Quiénes somos y cómo hemos llegamos hasta aquí
ADN antiguo y la nueva ciencia del pasado humano
David Reich
Traducción de Dulcinea Otero-Piñeiro
Antoni Bosch editor, S.A.U.
Manacor, 3, 08023, Barcelona
Tel. (+34) 93 206 0730
www.antonibosch.com
Título original de la obra: Globalization. Who We Are and How We Got Here .
© David Reich and Eugenie Reich , 2003, 2019
© de la traducción: Dulcinea Otero-Piñeiro
© de esta edición: Antoni Bosch editor, S.A.U., 2019
ISBN: 978-84-949331-5-8
Diseño de la cubierta: Compañía
Maquetación: JesMart
Corrección: Olga Mairal
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright .
Para Seth y Leah
Índice
Lo primero es lo primero. Este libro surgió tras un año de colaboración intensa con mi esposa, Eugenie Reich. Juntos realizamos la investigación para elaborarlo, juntos preparamos los primeros borradores de los capítulos y juntos comentamos sin cesar su contenido a medida que maduraba. Este libro no existiría sin ella.
Quiero manifestar mi agradecimiento a Bridget Alex, Peter Bellwood, Samuel Fenton-Whittet, Henry Louis Gates Jr., Yonatan Grad, Iosif Lazaridis, Daniel Lieberman, Shop Mallick, Erroll McDonald, Latha Menon, Nick Patterson, Molly Przeworski, Juliet Samuel, Clifford Tabin, Daniel Reich, Tova Reich, Walter Reich, Robert Weinberg y a Matthew Spriggs por sus atentas lecturas críticas de la obra íntegra. Gracias a David Anthony, Ofer Bar-Yosef, Caroline Bearsted, Deborah Bolnick, Dorcas Brown, Katherine Brunson, Qiaomei Fu, David Goldstein, Alexander Kim, Carles Lalueza-Fox, Iain Mathieson, Eric Lander, Mark Lipson, Scott MacEachern, Richard Meadow, David Meltzer, Priya Moorjani, John Novembre, Svante Pääbo, Pier Palamara, Eleftheria Palkopoulou, Mary Prendergast, Rebecca Reich, Colin Renfrew, Nadin Rohland, Daniel Rozas, Pontus Skoglund, Chuanchao Wang y Michael Witzel por sus comentarios sobre capítulos individuales. Asimismo agradezco a Stanley Ambrose, Graham Coop, Dorian Fuller, Éadaion Harney, Linda Heywood, Yousuke Kaifu, Kristian Kristiansen, Michelle Lee, Daniel Lieberman, Michael McCormick, Michael Petraglia, Joseph Pickrell, Stephen Schiffels, Beth Shapiro y Bence Viola la revisión de ciertas partes del libro para garantizar su rigor.
Gracias a la Escuela Médica de Harvard, al Instituto Médico Howard Hughes y a la Fundación Nacional de Ciencias de EE. UU. por la generosidad que han mostrado al respaldar mi producción científica mientras trabajaba en este proyecto, y por considerarlo un complemento de mi actividad investigadora principal.
Por último, gracias a todas las personas que me animaron en repetidas ocasiones a escribir este libro. Me resistí a la idea durante años porque no quería distraerme de mi labor científica, y porque lo habitual es que los genetistas escriban artículos, no libros. Pero cambié de opinión cuando mis relaciones laborales empezaron a ampliarse y a abarcar también a especialistas en arqueología, antropología, historia, lingüística y otras disciplinas en las que es de interés la revolución del ADN antiguo. Son muchos los artículos que no escribí y muchos los análisis que no acabé por el tiempo que invertí en escribir este libro. Espero que quien lo lea extraiga una idea renovada de quiénes somos.
Este libro lo inspiró un visionario, Luca Cavalli-Sforza, el fundador del estudio genético de nuestro pasado. Yo me formé con uno de sus alumnos, de modo que pertenezco a su escuela, inspirada por la idea de que el genoma es un prisma que permite comprender la historia de nuestra especie.
La cúspide de la trayectoria profesional de Cavalli-Sforza llegó en 1994 con la publicación de la obra The History and Geography of Human Genes , en la que aunaba los conocimientos de la época sobre arqueología, lingüística, historia y genética para contar la grandiosa historia de cómo llegó la gente del mundo a ser como es en la actualidad. Aquel libro ofrecía una visión general del pasado remoto, pero se basaba en lo que se sabía por entonces y, por tanto, estaba limitado por la escasez de datos genéticos disponibles en aquel momento, los cuales eran tan reducidos que prácticamente resultaban inútiles comparados con la información mucho más amplia que ofrecían la arqueología y la lingüística. Los datos genéticos de entonces revelaban patrones que en ocasiones concordaban con lo que ya se sabía, pero la información que aportaban no bastaba para demostrar nada verdaderamente novedoso. De hecho, las pocas aportaciones nuevas de Cavalli-Sforza han resultado ser casi todas erradas. Hace dos décadas todo el mundo, desde Cavalli-Sforza hasta el alumnado universitario de primer curso, trabajaba en la Edad Media del ADN.
Cavalli-Sforza hizo una gran apuesta en 1960 que decidiría toda su carrera. Apostó a que era viable reconstruir las grandes migraciones del pasado basándose en exclusiva en las diferencias genéticas existentes entre la gente de hoy en día.
Estudio tras estudio, a lo largo de las cinco décadas siguientes, Cavalli-Sforza pareció estar bien encaminado para ganar su apuesta. Cuando empezó a trabajar, la tecnología disponible para estudiar la diversidad humana era tan pobre que la única posibilidad consistía en medir proteínas de la sangre utilizando variaciones como los tipos sanguíneos A, B y O que se analizan en medicina para en contrar donantes compatibles con pacientes receptores. En la década de 1990, él y sus colegas habían reunido datos con más de cien variaciones de este tipo en diversas poblaciones. El empleo de esos datos permitió clasificar a los individuos por continentes de manera fiable basándose en la frecuencia con la que coincidían entre ellos en cuanto a esas variaciones: por ejemplo, los europeos manifiestan altos índices de concordancia con otros europeos, los asiáticos orientales con los asiáticos orientales y los africanos con los africanos. Durante las décadas de 1990 y 2000, su trabajo subió de nivel al ir más allá de la variación proteínica y analizar directamente el ADN, el código genético. En total analizaron a unos mil individuos procedentes de unas cincuenta poblaciones dispersas por todo el planeta, y examinaron la variación en más de trescientas posiciones del genoma. Cuando pidieron a la computadora (que ignoraba las etiquetas poblacionales) que clasificara a los individuos en cinco grupos, los resultados manifestaron una correspondencia increíble con la intuición habitual sobre las divisiones ancestrales remotas entre humanos (eurasiáticos occidentales, asiáticos orientales, nativos de América, neoguineanos y africanos).
Cavalli-Sforza tenía un interés especial por interpretar los cúmulos genéticos de la gente actual en términos de historia de las poblaciones. Él y sus colaboradores analizaron los datos de grupos sanguíneos usando una técnica que identifica las combinaciones de variaciones biológicas más eficaces para sintetizar diferencias entre individuos. Al representar esas combinaciones de tipos de grupos sanguíneos sobre un mapa de Eurasia occidental, descubrieron que la combinación que resume la mayor variación entre individuos alcanzaba su valor más extremo en Oriente Próximo, y se perdía en dirección a Europa con un gradiente de sudeste a noroeste. Interpretaron esto como una huella genética de la migración de poblaciones agrícolas desde Oriente Próximo hacia Europa que en arqueología se sabe que ocurrió más de 9.000 años atrás. El descenso de la intensidad los movió a pensar que al llegar a Europa aquellos pueblos agrícolas se mezclaron con cazadores-recolectores de la región y fueron acumulando más ancestros cazadores-recolectores a medida que se dispersaron, en un proceso que denominaron «difusión démica». Hasta hace poco, muchos arqueólogos contemplaban el modelo de la difusión démica como una unión ejemplar de los conocimientos arqueológicos y genéticos.
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