos cada noche. Pero no solo eso. Era prácticamente imposible que mi mujer se ocupara de ellos durante esos tres meses, ya que trabaja fuera de casa y sale muy temprano para volver muy por la tarde.
Al explicarle a la responsable de la universidad por qué mi estancia era más corta, ella me respondió: «Me encanta que los hombres se ocupen de los hijos. Es algo que cualquier mujer podrá comprender completamente. Acepto la idea de que estés tan poco tiempo por esa razón. Aunque es una pena, ya habrá más oportunidades».
No esperaba una respuesta así y me gustó lo que dijo. Primero, que el cuidado de los hijos y lo que conlleva ha sido una labor exclusiva de las mujeres y ya era hora de que nosotros nos ocupásemos. Segundo, que ya habrá más oportunidades. Porque muchas veces pensamos que el mundo se acaba mañana, que no podemos dejar pasar ninguna oportunidad para seguir avanzando en nuestras carreras. Sin embargo, eso mismo es lo que han hecho durante mucho tiempo las mujeres, renunciar a sus carreras profesionales para centrarse en la familia. Renuncias que han sido grandísimas y definitivas en numerosos casos. Pero si somos los dos los que renunciamos un poco cada uno, los dos podremos progresar y sentirnos satisfechos con nosotros mismos y con nuestras parejas.
Sin lugar a dudas, lo que verdaderamente pasa rápido y sin dejar otra oportunidad es la infancia de los hijos. Crecen muy rápido, y yo personalmente he de decir que disfruto sobremanera al estar junto a ellos, aprendo mucho, quizá más que ellos conmigo, y trato de tener una actitud activa en su educación. Me parece que a menudo los padres (y esta vez hablo del género masculino) preferimos dejar que el tiempo pase, que nuestros hijos crezcan casi por sí solos.
Para cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde.
Conozco a Ritxar Bacete desde hace muchos años, desde los años noventa, cuando estalló la guerra de los Balcanes. Coincidimos en las movilizaciones antibelicistas y en el movimiento de objeción de conciencia. Ritxar ha estado siempre trabajando para conseguir un mundo un poco más humano, más habitable. Y ahora, está metido de lleno en este movimiento de nuevos hombres que quieren aprender, que no quieren repetir errores pasados (aunque es inevitable que cometamos algunos), que quieren una relación más justa con sus parejas y las mujeres en general.
Como dice la escritora Carolin Emcke en su afamado libro Contra el odio, son los pequeños detalles los que marcan la diferencia, por lo que es necesario «no dejarse confinar en la tranquilidad de la escena privada, en la protección que brindan el propio refugio o el entorno más próximo. El movimiento más importante tal vez sea salir de uno mismo y dirigirse hacia los demás para reabrir juntos los espacios sociales y públicos».
Es lo que este libro ayudará a hacer.
Ser más justos no es renunciar a nada. Es aprender a ser felices.
O, por lo menos, yo soy más feliz así, y por ello volveré a casa a mitad de residencia en Iowa.
Porque son los pequeños detalles los que marcan la diferencia.
INTRODUCCIÓN
¡A las almas!
¡¡Alto!!
He dicho a las almas, no a las armas.
Al enemigo hay que curarlo,
no eliminarlo.
No hay que vencerlos,
ni convencerles,
hay que hacerlos amigos.
G LORIA F UERTES , Mujer de verso en pecho
Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.
C ONCEPCIÓN A RENAL
Tienes en tus manos un libro tan imperfecto como inacabado, parcial, deudor y esperanzado. Optimista por convicción política y personal. Es una obra imperfecta porque está escrita por un hombre que también lo es. Un hombre que duda, que se equivoca mucho y que, cuando es capaz y tiene el ego a la altura que requieren las circunstancias, reconoce sus propios errores, escucha a quienes piensan diferente, aprende y trata de cambiar. Y este hombre soy yo.
Quiero aclarar que este ensayo no es una contribución neutral. Apuesto, sueño y trabajo cada día por la igualdad de mujeres y hombres, y esto, sin duda, condiciona mi mirada. Lo hago desde un convencimiento aún en estado de maduración, contraste y crecimiento, desde el reconocimiento de las aportaciones y bondades de las mujeres y los feminismos, en las que encontramos lo mejor para un mundo herido que parece desmoronarse, pero en el que merece la pena seguir confiando. Apuesto, también, por poner en valor a aquellos hombres buenos que construyeron la historia, y a los que cada día empujan el presente en clave de paz, amor, justicia, cuidados compartidos y compasión.
Basta recordar las vidas de nuestras abuelas para dimensionar los logros en materia de igualdad. Pero también es evidente que nos queda muchísimo camino por recorrer para conseguir una equidad real, efectiva, entre mujeres y hombres: los intolerables feminicidios a lo largo y ancho del planeta, la violencia contra las mujeres en todas sus formas y dimensiones, la desigualdad económica, el acoso callejero, los machismos de baja intensidad, las dobles jornadas. Y, por otro lado, la legitimación de la violencia que ejercemos los hombres, nuestra sobrerrepresentación en todos los ámbitos de poder o nuestra secular desconexión con las emociones siguen siendo y generando una realidad doliente, global e inaceptable.
Este libro pretende ser un pequeño faro para acompañar a los hombres que, como yo, están en tránsito hacia otros modelos de masculinidad por convencimiento, por justicia o, simplemente, porque han tomado conciencia de que a nosotros también nos va la vida en ello. Sin pretender victimizarnos, sabemos que los varones vivimos de media siete años menos que las mujeres, tenemos muchas más posibilidades que ellas de sufrir un acto de violencia protagonizado por otro hombre, de tener un accidente laboral o de tráfico. Somos legión entre las personas que logran suicidarse, abarrotamos las cárceles, los albergues para personas excluidas, los centros de desintoxicación, lideramos el ranking de personas con lesiones medulares, etc. Por todo ello y mucho más también nos interesan, y en gran medida, los cambios personales y políticos que podemos aprender a crear y transitar de forma colaborativa desde los valores de la igualdad, el diálogo con las mujeres y con otros hombres y los feminismos. Sin duda, podemos y debemos hacerlo: We Can Do It!