Rebanadas de vida. Malen Agirrezabala e Isabel Eguia
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Prólogo
Nuestras jóvenes autoras Malen Agirrezabala e Isabel Eguia son una muestra de la pasión con la que somos capaces de expresar cuando nos alienamos con nuestro propósito y talento.
En estos “Instantes de vida” repletos de fragancia y emoción, sus relatos, fotografían el relámpago fugaz y penetrante de lo que los protagonistas viven en el instante de sentir, en el instante de sucumbir en una experiencia que exhorta a permanecer en el inmenso presente.
Historias cotidianas, historias desgarradoras… a veces pensamientos, juicios, recuerdos o desilusiones…todos ellos forman parte de una vida o de todas las vidas, las de cada uno de los lectores que se acercan al corazón de sus personajes.
Extraordinario trabajo desde el amor a lo que uno realiza. Con esmero, con cuidado. Produciendo ese encanto del devenir que se alcanza en el momento posterior al olvido del tiempo que uno invierte en su credo sin fronteras, sin ambages.
En este mundo de la producción interior, de la creatividad y expansión del SER, donde sólo desde ahí es posible hacernos sentir UNICO Y EXTRAORDINARIO, donde el tiempo no tiene fronteras.
Narraciones sutiles que pasan desapercibidas en el vivir y que sólo una mente atenta puede tener la claridad para expresar con tanta fuerza para permitir al curioso lector adentrarse al más suculento de los misterios de los protagonistas.
Desde AACEP, Asociación de Ayuda al Crecimiento Emocional y Psicológico, como fundadora y presidenta, felicito a las autoras por representar de manera fiel el valor de la experiencia desde la creatividad y su poderosa expansión como herramienta del ser humano para empoderar su universo.
Estar conectado con esta parte de uno mismo nos permite expandir los sentimientos positivos que expresan y alimentan nuestra energía espiritual, nuestra parte vital trascendente… como nos explica Ken Robinson.
Ese amor a primera vista que uno vive con esa parte de sí, que no puede ser reemplazable por nada ni nadie y sin embargo puede abrazarlo todo.
Esa capacidad propia de hacer sentirte feliz sin ningún motivo en apariencia y que es perdurable tantas veces lo experimentes. Esa forma de pensar que funciona con mayor facilidad y el tiempo toma otra dimensión permitiéndote fluir en la vida.
Encontrar ser bueno en algo y que te apasione, junto a la actitud de querer seguir hacia adelante a pesar de las dificultades que te puedan surgir en el camino es una de las claves en las que encontrar la excelencia de tu existencia. Desear y amar aquello que haces en cada piedra del camino tiene, como poco, el valor más elevado de la realización de aquel que se lo permite.
Por eso Malen e Isabel son una bella representación de quienes han sucumbido en este apasionante mundo de escoger hacer desde lo que uno es.
Mi más sincera enhorabuena y felicitación por tan extraordinario regalo para nuestros sentidos del alma.
Ese encuentro con la felicidad de realizar lo que uno desea sin temor al resultado y a veces, a pesar del resultado, porque siempre es para nuestro crecimiento en nuestro camino interior.
Amparo Hoyo Serrano
Fundadora y Presidenta de
A.A.C.E.P- Asociación de Ayuda
al Crecimiento Emocional y Psicológico
Vuelo 222
Tomé asiento. Comprobé una vez más si todo estaba en su lugar. La mochila del niño, mi bolso, los sándwiches... Todo parecía estar en orden. Ahora tenía que buscar algo con lo que mantenerme entretenida durante, al menos, ocho horas. “Tía, mira, estamos volando” miré por la ventana. Lo dejábamos atrás. Gaul. Mi ciudad de la infancia, sus calles estrechas, su gente amable, su clima continental. Todo pasaría al olvido. Dejábamos atrás Gaul y con ello toda una vida.
Miré a mi izquierda, a la cara de mi sobrino que irradiaba felicidad. Sus ojos preñados de esa extraña dulzura, de esa ingenuidad que tanto me gustaba y que poco a poco se le iría apagando y llenando de realidad.
Una azafata de largas piernas y tez morena terminó de dar las instrucciones del vuelo. Ya estaba. “Alea jacta est”, las palabras que mi hermana me había dicho después de haber aceptado el trabajo a más de mil kilómetros de casa. “Cuidaos, empezad una nueva vida, una nueva vida”. Y eso iba a hacer. Inspiré y agarré a mano del pequeño Juan. “¿Estás bien, tía?”, preguntó con un ápice de preocupación; “Hacía mucho que no me sentía tan bien, cariño”.
La mecedora de la ternura
Duerme y mis miedos se disipan. Su cabecita, tan pequeña y frágil, se apoya, a veces en mí, a veces en su cuna o su sillita. Le miro dormir porque me apacigua su rostro de una inocencia que sé que nunca volverá. Se mueve y levanta sus bracitos rechonchos hasta su carita. Abre la boca encerrado en la minúscula cuna clara que tan grande le queda y comienza a llorar. Lo cojo en mis brazos y lo arropo, me abro la bata y lo acerco al pecho para amamantarlo mientras sus enormes ojitos azules me miran fijos, agradecidos. Su piel suave me acaricia y me dan ganas de no soltarlo nunca pese al dolor. Desde que lo tengo conmigo el mundo ha dejado de sostenerme y ahora lo hace él, que se ha convertido en el centro de mi universo. El destino me ha llevado hasta aquí, hasta él, y veo claro que he acertado mi camino, un camino que ahora marca este ser diminuto tan enorme.
Le mezo mientras susurro alguna cancioncilla de cuna para que vuelva a soñar entre sus mantitas de color ocre, que ya tendrá tiempo para noches de desvelos. Hasta entonces le protegeré con mi cuerpo y toda mi alma si es que un día no le aplasto de cariño.
Pretendo guardar siempre tu sueño, mi vida. Haré lo posible para conservar esa inocencia de tu rostro, para que crezcas fuerte y sano, pero sobre todo honesto. Te daré el mejor regalo que puedo darte: la palabra, para que la uses, pero sobre todo para que lo hagas bien para así empoderarte. Te reforzaré con lectura, música, ciencia y arte para que vivas mil vidas más que la tuya y te enriquezcas. Prometo regañarte y consolarte en tus peores días, aconsejarte en tus vivencias y enseñarte, aunque yo no sea el mejor ejemplo, aunque la praxis me falle. Espero que me perdones los errores que cometeré, cuando me inmiscuya en tu vida privada sin consentimiento. No puedo pedir que seas para siempre mi bebé, pero te pido por favor que nunca me alejes de ti, de tu camino, que jamás me vetes tu voz, aunque vueles lejos. Mi mayor anhelo es verte crecer para poder sentirme orgullosa de la persona en la que te convertirás y sentirme realizada también por creer que contribuí en ese milagro. En el milagro que tú eres y el milagro de que seas parte de mí, más valioso que mi propia vida. Este es el inicio de tu recorrido, cariño. Te espero en la meta.