AGRADECIMIENTOS
Antes que nada, debo expresar la deuda de gratitud contraída con los trabajadores que restaron tiempo a sus días —en una situación en la que el tiempo es realmente dinero— para hablar conmigo sobre su experiencia laboral en la economía gig. Sin su sinceridad y franqueza, este proyecto habría tenido resultados muy distintos.
Empecé mi carrera en el periodismo y las organizaciones sin ánimo de lucro, y mi decisión de investigar la economía colaborativa fue un proceso gradual en el que conté con numerosos mentores, colegas y amigos, que me ofrecieron su apoyo y sus consejos en el camino iniciado.
Terminé este manuscrito mientras trabajaba como profesora visitante en el Mercy College de Nueva York, en donde Karol Dean, Diana Juettner y Dorothy Balancio me ofrecieron su incansable estímulo y apoyo. Mis alumnos y colegas de dicha institución fueron especialmente amables y siempre estuvieron dispuestos a echarme una mano, pasándome constantemente artículos sobre la economía gig e interesándose por los avances de mi investigación.
Mi editora, Naomi Schneider, mostró interés por el proyecto desde sus inicios, cuando apenas era una propuesta de una página, lo defendió y me proporcionó valiosos comentarios. Su asistente editorial, Benjy Malings, ha tenido una extraordinaria paciencia con las numerosas preguntas que asaltan a un autor novel.
El equipo de producción —Jessica Moll y Bonita Hurd— ha sido un modelo de paciencia. Agradezco a P. J. Heim sus sugerencias sobre el índice.
Cuando era estudiante de posgrado en la Universidad de Misuri me encargaron un trabajo sobre el ensayo de Barbara Katz Rothman «Now You Can Choose! Issues in Parenting and Procreation» en una de mis clases. Intercalado entre mis numerosos subrayados garabateé «buena escritora» en los márgenes, anotando que debía revisar el modo en que intercalaba historias entre sus argumentos. Una década más tarde, asistí a un curso que daba sobre alimentación en el Centro de Estudios de Posgrado de la Universidad de Nueva York (CUNY), y acabó siendo mi consejera en cuestiones académicas y personales. Me considero excepcionalmente afortunada de haber podido conectar con una escritora y mentora tan dotada y considerada como ella.
Philip Kasinitz, director del programa de sociología del Centro de Estudios de Posgrado durante la mayor parte de mi estancia, también se mostró generoso con su tiempo, amenizando mis visitas ocasionales a su despacho con largas conversaciones sobre todo tipo de asuntos, desde temas para artículos hasta solicitudes de empleo, y encontrando tiempo para reunirse conmigo incluso en medio de sus viajes al extranjero. Paul Attewell también me aconsejó sobre teoría y escritura y Vilna Bashi Treitler me dio un curso intensivo sobre matrices de entrevistas, cortesía de Learning from Strangers, que me permitió recopilar estas historias.
John Torpey y Samson Frankel apostaron por mis aspiraciones académicas cuando estas eran poco más que puro entusiasmo. John fue especialmente generoso con su tiempo, leyó mis solicitudes de financiación y me proporcionó los comentarios y la confianza que tan desesperadamente necesité en ocasiones. Por su parte, los ánimos de Samson fueron decisivos para que retomara mis estudios de posgrado.
Juliet Schor compartió conmigo sus recursos de transcripción y me ofreció orientación profesional al inicio de mi carrera académica, lo que me sirvió de gran ayuda. Wayne Brekhus me enseñó, durante sus primeros semestres como profesor adjunto, a introducir la investigación en el aula, y me inspiró a la hora de clasificar a los trabajadores. Estoy en deuda con Jennifer Silva y Tamara Mose por sus valiosas sugerencias para dotar de más fuerza al manuscrito, y con David Brady por sus expertas orientaciones.
Asimismo, me he beneficiado enormemente de las experiencias de antiguos colegas del centro de estudios de posgrado. Jonathan Davis y Alexandre Frenette me proporcionaron comentarios y consejo sobre la redacción de propuestas y la escritura de artículos y compartieron generosamente conmigo sus propios trabajos, mientras que otros colegas de promoción, como Sarah D’Andrea y Rachel Bogan, fueron una buena fuente de conmiseración.
Mientras cursaba mis estudios en el centro de posgrado del CUNY, mis trabajos contaron con el apoyo de una beca de investigación de la Fundación Ewing Marion para la iniciativa empresarial, un premio para nuevos investigadores en Investigación Interdisciplinaria al Servicio del Conocimiento Público, un premio anual de disertación y una beca de investigación para doctorandos. Estoy agradecida a la Fundación Kauffman por el apoyo continuado y por las oportunidades de contactos, y al departamento de sociología del centro de posgrado, incluyendo a Rati Kashyap y a Lynn Chancer, por su respaldo.
La investigación puede producir miopía, por lo que agradezco a los familiares y amigos que me han ofrecido su respaldo, han reafirmado mi confianza y me han animado a continuar. Dena Kessler, Joel Rosner, Digs Majumder, Isaiah Akin, Chani Kavka, Jonathan Weinberg y Jamie Moore me orientaron y me ofrecieron su inestimable amistad. Brian Kennedy y Alex Palmer, miembros de mi equipo de redacción, han estimulado mi competitividad.
Mi madre fue una de las primeras defensoras de mi carrera de escritora, enfrentándose al tráfico de hora punta para llevarme a reuniones en el periódico y apoyando mis iniciativas empresariales. Mi tía Diane Lefebvre me animó a publicar mi trabajo y nunca dejó de creer en mí. Tanto ella como mi suegra, Eva Duncan, me ofrecieron el regalo definitivo de su tiempo, cocinando para mí, ayudándome con la crianza y ofreciéndome su apoyo y comprensión cuando estaba sobrecargada con los plazos de entrega de mis trabajos. Mi hermano Chuck compartió conmigo su propia experiencia en el mundo de la economía gig y me animó como el que más.
Mi esposo, Sam Duncan, me mantuvo bien alimentada, paseó al perro, durmió al bebé y evitó que los platos siempre presentes en mi escritorio llegaran a criar moho. Te quiero y aprecio todo lo que haces. Gracias.
Este libro está dedicado a Anna Addison, que me inspiró a escribir múltiples capítulos en un verano y fue la perfecta «bebé parlante», feliz de verme escribir y aún más feliz de jugar con mis borradores descartados. Que logres cumplir tus sueños.
CAPÍTULO 1
LUCHADORES, ESFORZADOS Y TRIUNFADORES
Sarah estaba en el paro. Después de trabajar un tiempo en el casting de un programa de Netflix aclamado por la crítica, esta joven de veintinueve años esperaba la llamada de alguno de los empleos prometidos que nunca se materializaba. Una amiga le recomendó TaskRabbit.
Al principio, Sarah pensó que la página web era una pérdida de tiempo, pero los empleos tradicionales de nueve a seis que encontraba en otros lugares eran poco atractivos. «Todo lo que me apetecía hacer, algo relacionado con el cine, por ejemplo, estaba muy mal pagado, así que lo intenté con TaskRabbit. Podía decidir cuándo trabajar y parecía de fiar. No creía que pudiera vivir de ello», me dijo.
Al poco tiempo, más del 90% de sus ingresos procedían de TaskRabbit, y Sarah hizo planes para sus primeras «vacaciones de verdad», un viaje a Puerto Rico. Una semana antes del viaje, TaskRabbit anunció su primer cambio, y pasó de funcionar como un mercado de licitación a un modelo más parecido a una agencia de trabajo temporal, con una disponibilidad de los trabajadores en periodos de tiempo de cuatro horas. Los trabajadores tenían que responder a los correos electrónicos de los clientes en el plazo de treinta minutos y aceptar un 85% de las propuestas de trabajo.