Libros Mentores - Resumen Completo: Fragilidad Blanca (White Fragility)--Basado En El Libro De Robin Diangelo

( WHITE FRAGILITY)

Dentro de la sociedad estadounidense late una profunda contradicción alrededor de la raza como una construcción social. En la actualidad, todavía se necesita enfrentar la realidad de que a los blancos les resulta difícil hablar sobr e racismo.

Algunas de las ideologías fundamentales de la sociedad estadounidense conllevan que aquellos que se identifican como blancos adquieran un conjunto de patrones de comportamiento racistas que ni siquiera pueden percibir porque están ya muy norma lizados. De hecho, al abordar el tema del racismo, reaccionan de una manera demasiado emocional e impiden que haya una discusión que hoy en día es aún necesaria.

Para comprender qué es la fragilidad blanca, primero debemos entender qué es el racismo y qué entendemos socialmente como “raza”. En la historia de Estados Unidos en particular, la raza ha cumplido la función de justificar la esclavitud y las desigualdades extremas que se han dado entre las personas de ascendencia europea y las de ascendencia africana, a pesar de que la creación idealizada de dicha nación se inspiró en un concepto de igualdad entre todos los seres humanos.

Los estadounidenses de hace cuatr o siglos recurrieron a la ciencia racial que, aunque en realidad no era una ciencia, les permitió afirmar que los afroamericanos eran inferiores por naturaleza estadounidenses mientras que los blancos eran superiores. Esta falsa premisa otorgó la justificación para que los afroamericanos tuvieran menos derechos y privilegios.

Sobra decir que proporcionar a las élites americanas de una excusa conveniente para practicar la esclavitud es todo menos loable, pero la ciencia racial se aceptó durante siglos porq ue generó una fuente barata de trabajo y remarcó aún más las diferencias de clase en beneficio de los más pudientes.

La raza como la conocemos va mucho más allá de una verdad biológica; es una construcción social y cultural que enseña a los miembros de de terminada sociedad a tratar de manera específica, para bien o para mal, a distintos grupos de personas.

Aunque se nos ha hecho creer que las características de una raza son determinadas por la genética, esto no es así. Sí, existen diferencias físicas entre las diferentes razas, como el color de la piel y la forma de los ojos, pero nada tienen que ver con los rasgos de personalidad o el valor intrínseco de un individuo.

Los atributos físicos solo reflejan las geografías a las que se adaptaron los antepasados de los seres humanos en las distintas partes del planeta, y no tendrían por qué usarse para explotar a un grupo por el beneficio de otro.

El racismo, la creencia de que una raza en particular es superior o inferior a otra, ha llevado a muc hos a pensar que los rasgos sociales y morales de una persona están predeterminados por sus características biológicas. Una gran falacia.

El racismo se da cuando un grupo racial tiene más poder que otro grupo y lo usa en su contra de manera sistemática co mbinando el prejuicio racial y la discriminación. Un sistema racista significa que el grupo más poderoso ha incorporado sus prejuicios raciales en sus leyes, instituciones, políticas y normas con el fin de discriminar al grupo menos poderoso o minoritario.

¿Cómo es la lógica detrás del racismo?

Todo comienza con los prejuicios raciales, es decir, cuando prejuzgamos a otros en función del grupo racial al que pertenecen. Esto nos lleva a idear generalizaciones que carecen de evidencia empírica, pero que a un así nos llevan a aceptar afirmaciones superficiales como “si esta persona tiene ese color de piel, entonces debe ser violenta”.

La discriminación se da cuando hacemos efectivos esos prejuicios contra otra persona. Algunos de los ejemplos más comunes s on ignorar, excluir, ridiculizar, amenazar o violentar a otro ser humano por creerlo inherentemente malo o inferior solo por sus características físicas, en este caso.

Cualquier persona de cualquier grupo racial puede tener prejuicios que la lleven a disc riminar racialmente a otros; de hecho, los negros también pueden tener prejuicios y discriminar a los blancos en ciertas ocasiones, pero esto jamás será racismo. ¿Por qué?

Los negros carecen de un sistema de opresión racial porque no tienen el poder para convertir sus prejuicios raciales en racismo; sus actos de discriminación, cuando los hay, son sucesos aislados y tiene más que ver con sentimientos individuales que con todo un sistema naturalizado.

Para entenderlo mejor, veamos este caso real: los negro s nunca han podido implementar políticas que les prohíban a los blancos comprar casas en vecindarios predominantemente negros, mientras que los blancos sí han adoptado esas políticas legales a lo largo de la historia. Así pues, los hechos comprueban que los negros pueden tener prejuicios y discriminar a los blancos, pero no pueden ser racistas porque existe un enorme desequilibrio de poder en el que ellos salen perdiendo.

Esta justificación falsa de la superioridad blanca comenzó con los discursos de varios líderes políticos e intelectuales del siglo XVIII, quienes comenzaron a afirmar de manera pública que los africanos eran biológicamente inferiores y una raza apta para la esclavitud. Incluso se llegó a afirmar que Dios así lo había dispuesto.

De hecho, la religión misma estaba organizada mediante un paradigma jerárquico en el que Dios estaba la cima de la pi rámide, seguido por los ángeles, luego los humanos y demás seres vivos; esto era una prueba irrebatible de que la desigualdad era un designio divino.

La clasificación de personas entre “negras” o “blancas”, aunque se formule con facilidad, no es algo sencillo. Por lo general, se denomina como blancas a las personas de ascendencia europea y como negras a las de ascendencia africana. A su vez, esta “oposición” se convirtió en marcadores de superioridad e inferioridad social.

La consecuencia histórica fue que la desigualdad entre los blancos y los negros se filtró en los códigos legales de los Estados Unidos hasta abarcar las realidades sociales, culturales, políticas y económicas también.

Hoy en día, los resultados de ese racismo más explícito todavía se pueden ver en las disparidades masivas que persisten: los estadounidenses más ricos son todos blancos, el 96% de los gobernantes son blancos, el 90% de los congresistas son blancos, el 84% de los profesores universitarios son blancos y el 100% de los asesores militares son blancos.

Además, casi todos los productores culturales también son blancos, por lo que los programas de televisión, los álbumes de música y los libros que se publican reflejan en su mayoría solo la realidad blanca.

No obstante, el tér mino “blanco” tiene su propia larga historia; antes, solo se aplicaba a ciertos grupos étnicos exclusivos de Europa, y es asombroso notar que irlandeses e italoamericanos no fueron considerados como blancos hasta el siglo XIX.

Los distintos grupos de inmigrantes, aunque eran en su mayoría europeos, pasaron por muchos desafíos para ser vistos como blancos: tuvieron que asimilarse a la cultura blanca estadounidense, que implicaba aprender inglés y dejar atrás lo más que pudieran de sus idiomas y tradiciones.

Posteriormente, el sistema legal estadounidense pulió y reforzó lo que llegaría a ser el término “blanco”. Así, ya incluso entrados en el siglo XX, los tribunales estadounidenses se dedicaban a dictaminar quiénes entraban a la designación y quiénes no; en aquel entonces, los armenios lograron ser reconocidos como blancos, pero los japoneses continuaron siendo excluidos.