bell hooks es una escritora, feminista y activista que trata en sus escritos aspectos de raza, clase social y género. Abanderada de la interseccionalidad, es autora de numerosos clásicos feministas y en 2014 se fundó el bell hooks institute en su honor. Entre sus libros destacan: Feminist Theory (Pluto, 2000), El feminismo es para todo el mundo (Traficantes de Sueños, 2000), Talking Back (Routledge, 2014) y Breaking Bread (Routledge, 2016).
Gloria Jean Watkins nació en 1952 en Hopkinsville, Kentucky, y adoptó el pseudónimo de bell hooks en honor a su bisabuela, una mujer célebre por decir lo que pensaba. hooks se licenció por la Stanford University, cursó un master en la Universidad de Wisconsin y se doctoró por la Universidad de California, Santa Cruz.
bell hooks (1988) / Fotografía: Montikamoss
¿Acaso no soy yo una mujer?
Mujeres negras y feminismo
bell hooks
Traducción de Gemma Deza Guil
Autora bell hooks
Traducción Gemma Deza Guil
Corrección Sonia Berger
Diseño de colección Rosa Llop
Imagen de cubierta Lorna Simpson
Producción del ePub Bookwire
Edición consonni
C/ Conde Mirasol 13-LJ1D
48003 Bilbao
www.consonni.org
Primera edición en español:
septiembre de 2020, Bilbao
eISBN: 978-84-16205-60-8
Edición original: Ain’t I a Woman. Black women and
Feminism, South End Press, 1981
© 2015 by Gloria Watkins. All Rights Reserved.
Authorised translation from the English language
edition published by Routledge, a member of the
Taylor & Francis Group.
© 2020, de la traducción, Gemma Deza Guil
© 2020, de la edición, consonni
Imagen de cubierta:
Lorna Simpson, Older Queen, 2017
© Fotografía de James Wang
© Lorna Simpson. Courtesy of the artist and Hauser & Wirth
consonni es una editorial con un espacio cultural independiente en el barrio bilbaíno de San Francisco. Desde 1996 producimos cultura crítica y en la actualidad apostamos por la palabra escrita y también susurrada, oída, silenciada, declamada; la palabra hecha acción, hecha cuerpo. Desde el campo expandido del arte, la literatura, la radio y la educación, ambicionamos afectar el mundo que habitamos y afectarnos por él.
Para Rosa Bell, mi madre,
que de niña me explicó que en el pasado había
escrito poemas
y que yo había heredado la pasión por la lectura y
la escritura de ella.
Índice
Prefacio a la nueva edición (2015)
Siempre he sabido que quería ser escritora. Desde que era niña, los libros me han permitido asomarme a mundos distintos al que me resultaba más familiar. Cual territorios exóticos e ignotos, los libros estaban repletos de aventuras y presentaban otras maneras de pensar y de ser. Y lo que es más importante, me aportaban una perspectiva diferente que casi siempre me obligaba a salir de mis zonas de confort. Me asombraba que los libros pudieran ofrecerme una perspectiva distinta, que las palabras de una página pudieran transformarme y cambiar mi forma de pensar. Durante mis años de estudiante universitaria, el movimiento feminista de la época ponía en tela de juicio los roles de género definidos y reclamaba el fin del patriarcado. En aquellos emocionantes años, tal replanteamiento de los géneros se conocía como «la liberación de la mujer». Y como yo nunca había tenido la sensación de encajar en los conceptos sexistas tradicionales de cómo debía ser y qué debía hacer una mujer, me sumé con entusiasmo a la liberación de la mujer con la voluntad de crear un espacio de libertad para mí misma, para las mujeres a quienes quería y, en general, para todas las mujeres.
Mi intensa implicación en la difusión de la conciencia feminista me obligó a plantearme la realidad de la diferencia de raza, clase y género. Y, así, tal como me había rebelado contra las nociones sexistas del lugar que ocupa la mujer, también cuestioné los planteamientos del lugar que ocupan las mujeres y de su identidad que propugnaban los círculos de liberación de la mujer, porque no encontraba mi hueco en el seno del movimiento. Mi experiencia como mujer negra joven no estaba reconocida. Mi voz y las voces de mujeres como yo no se escuchaban. Y lo que es más importante, el movimiento me había revelado lo poco que sabía de mí misma y del lugar que ocupaba en la sociedad.
No podría identificarme de verdad con aquel movimiento mientras mi voz no se escuchara. Pero antes de pedirles a los demás que me escucharan tenía que aprender a escucharme a mí misma y descubrir mi identidad. Asistir a cursos de estudios femeninos me había revelado lo que la sociedad espera de las mujeres. Había aprendido mucho acerca de las diferencias de género, del sexismo y del patriarcado y acerca de cómo estos sistemas modulaban los papeles de la mujer y su identidad, pero, en cambio, apenas descubrí nada sobre qué papel se asignaba a las mujeres negras en nuestra cultura. Para comprenderme como mujer negra, para entender el lugar asignado a las mujeres negras en esta sociedad, tenía que explorar más allá de las cuatro paredes de las aulas, más allá también de los numerosos tratados y libros que mis camaradas blancas estaban escribiendo para explicar la liberación de la mujer y para ofrecer modos de pensamiento nuevos y alternativos acerca del género y del lugar de la mujer.
Si quería forjar un espacio para las mujeres negras en aquel movimiento revolucionario que reclamaba la justicia de género, tenía que entender mejor qué lugar ocupábamos en la sociedad en su conjunto. Y aunque estaba aprendiendo muchísimo acerca del sexismo y de cómo el pensamiento sexista conformaba la identidad femenina, no me enseñaban nada acerca de cómo la raza influía también en su modelación. En las clases y en los grupos de concienciación, cuando llamaba la atención acerca de las diferencias creadas en nuestras vidas por la raza y el racismo, mis camaradas blancas, ansiosas por formar lazos basados en nociones compartidas de sororidad, solían tratarme con desdén. Pero allí estaba yo, una joven negra y atrevida procedente del Kentucky rural, insistiendo en que había diferencias importantes que daban forma a las experiencias de las mujeres blancas y las negras. Mis esfuerzos por entender dichas diferencias, por explicar y transmitir su significado, sirvieron de trabajo preliminar para la escritura de ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo.
Empecé a investigar y escribir mientras estudiaba la licenciatura. Y me asombra pensar que han transcurrido ya más de cuarenta años desde que empecé mi trabajo. En un principio, mis investigaciones toparon con el rechazo de una editorial. En aquel entonces nadie se imaginaba que pudiera haber un público para un libro acerca de las mujeres negras. En general, era más habitual que los negros denunciaran la emancipación de la mujer, por considerarla una reivindicación de las mujeres blancas. En consecuencia, las mujeres negras que se apuntaron con entusiasmo al movimiento quedaron aisladas y desconectadas del resto de la población negra. Con frecuencia éramos la única persona negra en círculos predominantemente blancos. Y sacar a colación el tema de la raza se consideraba un intento de desviar la atención de la política de género. No sorprende, por consiguiente, que las mujeres negras tuviéramos que crear un corpus teórico aparte en el que pudiéramos aglutinar nuestro entendimiento de la raza, la clase y el género.