y no me importa lo que digan por allí.
pues muchas veces me han robado ellos a mí.
y a mucha gente le da para subsistir.
y no me importa si tengo que morir.
si nos descubren abrimos otras dos.
y que los pobres se jodan por allí.
Palabras preliminares
Realizar esta investigación periodística implicó transitar por caminos muy difíciles. Una vez más, comprobé que los peores enemigos de la prensa son los funcionarios públicos envilecidos por el poder y la ambición, quienes no tienen límites para construir sus emporios personales, cimentados siempre en la corrupción.
Debo reconocer que por momentos llegué a plantearme la posibilidad de abandonar la elaboración de este libro. Sin embargo, seguí adelante al recordar que a pesar de los embates en su contra el periodismo sigue siendo una profesión noble, esencialmente humana. Y frente a una sociedad lacerada, herida, como la nuestra, el periodismo tiene un enorme compromiso.
Quien me recordó todo esto fue un hombre cabal, un hombre “laborioso” —como él mismo se definió en alguna ocasión— que en cada uno de sus textos periodísticos siempre ofrecía una lección de rigor y dedicación. En su modo de ejercer este oficio nos dejó una enseñanza de congruencia, recordando en todo momento el deber del periodista, su obligación moral.
Este libro ve la luz gracias a su ejemplo y a su consigna de que “hay que dar cumplimiento” al derecho que tienen todos los mexicanos de conocer a fondo la administración que se hace de su principal empresa, Pemex, de saber cuál es realmente la situación en que se encuentra y cómo el gobierno es el responsable de lo que está ocurriendo.
A unos días de ponerle punto final, conversábamos que el primer ejemplar sería para usted, maestro Miguel Ángel Granados Chapa. No fue posible. Cuánta falta hará a este país que tanto le debe. Cuánta falta al periodismo, en qué orfandad nos deja.
El 14 de octubre de 2011, escribió su columna por última vez. Con la misma entereza y lucidez con que siempre se condujo, se despidió de sus lectores: “Ésta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”. Y, generoso, nos regaló un mensaje esperanzador:
“Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias, y otras formas de hacer que renazca la vida permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete”.
Gracias, maestro, por las lecciones de vida. Gracias, maestro, por las palabras de aliento. Gracias por recordarme el deber del periodista.
A su memoria.
A NA L ILIA P ÉREZ
17 de octubre de 2011
Prólogo
Petróleos Mexicanos, la empresa más importante del país y un símbolo de identidad nacional, ha sido invadida por el crimen organizado. Sus viejas estructuras tradicionales, afectadas por la corrupción, han sido ocupadas por las redes que operan directamente para la delincuencia.
La irrupción del crimen organizado en Pemex ha convertido a la paraestatal en un campo de batalla donde se levantan retenes, se expropian predios, se ocupan derechos de vía e incluso se controla el acceso a sus instalaciones. Los grupos delictivos han tomado el control de algunos pozos y han convertido al país, entre otras cosas, en un centro de abasto de condensado que se vende de forma ilegal en Estados Unidos y Europa.
No hay duda, la empresa más importante del Estado mexicano está atenazada por un nuevo estadio de corrupción. Ése es el eje rector de El cártel negro, una estrujante y reveladora investigación de Ana Lilia Pérez.
Si queremos medir los alcances del presente libro, es necesario conocer antes algunos datos acerca de la prolongada batalla de la autora para obtener la información que aquí expone.
En su condición de ciudadana, Ana Lilia solicitó información puntual a Pemex sobre incidentes vandálicos y actos de terrorismo que habían ocurrido en las instalaciones de la paraestatal conforme se había difundido en algunas versiones públicas. La reticencia de la institución a entregar lo solicitado fue notable. En un primer momento, Pemex le aseguró a la periodista que esa información era inexistente; más adelante planteó una negativa, explicando que la solicitud estaba fuera del marco de la ley.
Frente a esta circunstancia, Ana Lilia presentó una inconformidad ante el Instituto Federal de Acceso a la Información ( IFAI ). En consecuencia, el organismo citó en sesiones separadas a las partes: por un lado, Pemex debía exponer los argumentos que sustentaban su negativa a proporcionar la información, y por otro, la ciudadana tendría que ratificar su derecho a recibirla.
De acuerdo con funcionarios del IFAI , un equipo de 10 abogados de Pemex se presentó ante el pleno del instituto para convencer a los comisionados de que la información debía mantenerse en reserva, pues de lo contrario “se pondría en riesgo la seguridad nacional”. Además, se supo que los representantes legales llegaron a plantear que la solicitante “no tenía límite”, que ya había presentado muchas solicitudes y que hacía “uso excesivo” del derecho a la información.
Finalmente, Ana Lilia Pérez ganó la batalla, y una buena parte de ese triunfo está contenido en este libro. Resulta significativo que muchos de los documentos entregados venían marcados con tinta negra con el claro objetivo de suprimir información. No obstante, lo que se pudo rescatar es sustantivo y revelador de la grave problemática de descomposición en Pemex.
Siete meses después de hacer la solicitud, Pemex entregó la información por mandato del IFAI . Ana Lilia recuerda ese día, cuando tuvo que acudir a uno de los imponentes edificios ubicados en la avenida Marina Nacional de la Ciudad de México, sede de la petrolera.
Un militar fue el encargado de proporcionarle los archivos. El ambiente era eléctrico. Se sentía la hostilidad y un aroma de reclamo. La menuda figura de la periodista apenas podía sostener, físicamente, las siete grandes carpetas que le fueron entregadas. Recorrió sola, tambaleante, con los siete volúmenes, los metros que separaban el escritorio donde el militar le entregó el material del elevador que la llevaría al piso de salida de las oficinas de Pemex. En su recorrido, le retumbaron las preguntas del militar: “¿Para qué pidió eso? ¿Qué va a hacer con eso? ¿Para qué lo pidió, si no sabe qué va a hacer con eso?”
Por supuesto, la periodista sabía muy bien para qué había pedido eso, y aquí está el libro para demostrarlo.
Entre otros asuntos, descubrió que entre 2001 y 2011 Pemex fue objeto de más de 40 mil “incidentes”. Durante ese periodo, el jurídico de la paraestatal presentó 2 mil 611 denuncias por ordeña y tomas clandestinas, pero sólo 15 concluyeron en sentencia.
Por otra parte, en julio de 2008, la Dirección General de Pemex reconoció, de manera oficial, el robo de hidrocarburos como uno de los principales desafíos de la empresa. Tan grande es este problema que resulta equiparable, según Pemex, con la caída en la producción petrolera de Cantarell en la Sonda de Campeche.
Asimismo, se tienen datos sobre la internacionalización de la ordeña de ductos. Desde 2008, “en las líneas de Chiapas y Veracruz comenzaron a detectarse vehículos de Guatemala involucrados en la sustracción de hidrocarburos en las regiones fronterizas del sureste”.