JESÚS HUERTA DE SOTO BALLESTER (Madrid, España, 1956) es economista, filósofo y empresario. Catedrático de Economía Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y uno de los economistas más representativos de la moderna Escuela Austriaca de economía.
Entre sus más reconocidas aportaciones intelectuales se encuentran su estudio sobre la función empresarial y la imposibilidad del socialismo, expuesto en su libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial, así como sus desarrollos de la teoría austríaca del ciclo económico expuestos en su libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, y de la teoría de la eficiencia dinámica, incluida en su libro Ensayos de economía política. Huerta de Soto defiende que el análisis de la realidad social exige combinar adecuadamente los siguientes tres enfoques: teórico (von Mises), histórico-evolutivo (Hayek) y ético (Rothbard).
Huerta de Soto afirma la superioridad teórica del anarcocapitalismo sobre el liberalismo clásico. También sostiene la necesidad de la completa liberalización económica y del cambio total del actual sistema financiero: regreso al patrón oro y coeficiente de caja de bancos del 100 % para depósitos a la vista. Huerta de Soto comparte con otros pensadores, como Murray Rothbard, la tesis de que la Escuela de Salamanca en el Siglo de Oro es un precedente filosófico, jurídico y económico de la Escuela Austriaca en general, y del liberalismo económico en particular, siendo la cuna de lo que hoy llamamos ciencia económica. En el panorama de crisis económica y financiera europea, ha defendido el euro por actuar como un «proxy» del patrón oro, capaz de disciplinar a políticos, burócratas y grupos de interés.
Las obras de Huerta de Soto se han traducido a 21 idiomas incluyendo el ruso, chino, japonés y árabe. Es fundador y director de la revista académica Procesos de Mercado: revista europea de economía política. Asimismo, dirige el único Máster Oficial en economía de la Escuela Austríaca.
Las 43 lecciones de su curso de Introducción a la Economía fueron grabadas y subidas a internet entre 2009 y 2010. Siendo de acceso libre, han servido desde entonces a miles de alumnos de todo el mundo para iniciarse en el estudio de la Economía a su propio ritmo y de manera gratuita.
I. EFECTOS DE LAS PANDEMIAS SOBRE LA ESTRUCTURA PRODUCTIVA REAL
MERCADO DE TRABAJO, PROCESO DE ETAPAS DE BIENES DE CAPITAL E IMPACTO DE LA INCERTIDUMBRE
1.1 Mercado de trabajo
El surgimiento de una nueva enfermedad altamente contagiosa que se extiende por todo el mundo con una elevada mortalidad constituye sin duda alguna un escenario catastrófico capaz de provocar a corto, medio e incluso a largo plazo toda una serie de importantes consecuencias económicas. Entre ellas destaca, en primer lugar, el coste en términos de vidas humanas, muchas de ellas aún plenamente creativas y en proceso de producción. Recordemos por ejemplo que la denominada “gripe española” se estima que provocó en todo el mundo entre 40 y 50 millones de víctimas a partir de 1918 (es decir, más de tres veces de los fallecidos, entre combatientes y civiles, durante la Primera Guerra Mundial); habiéndose cebado dicha pandemia de gripe mayoritariamente sobre hombres y mujeres relativamente jóvenes y robustos, es decir, en plena edad productiva. En contraste, la actual pandemia de COVID-19 generada por el virus SARS-CoV-2, aun produciendo síntomas relativamente leves en el 85 por ciento de los contagiados, es grave para el quince por ciento restante, requiriendo hospitalización para un tercio de ellos y causando la muerte a cerca de uno de cada cinco hospitalizados graves; la inmensa mayoría de ellos personas mayores ya jubiladas o con patologías previas importantes.
Por tanto, la actual pandemia no está teniendo efectos apreciables sobre la oferta de mano de obra y talento humano en el mercado de trabajo, pues el incremento de fallecimientos de personas en edad de trabajar es relativamente reducido. Como ya hemos mencionado, esta situación contrasta en gran medida con la que se generó en la “gripe española”, tras la cual puede estimarse que se contrajo la oferta de trabajo, a nivel agregado de todo el mundo, aproximadamente en más de un 2 por ciento, teniendo en cuenta tanto los fallecidos por la enfermedad como los que perdieron su vida durante la Primera Guerra Mundial (40 o 50 millones de bajas por la enfermedad y más de 15 millones por el conflicto bélico). Esta relativa escasez de mano de obra no dejó de presionar al alza los salarios reales durante los “felices años veinte” del siglo pasado, en los que se consumó la reestructuración de la economía mundial que pasó de una economía de guerra a una de paz, a la vez que todo el proceso se vio acompañado por una gran expansión crediticia, cuyo análisis detallado no podemos elaborar aquí pero que en todo caso puso las bases de la “Gran Depresión” que surgió a partir de la grave crisis financiera de 1929.
A lo largo de la historia, diversas pandemias han tenido un impacto incluso mucho mayor sobre el mercado de trabajo. Así, por ejemplo, destaca la gran peste que asoló Europa a partir de 1348 y que se estima redujo al menos en un tercio el volumen total de población. Tras la pandemia se produjo, por tanto, un importante crecimiento de los salarios reales que se consolidó en las décadas subsiguientes, fruto de la gran escasez sobrevenida de mano de obra. A estos efectos, resulta exasperante constatar cómo los economistas de corte monetarista y, sobre todo, keynesiano, siguen refiriéndose machaconamente a los supuestos efectos económicos “beneficiosos” de guerras y pandemias (se supone que para todos menos para los millones de fallecidos y empobrecidos en las mismas). Se argumenta que estas tragedias permiten que las economías salgan de su atonía e inicien la senda de una boyante “prosperidad”, a la vez que justifican así sus políticas económicas de intenso intervencionismo monetario y fiscal. Mises, con su habitual perspicacia, califica de puro “destruccionismo económico” a estas teorías y políticas económicas que solo justifican y buscan incrementar la oferta monetaria per cápita y, sobre todo, el gasto de las administraciones públicas.
1.2 Estructura productiva y bienes de capital
A parte de estos efectos sobre la población y el mercado laboral, debemos también considerar, en segundo lugar, el impacto de una pandemia sobre la tasa social de preferencia temporal y, por ende, sobre el tipo de interés y la estructura productiva de etapas de bienes de capital. En este sentido, quizás el escenario más catastrófico que quepa concebir sea el descrito por Boccaccio en su introducción al Decamerón en relación con la peste bubónica que azotó a Europa en el siglo XIV. Y es que, si con carácter general se extiende la convicción de que existe una alta probabilidad de contagiarse y fallecer a corto o medio plazo, es muy comprensible que las valoraciones subjetivas se orienten hacia el presente y el consumo inmediato. “Comamos y bebamos que mañana vamos a morir”, o bien “arrepintámonos, hagamos penitencia y recemos poniendo nuestra vida espiritual en orden” son dos posturas antagónicas frente a la pandemia perfectamente comprensibles pero que tienen el mismo efecto económico: ¿qué sentido tiene ahorrar y emprender proyectos de inversión que solo podrían madurar en un futuro lejano en el que ni nosotros ni nuestros hijos estaremos y de cuyos frutos no podremos aprovecharnos? El resultado obvio que, por ejemplo, pudo observarse en la Florencia del siglo XIV asolada por la peste bubónica fue el abandono masivo de granjas, ganados, campos y talleres y, en general, el descuido y consumo sin reposición de los bienes de capital, utilizando los conocidos triángulos hayekianos que representan la estructura productiva de una sociedad (y cuyo significado y explicación detallada pueden estudiarse en las pp. 233 y ss. del mismo libro).