Coral Herrera es doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual, experta en teoría de género (feminismos, masculinidades, teoría queer), ha trabajado como consultora de comunicación y género en organismos internacionales como Unesco, ILANUD y AECID, y actualmente trabaja en UNED Costa Rica y en el Observatorio de Medios y Comunicación Centroamericano (GEMA). También coordina el Laboratorio del Amor, una red social de mujeres y un taller permanente en torno a los estudios sobre las relaciones amorosas desde una perspectiva de género. Escribe en su blog desde hace siete años y colabora en diversos medios de comunicación como Mente Sana o Pikara Magazine. Ha sido profesora e investigadora en la Universidad de la Sorbona en París, en la Universidad Carlos III de Madrid y ha publicado varios libros, entre los que destacan La construcción sociocultural del amor romántico (Fundamentos, 2010) y Más allá de las etiquetas (2011) y Mujeres que ya no sufren por amor (2018). Además, ha participado en varios libros colectivos e imparte conferencias en congresos internacionales sobre comunicación y género.
INTRODUCCIÓN
¿Disfrutan los hombres del sexo y del amor? Esta es la gran pregunta que me ha venido rondando por la cabeza desde que publiqué mi libro Mujeres que ya no sufren por amor. Nosotras llevamos décadas trabajando los patriarcados que nos habitan, y las relaciones con nosotras mismas, entre nosotras y con los hombres, pero ¿qué están haciendo ellos mientras nosotras crecemos, evolucionamos y nos liberamos del machismo?, ¿cómo se sienten ante todos los cambios sociales, políticos, económicos, culturales, sexuales y emocionales que está consiguiendo la lucha feminista en todo el planeta?, ¿qué aportan ellos a esta transformación?, ¿cómo reaccionan ante la pérdida de sus privilegios?
Este nuevo libro está lleno de preguntas en torno a la construcción de la masculinidad patriarcal y a las masculinidades disidentes, la manera en que los hombres se relacionan consigo mismos, con los demás hombres y con las mujeres, su forma de gestionar las emociones y los sentimientos, y su relación con el amor romántico. Son preguntas que pueden ayudar a los hombres que se lo trabajan y a los que tienen ganas de ponerse a ello pero no saben cómo. Las preguntas nos sirven para analizar la cultura en la que vivimos y para conocernos mejor a nosotros mismos: son herramientas muy útiles para hacer autocrítica amorosa y para trabajarse todo aquello que hemos de trabajar para ser mejores personas y para disfrutar más de nuestras relaciones, y de nuestras vidas.
Los hombres están, en este momento, en una encrucijada histórica: tienen ante sí la oportunidad de unirse a la lucha por un mundo más pacífico, amoroso, igualitario, diverso y ecológico, o pueden seguir como están, atrincherados en sus posiciones, resistiéndose a formar parte de una de las mayores revoluciones que están teniendo lugar en este momento de la historia.
El feminismo nos está cambiando la vida a millones de personas, pero ¿son capaces los hombres de disfrutar de estos cambios?, ¿por qué muchos de ellos siguen resistiéndose a luchar por la igualdad y por los derechos de las mujeres?, ¿tienen herramientas y capacidad de autocrítica para poder analizar el lugar que ocupan en el mundo, y su papel en una sociedad patriarcal?, ¿se sienten preparados para los cambios que están por llegar?
¿Cómo son las relaciones de los hombres con el feminismo? Poco después de la revolución feminista de los sesenta y los setenta, algunos hombres empezaron a juntarse para hablar de todos estos temas, y para trabajarse los patriarcados que les habitan a nivel personal y colectivo. Desde que surgieron en los años ochenta del siglo XX, los estudios de masculinidades han ido cobrando cada vez más importancia. En los años noventa esta corriente se convirtió también en un movimiento social y político que aún hoy en día sigue siendo muy minoritario, pero que ya está extendido en muchos países. Cada vez hay más grupos de hombres trabajándose los patriarcados, cada vez son más los que apuestan por unirse a los avances de la lucha feminista y los que ya están contribuyendo a este proceso de transformación colectiva.
Estos colectivos de hombres están hablando de cómo les afecta el patriarcado, cómo obedecen los mandatos de género, cómo aprenden a ser hombres, cómo aprenden a reprimirse y a mutilarse emocionalmente, cómo se cuidan y cómo cuidan a los demás. Escriben en revistas, crean blogs, organizan congresos y jornadas, toman y ofrecen talleres, se reúnen en círculos de hombres, organizan concentraciones contra la violencia machista en las plazas de las ciudades, elaboran comunicados, participan en espacios feministas, hacen ciberactivismo en redes. Son los hombres feministas, o los aliados del feminismo, o los hombres igualitarios, pero son una minoría.
La gran mayoría de los hombres están un poco confusos con esta revolución de las mujeres en la que no pueden ser los protagonistas. No saben si ponerse a favor o en contra. Se liga más poniéndose a favor, pero parece que lo de revisar sus privilegios y sus patriarcados les da pavor. Muchos creen que el feminismo puede feminizarles y quitarles su poderío viril.
Esta confusión provoca que muchos reaccionen a la defensiva ante el empoderamiento femenino al suponer que conforme ellas ganan derechos, ellos pierden privilegios. Muchos creen que se trata de una guerra de sexos, cuando en realidad lo que estamos viviendo es una auténtica guerra contra las mujeres. Nosotras vamos desnudas a la guerra, y nos atacan a golpes, hachazos, tiros, navajazos, martillazos y empalamientos. El lugar más peligroso para las mujeres, según el último informe sobre violencia machista de la ONU, es el hogar. Nos atacan en casa, nuestros novios, pretendientes, maridos y exmaridos. Nos matan a diario, en todos los países del mundo: 137 mujeres mueren cada día a manos de algún miembro de su familia.
El feminismo no ha matado a nadie, el machismo mata todos los días. Y, sin embargo, los hombres que se sienten amenazados por la revolución feminista no se han puesto a pensar en cómo les encadena a ellos el patriarcado, cómo les limita, como les oprime, cómo les hace sufrir. Tampoco se han puesto a pensar en cómo su patriarcado afecta a los demás, y, en especial, a las mujeres de su entorno, porque hacerlo conllevaría tener que cambiar y transformar sus vidas.
En general, la gente no es capaz de comprender la estructura patriarcal en la que vivimos porque no nos hablan de ella, y muchos creen que es un invento de las feministas para intentar dominar a los hombres. En la escuela sí nos enseñan lo que es el capitalismo, pero no nos hablan del patriarcado, lo que nos deja un gran vacío a la hora de entender cómo funciona nuestro sistema económico y cómo son nuestras relaciones.
El patriarcado es la estructura social, política, económica, cultural, sexual y emocional en la que vivimos y nos relacionamos con los demás. Es una estructura jerárquica en la que los hombres ocupan la parte superior de la pirámide y las mujeres la parte inferior: el mundo patriarcal está basado en las luchas de poder, la explotación de las mujeres y la violencia.
Es imposible vivir el amor como una experiencia gozosa en esta estructura patriarcal: es muy difícil construir relaciones igualitarias basadas en el compañerismo porque nos han educado para relacionarnos desde roles de dominación y de sumisión y para ejercer nuestro poder desde cualquiera de las dos posiciones. Así las cosas, resulta muy complicado quererse bien y disfrutar del sexo y del amor.
Los hombres patriarcales están obligados a ser fuertes, duros, proveedores principales, protectores, y a competir y tener éxito, a ganar todas las batallas, a reprimirse, a mutilar sus emociones, a demostrar constantemente su virilidad. Ser un hombre obediente es agotador, porque la mayor parte de sus energías la dedican a sus luchas de poder, a sus demostraciones de fuerza y virilidad, a su necesidad de imponerse sobre los demás.