UN CAMBIO EN LA MANERA DE PENSAR
La vida es un milagro que implica la mayor de las responsabilidades. Treinta y siete billones de células (un microcosmos de seres vivos) dependen de las decisiones que tomas en cada momento. Trata de reflexionar sobre esta enorme dosis de realidad por un instante. ¿Qué no harías por tus hijos, por tus padres y por tus otros seres queridos? Las células de tu cuerpo son individuos con pleno derecho. En condiciones adecuadas, algunas de ellas se pueden extraer, llevarse a un laboratorio y cultivarse. Allí estarían perfectamente bien. Vivirían un tiempo, se reproducirían, dando lugar a células nuevas, y cumplirían con sus funciones hasta el momento de su muerte. Millones de ellas mueren y nacen cada segundo dentro de ti. Si te detienes a reflexionar, te darás cuenta de la verdad que se halla en un texto escrito hace miles de años conocido como Tabla de Esmeralda, atribuido a Hermes Trismegisto, que comienza con esta triple afirmación:
Verdadero, sin falsedad, cierto y muy verdadero: lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar el milagro de la cosa única.
Este texto, que hay quienes afirman que podría tener hasta treinta y seis mil años de antigüedad, influyó en el trabajo y en la vida de grandes personajes, como Isaac Newton, san Alberto Magno o, más recientemente, el médico psiquiatra Carl Gustav Jung. Leerlo al completo y buscar más allá de su significado literal, que es el menos importante, nos permite tomar conciencia de que vivir bien es un arte y, como tal, debemos convertirnos en artistas. No sucederá de la noche a la mañana, por supuesto, pero todo comienza con un cambio en la manera de pensar.
Estas primeras frases de la Tabla de Esmeralda tratan de dos planos que se ponen en relación: arriba y abajo, cielo y tierra, ser humano y célula. Todo es lo mismo y uno a la vez. La parte nunca podrá ser comprendida sin el todo. Pero esta idea de la Tabla de Esmeralda no es distinta de la que aportan otros textos también antiguos; por ejemplo, al comienzo de la Biblia, el Génesis nos cuenta que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. De nuevo, aparece la idea de que lo de arriba es exactamente lo mismo que lo de abajo y viceversa, aunque estén en niveles completamente diferentes.
Tus células, por tanto, tienen también su Dios, y eres tú. De ti dependen las influencias de «lo alto» que reciben en cada momento. De ti depende la luz que las baña, el oxígeno y otras partículas presentes en el aire que reciben o los nutrientes con los que trabajan. Como lo de arriba es igual que lo de abajo, en ocasiones es más fácil estudiar el mundo celular y aplicarlo al nuestro, y en ocasiones es al contrario. De esta manera, aumentando el nivel de consciencia convertirás tu vida en una que merezca la pena ser vivida, y con ello pagarás la deuda de tu existencia.
Este libro supone un reto. Estamos acostumbrados a profundizar en los mecanismos biológicos y bioquímicos detrás de cada afirmación que escribimos. No lo haremos aquí, ya que para eso están los artículos de nuestra página web. En cambio, a lo largo de estas páginas, vamos a proponer fragmentos e ideas que probablemente supongan un choque para ti si es la primera vez que nos lees. El objetivo principal es triple:
• Tratar de desmontar los dogmas de salud existentes en tu modo de pensar.
• Despertar tu curiosidad en las partes más elevadas de tus centros mental, emocional y motor-instintivo.
• Proporcionarte herramientas que te servirán como punto de partida si deseas una vida saludable y longeva, así como mantener la enfermedad a una distancia prudente.
Y es que existen muchos dogmas arraigados en la sociedad. Cuando echamos un vistazo a la historia, no podemos evitar llevarnos las manos a la cabeza con las atrocidades que se han cometido en nombre de la ciencia. Grandes y respetados individuos padecieron un auténtico calvario durante toda su vida por defender sus descubrimientos astronómicos, médicos o matemáticos. A menudo, fueron apresados y torturados bajo el pretexto de atentar contra el dogma vigente. Lo que muchas veces no comprendemos es que lo que parecen historias antiguas propias de bárbaros y humanos poco evolucionados está sucediendo también en el presente. Simplemente, los dogmas cambian su apariencia, crean la ilusión de que todo va bien y destruyen la perspectiva necesaria. Los seres humanos modernos nos sentimos superiores, más evolucionados, justos y respetuosos con nuestros semejantes, pero se nos olvida que acabamos de salir del siglo más sangriento de nuestra historia, con dos guerras mundiales, y que estamos empezando el nuevo con una tercera en la recámara.
Por definición, un dogma es una creencia incuestionable. Para tumbarlo, se necesita un aporte muy consistente de pruebas sin error, durante muchos años, en sentido contrario. Aquellos que lo hacen con frecuencia son ridiculizados por sus contemporáneos y por sus colegas de profesión. Si tienen éxito, pasarán a la historia como personajes importantes en algún área del conocimiento, pero el precio que pagan en vida suele ser demasiado alto, por lo que se requiere de un enorme compromiso. Seguro que te vienen a la mente nombres como Galileo o Copérnico, pero también Giordano Bruno, a quien, después de pasar casi una década en prisión, quemaron en la hoguera el 17 de febrero del año 1600 por su «carácter rebelde»: defendía que la Tierra no era el centro del sistema solar y que el universo era infinito, con un sinnúmero de mundos en los que podría haber vida inteligente.
No tenemos que ir muy lejos para encontrar ejemplos más actuales. Ahora mismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones con gran impacto en las políticas de salud y nutrición catalogan al sol, al beicon o al jamón dentro de los 121 agentes carcinógenos del grupo 1, en el que también se encuentra el plutonio. Citando textualmente, consideran que estos productos «causan cáncer a los humanos». La carne roja está incluida en el grupo 2A como alimento que «probablemente causa cáncer a los humanos». De igual manera, es un dogma que el colesterol y las grasas saturadas provocan enfermedades cardiovasculares, que los carbohidratos son imprescindibles en nuestra alimentación o que las frutas y las verduras son los alimentos más saludables. Todo esto son dogmas o creencias que nadie pone en duda, pese a no contar con ningún tipo de base científica que los sustente. Pero lo cierto es que el sol es la mejor de las medicinas; el beicon y el jamón son alimentos excelentes; el colesterol y las grasas saturadas no solo no causan enfermedad, sino que resultan imprescindibles para la vida; los carbohidratos son prescindibles y las frutas y las verduras son excelentes para dar colorido al plato. Si cualquiera de estas afirmaciones te resulta extraña, te pedimos un voto de confianza antes de que saques tus propias conclusiones.
La palabra griega original que aparece en la Biblia y se tradujo por ‘arrepentimiento’ era «metanoia». Una traducción más precisa sería ‘cambio de mente’. Decía el doctor Maurice Nicoll, colega y contemporáneo de Jung, que el trabajo sobre uno mismo comienza por librarse de la propia mente. «Meta» significa ‘más allá’, y «noia», ‘mente’. Para evolucionar y adquirir una nueva mentalidad, primero es preciso salir de lo que se cree conocer. A su vez, la palabra «pecado» también se tradujo incorrectamente. Lo que significa en realidad la palabra original es ‘no dar en el blanco’. La expresión «arrepentirse del pecado» hace referencia, entonces, a un cambio en la manera de pensar para así lograr una meta real. Cuando alguien se plantea el objetivo sincero de cuidar el universo que lleva dentro, debe comenzar por cambiar su mente, destruir los dogmas y abrazar una nueva realidad.
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