APÉNDICE II — JAUJA
El año cincuenta —y, antes del 60 (no recuerdo la fecha)— acabé de leer meditadamente el gran tratado de Kirkegord «Postdata definitiva no científica a las Nonadas Filosóficas». después de haber leído otras obras menores para alcanzar su comprensión. El libro me fascinó (o más elegante me impactó) de tal modo que ese mismo día escribí el poema kierkegordiano JAUJA, el mejor de los míos (esto quizá no sea decir mucho) con una facilidad no ordinaria, como si alguien me lo dictase.
Uso allí la alegoría de un viaje arriscado por mar a una de las Islas Afortunadas para corporizar el «Itinerarium Mentis» del místico danés; como Fray Juan de Yepes usó la de una subida a una montaña, Santa Teresa el ingreso a la cámara más íntima de un palacio, el Inglés Bunyan el de un viaje a pie plagado de obstáculos y peripecias alegóricas; y así otros poetas místicos.
La escrición del poema, que va aquí en apéndice, me dejó la impresión de que el danés me había ayudado, como se lo pedí, lo cual significaba que se había salvado y estaba con Dios, lo cual se puede tener por superstición (y Uds. caros lectores pueden tenerlo) pero en mí es convicción soberana.
El poema comienza:
JAUJA
Yo salí de mis puertos tres esquifes a vela
Y a remo a la procura de la Isla Afortunada
Que son trescientas islas, mas la flor de canela
De todas es la incógnita que denominan Jauja
Hirsuta, impervia al paso de toda carabela
La cedió el Rey de Rodas a su primo el de León
Solo se aborda al precio de naufragio y procela
Y no la hallaron Vasco de Gama ni Colón.
Rompí todas mis cosas implacable exterminio
Mi jardín con sus ramos de cedrón y de arauja
Mis libros de Estrabonio de Plutarco y de Plínio
Y dije que iba a América, no dije que iba a Jauja.
Pinté verdes los cascos y los remos de minio
Y las velas como alas de halcón y de ilusión
Quedé sin rey ni patria, refugio ni dominio
Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón.
Muchas veces la he visto, diferentes facciones,
Diferentes lugares, siempre la misma Jauja
Sus árboles, sus frondas floridas, sus peñones
Sus casas, maderamen del más perito atauja.
Su señuelo hechicero de aromas y canciones
Enfervecía el celo de mi tripulación,
Mas desaparecían sus mágicas visiones
Apenas la ardua proa tocaba el malecón.
La he visto entre las brumas la he visto en lontananza
A la luz de la luna, y al sol de mediodía
Con sus ropas de novia de ensueño y esperanza
Y su cuerpo de engaño decepción y folia.
Esfuerzo de mil años de huracán y bonanza
Empresa irrevocable pues no hay volver atrás
La isla prometida que hechiza y que descansa
Cederá a mis conatos cuando no pueda más.
Surqué rabiosas aguas de mares ignorados
Cabalgué sobre olas de violencia inaudita
Sobre mil brazas de agua con cascos escorados
Recorrí la traidora pampa que el sol limita.
Desde el cabo de Hatteras al golfo de Mogados
Dejando atrás la isla que habitó Robinson
Con buena cara al tiempo malo y trucos osados
Al hambre y los motines de la tripulación.
Me decían los hombres serios de mi aldehuela
«Si eso fuera seguro con su prueba segura
También me arriesgaría, yo me hiciera a la vela—
Pero arriesgarlo todo sin saber es locura…»
Pero arriesgarlo todo justamente es él modo
Pues Jauja significa la decisión total
Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo,
Es la fórmula única para hacerla real.
Sí estuviera en el mapa y estuviera a la vista
Con correos y viajes de ida y vuelta y recreo
Eso sería negocio, ya no fuera conquista
Y no sería Jauja sino Montevideo.
Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista,
Jauja no es una playa Hawaii o Miramar.
No la hizo un matemático sino el Gran Novelista
Ni es hecha sino para marineros de mar.
Las gentes de los puertos donde iba a bastimento
Risueñas me miraban pasar como a un tilingo
Yo entendía en sus ojos su irónico comento
Aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.
Doncellas que querían sacarme a salvamento
Me hacían ojos dulces o charlas de pasión—
La sangre se me alzaba de sed o sentimiento
Mas yo era como un Sísifo volcando su peñón.
Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero
Que buscaron los grandes y han encontrado pocos
El naufragio es seguro y es la ley del crucero
Pues los que quieren verla sin naufragar, son locos—
Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife
Seca la ropa y todos los bagajes en paz
Cuando sólo se arriba lanzando al arrecife
El bote y atacando desnudo a nado el caz.
Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando
Y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna;
La he visto muchas veces de mi puente de mando
Al sol de mediodía o a la luz de la luna.
Mis galeotes de balde me lloran ¿Cuándo, cuándo?
Ni les perdono el remo, ni les cedo el timón.
Éste es el viaje eterno que es siempre comenzando
Pero el término incierto canta en mi corazón.
ORACION
Gracias te doy Dios mío que me diste un hermano
Que aunque sea invisible me acompaña y espera—
Claro que no lo he visto, pretenderlo era vano
Pues murió varios siglos antes que yo naciera
Mas me dejó su libro que, diccionario en mano,
De la lengua danesa voy traduciendo yo
Y se ve por la pinta del fraseo baquiano
Que él llegó, que él llegó.
APÉNDICE I — EXISTENCIALISMO
Dije una vez que Dios mandó con K., un mensaje contra el ateísmo, y que un avestruz lo tragó, digirió y convirtió en ateísmo; he aquí el existencialismo ateo.
La filosofía terminó con Hegel, a saber, la «filosofía moderna» que comienza con «De Las Cartas o Descartes». Hegel llevó esta filosofía, separada o profana a su cúspide, como él lo dijo, y es verdad. Hizo un «Sistema» completo y cerrado, admirablemente arquitecturado, que viene a ser como el Sistema de Aristóteles invertido: Aristóteles se fundó sobre el SER y por ende, el principio de contradicción; Hegel se funda sobre el DEVENIR, o sea el movimiento; de modo que ambos son del todo incompatibles. K. detuvo a Hegel para siempre, retirándole simplemente la base; por eso pude titular yo paradojalmente «De K. a Tomás de Aquino».
Hegel no tuvo ni tiene discípulos, anoser se quiera nombrar tal a Heidegger —creo que no se puede. De él surgió en lo teórico la elaboración del ateísmo —Feuerbach— y en lo práctico el comunismo de Marx; y dentro del cristianismo la herejía del Modernismo, que sigue hasta ahora: sigue y crece.
Todo el resto se volvió filosofía religiosa, que es lo mismo: los contrarios están en el mismo plano. O sea, la filosofía retrocedió a sus orígenes a una fusión con la religión, como fue la filosofía griega y la de San Agustín y la de Santo Tomás: «Ancilla theologiae».
¿Saldrá desto una nueva filosofía; o sea una restauración acrecentada de la filosofía perenne? No lo sé. Mi parecer es negativo; o sea que el pensamiento se centrará en una lucha a muerte entre el ateísmo y el cristianismo católico: una lucha con todas armas, incluso el poder político. Pero yo no soy profeta, de modo que esta predicción no la puedo dar por segura.
Por ahora lo que podemos hacer es examinar la cumbre actual de ese ateísmo que es Sartre.
Existencialismo ateo.
Jean Paul Sartre es un literato hábil que en la filosofía no tiene nada que hacer: su libro de filosofía o metafísica « L’Etre et le Neant» subtitulado «Suma filosófica del existencialismo» es un curioso mamotreto compuesto con gran oscuridad en torno de tres contradicciones —como veremos.
Su obra literaria compuesta de dramas y novelas es literatura perversa, cínica y blasfema. Es un hombre que tiene odio personal a Dios; y no sólo a Dios sino al género humano. Hoy día lleva el cetro de la impiedad en Francia.