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Sinopsis
Cambiaron la historia de la medicina con su vacuna contra la COVID-19. Ahora preparan su próxima revolución: la vacuna contra el cáncer.
Nadie creía que fuera posible. Sin embargo, en enero de 2020, Uğur Şahin le dijo a Özlem Türeci, su esposa y pareja de investigación desde hace décadas, que serían capaces de desarrollar una vacuna contra lo que pronto sería conocido como la COVID-19 e inyectarla de manera segura en el brazo de millones de personas antes de que acabara el año.
Esa confianza era fruto de casi treinta años de trabajo. Mientras buscaban una forma revolucionaria de tratar el cáncer, habían estudiado una molécula llamada ARN mensajero, que pensaban que podía usarse para redirigir el sistema inmunitario contra algunas enfermedades.
Gracias a estas investigaciones previas, para cuando el Sars-Cov-2 fue descubierto en Wuhan, la empresa estaba preparada para desarrollar una tecnología de vanguardia y crear la primera vacuna clínicamente aprobada contra la enfermedad. Una vacuna que, gracias a su alianza con Pfizer, empezó a fabricarse y a distribuirse alrededor del mundo mucho antes de lo esperado y, gracias a lo cual, se salvaron millones de vidas humanas.
Escrito por Joe Miller, corresponsal del Financial Times en Fráncfort que cubrió en directo el proyecto de BioNTech, y con contribuciones de Türeci y Şahin, así como entrevistas con más de sesenta científicos, políticos, funcionarios de salud pública y personal de BioNTech, La vacuna explica la ciencia que hay detrás de este increíble avance.
La vacuna
La carrera para desarrollar una vacuna contra la COVID-19
Dra. Özlem Türeci y Dr. Uğur Şahin
con la colaboración de Joe Miller
Traducción de Verónica Puertollano
A mis padres: gracias por manteneros a salvo
Nota de Joe Miller
Escribir un libro sobre una pandemia, durante una pandemia, fue una experiencia surrealista. Sólo pude verme con algunas de las sesenta personas que entrevisté, durante un total de más de ciento cincuenta horas. Sólo pude viajar a dos lugares: Maguncia y Marburgo.
En consecuencia, las semblanzas de los protagonistas y los lugares se basan a veces en descripciones facilitadas por otras personas. Como es comprensible, en ocasiones los recuerdos de un año agotador resultaron ser imperfectos, y los testigos proporcionaron fechas y horas contradictorias sobre unos mismos acontecimientos. Siempre que ha sido posible, he verificado los hechos de forma independiente, pero algunos de los sucesos narrados en el libro se basan en los recuerdos más fiables de un par de observadores. Asimismo, las declaraciones citadas son una aproximación a lo que realmente se dijo, a partir de los testimonios de las personas involucradas; cuando fue viable, las contrasté con otros presentes en la sala (a menudo virtual).
Se ha cambiado u omitido el nombre de algunos lugares y sus rasgos identificativos, a petición de los servicios de seguridad responsables de la protección de BioNTech y sus proveedores frente a las continuas amenazas. Por razones similares, no se han definido con detalle otras partes de la cadena de suministro. Ninguna de estas decisiones afecta a la integridad de la historia.
Había mil formas de contarla, y tuve que elegir una, y hacerlo en el plazo establecido. Éste es el primer borrador de la historia.
Prólogo
El milagro de Coventry
Fue un pinchazo que se vio en todo el mundo
Una gélida mañana de diciembre, poco después de que el reloj marcara las 6.30 horas, en la sala de consultas externas del Hospital Universitario de Coventry (Reino Unido), Maggie Keenan, de noventa años, se echó hacia atrás su chaqueta de topos, se arremangó su camiseta azul, en la que se leía «Feliz Navidad», y apartó la mirada mientras una enfermera vaciaba el contenido de una jeringa en su brazo izquierdo. Bajo el resplandor de más de una decena de focos de televisión, la dependiente de joyería jubilada, cuyos ojos nacarados chispeaban sobre una mascarilla desechable azul, se convirtió en la primera paciente de la tierra en recibir una vacuna completamente probada y aprobada contra un virus que ya se había cobrado la vida de un millón y medio de personas. Durante once meses, la humanidad había estado casi tan indefensa frente a la COVID-19 como lo estuvo frente a la llamada gripe española, que mató a decenas de millones de personas —incluidos varios millares en Coventry— hace más de un siglo. Ahora, la ciencia estaba contraatacando. En el aparcamiento del hospital, los reporteros se ajustaron sus auriculares, miraron al objetivo de las cámaras y transmitieron la noticia a los extenuados espectadores de todo el planeta: la ayuda estaba en camino.
Maggie —que cumplía noventa y un años la semana siguiente— les dijo a los periodistas, mientras se recuperaba en el hospital con una taza de té, que era «el mejor regalo de cumpleaños por adelantado», y que estaba deseando abrazar por fin a sus cuatro nietos, tras meses de confinamiento. Los comisarios de la exposición esperaban contar con ello la historia de cómo —en los momentos más difíciles de la humanidad para una generación— la oportuna aparición de un prodigio médico sofocó la COVID-19.
Sin embargo, lo que esa ampollita no contará es lo improbable que era su existencia a finales de 2020. A pesar de que las tecnologías de vacunas han recorrido un largo camino desde los experimentos de Jenner, el proceso de creación y prueba de un nuevo fármaco ha seguido plagado de riesgos. Un estudio de miles de ensayos clínicos realizados en los veinte años previos al descubrimiento del nuevo coronavirus reveló que, incluso cuando éstos eran financiados con miles de millones de dólares por las mayores compañías farmacéuticas del mundo, alrededor del 60 por ciento fueron un fracaso. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, predijo que se necesitarían dieciocho meses para que surgiera una vacuna viable, y eso sin contar con la autorización para el consumo público.
Nueve meses después, se dispondría de una vacuna extraordinariamente eficaz, basada en una plataforma nunca utilizada antes en un fármaco autorizado, gracias a los esfuerzos de dos científicos, hasta entonces marginados, de la ciudad alemana de Maguncia. Este equipo de marido y mujer llevaba décadas creyendo que una pequeña molécula soslayada por el establishment