© Francisco Fernández-Carvajal, 2013
© Ediciones Palabra, S.A., 2013
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Diseño de cubierta y maquetación: Raúl Ostos
Portada: Beato de Liébana, Biblioteca Nacional de España
Edición en ePub: José Manuel Carrión
ISBN: 978-84-9840-961-1
Todos los derechos reservados.
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PRÓLOGO
«Es importante aquello en lo que creemos, pero más importante aún es aquel en quien creemos». Esta afirmación del papa Benedicto XVI refleja que para un cristiano su fe se basa en fiarse de Jesucristo, porque es él el definitivo fundamento, la roca sobre la que se edifica la vida cristiana.
Creer en el Evangelio es creer que Jesús, además de ser un judío hijo de María,.
Por tanto la humanidad de Cristo, que nos resulta tan conmovedora y atractiva, dejaría de ser el centro de nuestros pensamientos y afectos, el motor y la meta de nuestra vida, si nos olvidáramos de quién es realmente Jesús y lo redujésemos a uno de los grandes personajes de la humanidad, o incluso a un gran profeta. Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, le contesta Simón Pedro cuando Jesús.
Y esa vida de Cristo, que nace en Belén, tiene una vida anterior, eterna como el Verbo, que ya estaba sigue siendo la vida de un Dios que nos ama hasta el extremo con su corazón manso y humilde, que anhela estar cerca de cada uno de nosotros y que, misteriosamente, se conmueve con nuestra fe, agradecimiento y amor.
¿Cabe imaginar una relación más grande y apasionante de la que podemos tener con un Dios así? ¿Con un Dios que se llama hermano, amigo y alimento nuestro, y que nos ha demostrado su amor hasta dejarse crucificar por nosotros? Creer en Jesucristo lleva consigo, por tanto, poner en práctica una relación de familiaridad con Dios: Padre nuestro, Amigo nuestro, Huésped de nuestra alma.
Al reflexionar en esa misteriosa cercanía de Dios, que nos revela la figura de Jesús, podemos preguntarnos: ¿Cómo puedo conocer y amar más a Jesucristo? ¿Qué tengo que hacer para ser mejor amigo suyo? ¿Cómo debo actuar para estar más cerca de él y llenarme de su amor? ¿Qué me falta para descubrir que nadie ni nada me puede dar la felicidad que Jesús me ofrece?
A estas preguntas, y a otras muchas más, responden estas consideraciones, escritas por un sacerdote que tantas veces ha sido capaz de facilitarnos con sus libros que podamos escuchar y hablar con ese Dios que es Jesús. Los lectores de Palabra conocen a don Francisco Fernández-Carvajal porque son millones los que han disfrutado de sus libros sobre Jesús y el trato con él, publicados en castellano y en otras lenguas; saben de su estilo claro y preciso, de la ternura y emoción que despierta cuando subraya un rasgo, una palabra, una mirada de Jesús al contemplar su figura incomparable.
En este libro centrado en Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, verdadero Dios, además de verdadero hombre, el lector encontrará una Cristología escrita con sencillez, capaz de despertar deseos de acercarse más y más al misterio de Cristo, que no es otro que el del amor sin límites de Dios a los hombres, a cada uno de nosotros.
Pero no es posible que uno se sienta amado hasta el extremo y permanecer indiferente, aislado en ese mundo egocéntrico que es tan aburrido, que fabricamos artificialmente cuando vivimos de espaldas a Dios. La luz y el sentido de aventura, el esfuerzo y la grandeza de servir, de colaborar con Dios, depende de que imitemos la vida de Jesús, que nos propone su vida como ejemplo, como senda para llenar de sentido y eficacia todas las horas de nuestra existencia.
Conocer más a Cristo.
El lector encontrará en estas páginas, escritas con fe y amor a Jesucristo, una gran ayuda para entrar en contacto con la Verdad que es Jesús, y también la alegría de descubrir cómo podemos compartir la vida con quien es la Luz que nos ilumina y nos guía hasta la Vida eterna. Por eso, no es este un libro para leerlo una sola vez, sino para saborearlo y meditarlo habitualmente, cuando necesitemos la cercanía de quien siempre nos ama y quiere ayudarnos.
Juan José Espinosa.
NOTAS
Homilía, 26-5-2006.
Cfr. 1 Jn 4, 8-10.
Mt 16, 15-16.
Jn 14, 6.
Jn 1, 1-3.
Discurso, 5-6-2006.
NOTA DEL AUTOR
Hace ya algunos años, una revista americana de gran tirada realizaba una encuesta en la que, entre otras preguntas, se podía leer la siguiente: «¿Qué persona ha influido más en su vida?».
Un conocido político declaraba de modo contundente:
—Jesús de Nazaret.
Y añadía:
—Él cambió mi corazón.
Sería para mí, y para todos, un enorme gozo y un gran bien que la lectura de estas reflexiones en torno a Jesús de Nazaret nos ayudaran eficazmente a cambiar el nuestro, tan necesitado de conversión. Jesucristo jamás ha defraudado a ninguno que se haya acercado a Él con rectitud, anchura de alma y afán de conocer la verdad. Él tiene siempre para todos una mirada acogedora, que invita a reemprender el camino en su compañía.
* * *
Al finalizar la redacción de este libro me siento impulsado a dar gracias a Dios por todo lo que en estas páginas se recoge. Puedo decir que han sido un verdadero regalo suyo. Mi agradecimiento especial a san Josemaría Escrivá, a quien tuve la gran suerte de conocer y de quien aprendí a tratar a Jesús de Nazaret como se trata a un amigo. Mi gratitud se dirige también a cuantos me han aconsejado y ayudado a tomar decisiones e incluso a seleccionar algunas citas y a buscar determinados textos. Entre esas personas destaca de modo particular la colaboración de la periodista Carmen Riaza, que de modo desinteresado me ha prestado una ayuda valiosísima. No puedo olvidar a José Benito Cabaniñas, que me animó a redactar estos comentarios en una de tantas excursiones por la sierra de Madrid; no olvido a Francisco Fernández Soler que cuidó con esmero, como siempre, la realización material del libro, a Raúl Ostos, autor de la portada. No puedo olvidar a Dolores Lanzas, que, entre otras ayudas, verificó las citas (más de novecientas) de la Sagrada Escritura, que forman el sustrato del texto.
A ellos y a cuantos me han ayudado les pido que lo sigan haciendo con su oración, para que sepa vivir cuanto en estas páginas aconsejo.
El Señor es el fin de la historia humana,
punto de convergencia hacia el cual tienden
los deseos de la historia y de la civilización,
centro de la humanidad,
gozo del corazón humano
y plenitud total de sus aspiraciones.
Él es Aquel a quien el Padre resucitó,
exaltó y colocó a su derecha,
constituyéndolo juez de vivos y de muertos.
Mientras está en la historia
es el centro y el fin de la misma:
Yo soy el Alfa y la Omega,
el Primero y el Último,
el Principio y el Fin.
Ap 22, 13.
C. D. F. Declaración Dominus Iesus, n. 15.
1. LA GRAN NOTICIA
El ángel les dijo: No temáis;
mirad que os anuncio una gran alegría,
que lo será también para todo el pueblo.
Lc 2, 10
En el tiempo de Jesús existía en Israel un clima muy vivo de espera y esperanza en la llegada del Mesías. Las autoridades religiosas advertían signos y señales de su inminente aparición; estaban a punto de cumplirse las antiguas. Sus razones tenían.