Annotation
"Karl Jaspers, uno de los fundadores de la corriente filosófica que se conoce con el nombre de existencialismo y a la vez uno de los pensadores guía de nuestro tiempo, nos ofrece en estas páginas una historia del camino que cumplió para acercarse a su particular visión de la verdad.
'El profesor Schilpp -dice Jaspers- me solicitó que relatara cuáles fueron las circunstancias de mi vida que me hicieron tomar el camino del filosofar, en busca de qué lo he recorrido y cuál ha sido el proceso subyacente a la composición de mis escritos. Tarea procedente me apreció ésa para un hombre viejo, por lo menos. Pues la filosofía, como obra espiritual, en sus rasgos y motivaciones está, después de todo, determinada por las peripecias de una vida.'
En las páginas de este libro el lector asistirá de tal suerte no sólo al desenvolvimiento curioso de una personalidad de excepción, sino también a la visión de los luminosos maestros y de los tiempos difíciles que contribuyeron a forjarla."
KARL JASPERS
AUTOBIOGRAFIA
FILOSÓFICA
Versión castellana
PABLO SIMON
SUR
BUENOS AIRES
Título del original alemán:
PHILOSOPHISCHE AUTOBIOGRAPHIE
Editado por R. Piper - Co. Verlag, München
© 1958 by KARL JASPERS, Basel
© 1964 by EDITORIAL SUR S.A., Buenos Aires
Tapa de
ESTEBAN MÁS
Generado con: QualityEbook v0.64
Palabras preliminares
E L profesor Schilpp me solicitó que relatara cuáles fueron las circunstancias de mi vida que me hicieron tomar el camino del filosofar, en busca de qué lo he recorrido y cuál ha sido el pro ceso subyacente a la composición de mis escritos. Tarea procedente me pareció ésa para un hombre viejo, por lo menos. Pues la filosofía, como obra espiritual, en sus rasgos y sus motivaciones está, después de todo, determinada por las peripecias de una vida.
Lo está aun en el caso de una vida que, como la mía, ha sido simple y discreta; que no encierra nada que sea de interés general o, en todo caso, solamente tiene el interés que toda vida humana puede tener para seres humanos.
Aun cuando en la realidad de la vida no hay nada que no guarde relación con la filosofía, me circunscribo a lo que cobró significación para mis escritos, y aun dentro del campo así delimitado hago una selección. Así, pues, sólo trato de unas pocas de las vivencias que gravitaron o hallaron eco en mis escritos. Y no hablo de las personas a quienes debo mucho porque en la amistad con ellas se me reveló su íntimo ser, sino únicamente de aquellas cuyo pensamiento influyó por modo inmediato en mi labor.
Tampoco doy una exposición global de las ideas expresadas en mis escritos, ni menos su fundamentación. Sólo en parte las consigno; y no trato de ellas en forma sistemática. Son interpretadas como reacciones a situaciones existenciales, mas con el propósito de destacar su sentido universal.
1. INFANCIA Y JUVENTUD.
N ACÍ el 23 de febrero de 1883 en Oldemburgo, cerca de la costa del Mar del Norte. Mi padre (1850-1940) perteneció a una familia de comerciantes y agricultores que desde generaciones atrás ha estado radicada en la comarca de Jeverland. Fue jurista, Jefe de Distrito y más tarde director de un Banco, desempeñándose siempre con circunspección, lealtad y devoción al deber. Mas sus ocupaciones dilectas eran la pintura y la caza. Por su ejemplo y por sus juicios en momentos decisivos me crió en el espíritu de la razón y la responsabilidad. Mi madre (1862-1941) descendía de un linaje de campesinos establecidos desde tiempos inmemoriales en Butjadingen. Su infinito amor transfiguró la niñez y ulterior vida de sus hijos. Su carácter indómito nos alentó; la actitud comprensiva con que más allá de todos los convencionalismos acogía nuestros afanes fue para nosotros una fuente de estímulo y nos desenvolvimos amparados en su sabiduría.
En el colegio, choqué con el director, pues me negaba a acatar ciegamente disposiciones que me parecían insensatas. Desde temprana edad mi padre me tenía acostumbrado a obtener res puestas a mis preguntas y a no tener que hacer nada sin antes haber comprendido su porqué, así fuera el poder suasorio propio de lo procedente. Aleccionado así por mi padre, sostenía que debía distinguirse entre el orden de la enseñanza y la disciplina militar, que a mi juicio debía quedar excluida de la escuela. Según un día me declaró solemnemente el director, en mi actitud se expresaba el espíritu de la oposición, característica de mi familia, que él debía repudiar. Culminó el conflicto cuando me negué a ingresar en una de las tres asociaciones de colegiales autorizadas por el director (calcadas sobre el modelo de las asociaciones de estudiantes), alegando que traducían una discriminación según la posición social y la profesión de los padres y no se basaban en amistad personal. Mis compañeros de clase, después de haberme asegurado que comprendían mi actitud, de hecho la repudiaron también. Cuando un amigo mío pasó conmigo una semana en la montaña, su asociación le exigió que rompiera conmigo, amenazándolo con la expulsión. Me consultó al respecto y le aconsejé seguir en la asociación. Así lo hizo. El director, por su parte, me dijo que los profesores me vigilarían. Me quedé solo. Para compensarme lo perdido, mi padre arrendó un extenso coto de caza. En adelante, me era dable pasar a sabor mis ratos libres en el variado marco de un paisaje espléndido.
Cabe reseñar sucintamente los jalones externos de mi ulterior vida. Una vez bachiller, durante tres semestres estudié derecho, después medicina. En 1908 rendí el examen oficial y al año siguiente me recibí de doctor. Luego fui asistente científico voluntario en la Clínica de Psiquiatría de Heidelberg. En 1913 pasé a ser, allí, profesor suplente de psicología en la Facultad de Filosofía y en 1921, tras haber declinado sendos llamamientos desde Greifswald y Kiel, profesor titular de filosofía. En el año 1928, no acepté una cátedra que se me ofreció en la Universidad de Bonn. En 1937 el Estado nacionalsocialista me privó de mi cátedra en Heidelberg, a la cual fui reintegrado ocho años después, con la aprobación de las autoridades de ocupación estadounidenses. En el año 1948, por último, acepté un llamamiento de la Universidad de Basilea.
La historia interior de mi juventud es, a grandes rasgos, la siguiente: A los 17 años leí obras de Spinoza, quien pasó a ser mi filósofo dilecto. Pero no resolví hacer de la filosofía el objeto de mis estudios y mi profesión, sino que estudié derecho, con miras a hacerme abogado y actuar como tal en la vida práctica. Al mismo tiempo, empero, el desengaño que causaban en mi ánimo las abstracciones referidas a la vida social, que sin embargo aún no conocía, me llevaba a interesarme en la poesía, el arte, el teatro, la grafología. Así mariposeaba entre las cosas, sintiéndome desgraciado en medio de tanta dispersión, pero sin que faltaran momentos de felicidad deparados por el goce de lo sublime, particularmente en el dominio del arte.
Estaba yo descontento de mí mismo y de las condiciones en que se desenvolvía la sociedad, de las ficciones consagradas en su seno. En lo más profundo de mi ser sentía que algo debía andar mal conmigo mismo y con el mundo. ¡Qué bello y portentoso, en cambio, era el otro mundo, el de la naturaleza, el arte, la poesía, la ciencia! Privaba en mí, a pesar de todo, una fundamental afirmación de la vida, inculcada por padres queridos y amparada por su amorosa solicitud. Era una senda privada la de mi iniciación en la vida.
Gocé con la soledad en el marco de naturaleza no hollada por el hombre: en el valle suizo de Engadina y en la costa del Mar del Norte. Me extasié en la contemplación de lo bello en Italia. Mis viajes quedaron jalonados por experiencias inefables.