Cubierta
Bert Hellinger
El centro se distingue por su levedad
Traducción de
Sylvia Gómez Pedra
Herder
www.herdereditorial.com
Portada
Diseño de la cubierta: Claudio Bado y Mónica Bazán
Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez
© 1996, Kösel - Verlag GmbH & Co., Múnich
© 2002, Empresa Editorial Herder, S.A.
© 2013, de la presente edición, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-3186-9
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Índice
A modo de introducción
Estimados lectores,
quisiera darles algunas indicaciones de cómo se hallan relacionadas las conferencias e historias aquí publicadas. Todas ellas se encuentran al final de un largo desarrollo, ofreciendo una síntesis esencial de mi pensar y de mi hacer hasta el día de hoy.
A principio de los años ochenta empecé a mirar más detenidamente cuáles eran los efectos cuando las personas afirmaban que seguían a su conciencia. Me di cuenta de que muchos de los que se remitían a su conciencia decían o hacían algo que descalificaba o dañaba a otros. Así vi que la conciencia no sólo estaba al servicio del bien, sino también al servicio del mal. Por tanto, empecé a sospechar del gran respeto que nuestra cultura manifiesta por la conciencia. Asimismo me pareció sospechoso que el esclarecimiento occidental no hubiera tocado en absoluto a la conciencia, y muchas ideas religiosas que antaño habían sembrado miedo y terror, ahora me parecían transferidas a la conciencia, donde seguían intocables como un tabú.
Con el tiempo me di cuenta de que la conciencia era algo normal y corriente, algo impulsivo; que, al igual que otros impulsos, desempeñaba un papel importante para crear y asegurar nuestras relaciones dentro de determinados límites, y que fuera de estos límites fracasaba, ya que más allá de los límites del grupo reducido, la conciencia justifica incluso los actos más viles, convirtiéndose en una fuerza terrible, por ejemplo, en las guerras.
Así, pues, los fines nobles que se le adjudicaban a la conciencia como instancia moral, pronto se me revelaron como los fines de un grupo aislado que, con la ayuda de la conciencia, procuraba justificar la superioridad del propio grupo frente a otros grupos, con todas las consecuencias negativas que de ahí resultaban para las relaciones entre estos grupos. Por tanto, había motivos fundamentados para examinar más detenidamente los efectos de la conciencia en el seno de los diversos grupos, y entre los mismos.
Estrechamente unidos a la conciencia se encuentran los sentimientos de culpa y de inocencia. También en este sentido es curioso que muchos de los actos fatales frecuentemente produzcan un sentimiento de inocencia, y los actos buenos, un sentimiento de culpa. Así entendí que los sentimientos de inocencia y de culpa únicamente son útiles en el marco de determinados límites, y que inocencia y culpa no son lo mismo que bueno y malo. También aquí empecé a mirar más detenidamente. Vi que existían muchas formas de experimentar la culpa y la inocencia, y que ambas servían a diversos fines, por ejemplo, al vínculo y a la compensación entre dar y tomar. Estos fines se complementan y también se contradicen, como es el caso entre la justicia y el amor. Así, la inocencia en el lado de la justicia frecuentemente se convierte en culpa en el lado del amor, y viceversa.
Indagando estos contextos, lentamente se fue desarrollando la conferencia de Culpa e inocencia en nuestras relaciones . Su redacción me llevó aproximadamente un año, con varias interrupciones con el fin de ganar más experiencias y examinarlas. Sobre la base de estas comprensiones, el año siguiente siguió la conferencia Los límites de la conciencia . Cuando la di por primera vez, aún faltaba mucho para terminarla, ya que todavía no había entendido algunos contextos esenciales. Finalmente, la comprensión clave me vino con relación a las implicaciones transgeneracionales, cuando me di cuenta de que, aparte de la conciencia que sentimos, también existe una conciencia inconsciente, que únicamente percibimos a través de sus efectos. Esta conciencia inconsciente sirve a otros órdenes distintos a los de la conciencia consciente, y frecuentemente atentamos contra la conciencia inconsciente precisamente por seguir a la consciente. Implicaciones trágicas en el seno de la familia, así como muchos casos de enfermedades graves, de psicosis, de accidentes, de suicidios y de crímenes, así como la renuncia, la expiación y el temor incomprensibles tienen que ver con la tensión entre la conciencia consciente y la inconsciente, con la tensión entre los órdenes más estrechos o más amplios a los que sirven.
Una vez reconocidos claramente estos contextos, pude terminar la conferencia de Los límites de la conciencia . Después, también pude describir los órdenes que actuaban detrás de las diferentes conciencias. Así lo hice, otro año más tarde, en la siguiente conferencia, Los órdenes del amor .
Más tarde, aún completé y amplié esta conferencia. En su primera parte se describen los órdenes del amor entre padres e hijos y en la red familiar. En la segunda parte, los órdenes del amor entre hombre y mujer, y en relación al todo mayor. Aquí se muestra que, tratándose del ámbito religioso, los órdenes del amor topan con límites que no pueden serle transferidos.
Con ello digo también algo de aquello que el respeto general ante la conciencia bien implica, pero que se halla más allá de las diferentes conciencias. Quien está en concordancia con el mundo, asintiendo a él tal como es, sabe lo que perjudica o ayuda, lo que es bueno o malo. Sigue a ese saber, independientemente de lo que otros digan, sea a favor o en contra, porque está en concordancia. Él descansa en su centro, en el equilibrio: a la vez recogido y abierto al mundo. Este centro se distingue por su levedad.
Todas las conferencias giran alrededor de este centro y llevan a él. En él encontramos la tranquilidad, experimentándonos serenos y completos.
También mis historias giran alrededor de este centro y alrededor de un orden oculto que, más allá de los límites de la conciencia y de la culpa, une aquello que separa.
Todas ellas son historias terapéuticas y algunas, parodias. Rompen el tabú de mirar más detenidamente y descubren los lados engañosos u oscuros de algunos cuentos e historias, por ejemplo en El Engaño, El Amor, La Fe, El Final y Las dos Caras de la Felicidad .
Otras historias ya logran lo que nos cuentan mientras todavía las estamos leyendo. Así, quizá, ya mientras estemos leyendo empecemos a dejar lo pasado y a centrarnos en el siguiente paso necesario. Entre ellas están: La Posada, La Vuelta, La Comprensión, El Adiós, La Fiesta.
Otras historias crecieron conmigo y yo, con ellas. Son historias que tocan lo último. Nos llevan por el camino del conocimiento, hasta sus límites, sin temor y sin miramientos. Entre estas historias cuentan: Dos tipos de sabiduría, La Plenitud, El Vacío, Lo mismo, La Respuesta, Los Jugadores, Ser y No-Ser.
Al igual que las conferencias, también las historias aparecieron a lo largo de los años. Fui probándolas a través de sus efectos y profundizando en ellas cada vez que las contaba. Para el presente libro fueron completadas y ordenadas de nuevo. Así se reunieron en tres colecciones: Historias que dan que pensar, Historias que cambian e Historias de la felicidad . En ellas se comprime aquello que las conferencias temáticas exponen, desarrollándolo y profundizándolo en otro nivel. Por este motivo, conferencias e historias se van alternando.
¿Y cómo nació el título de este libro? Para explicarlo, contaré una historia:
Alguien pregunta a un maestro anciano: