Paola C. Álvarez - Desmontando a Carter (HQÑ) (Spanish Edition)

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2017 Paola C. Álvarez

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Desmontando a Carter, n.º 151 - marzo 2017

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, HQÑ y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Fotolia.

I.S.B.N.: 978-84-687-9474-7

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

Logan sacó la última bolsa del maletero y levantó la vista hacia el tercer piso, donde la coleta morena de su amigo se movía sin parar de un lado a otro. Dedujo que estaba mirando las vistas que tenían desde la minúscula habitación que les habían asignado; apenas cabían dos camas y un escritorio, pero a Logan le daba igual, solo con ver a las chicas que, como ellos, se movían indecisas y curiosas a su alrededor le provocaba una sonrisa boba en la cara. Aquello no era como Carson City, su pueblo natal y del que prácticamente habían huido despavoridos, allí podían encontrar miles de posibilidades. Sonrió entusiasmado cuando un grupo de chicas pasó a su lado entre risas y olvidó cerrar el coche con llave antes de subir corriendo por las escaleras abriéndose paso a empujones.

—¡No puedo creer que por fin estemos aquí! —exclamó Ash extasiado cuando lo vio aparecer en el umbral de la puerta—. El campus es gigantesco, pero si no me equivoco el edificio de derecho está justo delante de nosotros.

Logan sonrió y cerró la puerta tras él antes de dejar su bolsa de deporte junto al resto del equipaje y tirarse sobre la cama. Había conducido durante horas y estaba cansado y hambriento; cruzó los brazos debajo de la cabeza y cerró los ojos un momento mientras escuchaba a medias el parloteo de su amigo.

Era la primera vez que salían de Nevada, y ahora se encontraban en San Francisco como alumnos de Berkeley, la primera universidad pública del país. En realidad, a Logan siempre le había dado igual donde ir siempre que pudiera jugar al béisbol. Gracias a que los Carson Eagles habían ganado el campeonato estatal el año anterior había conseguido la beca que le había llevado hasta allí; sin embargo, Ash siempre había querido ir a San Francisco deseoso de cambiar el mundo, de ser partícipe de algo más grande que ellos. Estaba seguro de que revolucionaría las ideas preconcebidas de los catedráticos más ilustres del país con sus teorías de derecho.

—¡Espabila y vayamos a comer algo! Estoy muerto de hambre. Recuérdame que pasemos a recoger los carnés, ¿vale? ¡Dios, la de tías buenas que vamos a conocer aquí! —exclamó Ash antes de estallar en carcajadas.

Logan se unió a su risa y pegó un salto de la cama pensando que ya tendrían tiempo de descansar después. Se sentía pletórico, lleno de una energía que necesitaba liberar de alguna manera y, sin mediar palabra, corrió tras su amigo más que dispuesto a descubrir el nuevo mundo que se abría ante ellos.

Las dos primeras semanas de su estancia fueron caóticas. Estaba empezando a temer que se había extralimitado al coger tantas asignaturas, ya que no había tenido en cuenta lo durísimos que eran los entrenamientos y que lo dejaban agotado física y mentalmente. Lo último que le apetecía tras una de esas terribles sesiones era meterse en la biblioteca, pero si quería conservar su beca debía olvidar las quejas y centrarse en cómo rentabilizar el escaso tiempo del que disponía para hacerlo todo. Probablemente tendría que dejar alguna asignatura o se vería obligado a dejar el béisbol y ni muerto renunciaría a él.

Bebió un largo trago de agua y suspiró, limpiándose el sudor con una toalla.

—Bien hecho, muchachos. Nos veremos mañana —dijo el entrenador despidiéndolos.

En cuanto el hombre desapareció de la vista de todos, algunos se dejaron caer al suelo agotados mientras otros lo criticaban sin disimulo.

—¡Dios! ¿Acaso se cree que somos profesionales? Si seguimos así no llegaremos en condiciones físicas para el primer partido —se quejó el jugador que estaba más cerca de Logan.

Él se limitó a sonreír mientras cabeceaba. A él no le importaba lo duro que fuera el entrenador, solo quería jugar.

—Tío, estoy seguro de que serás titular el domingo. Nunca he visto a nadie lanzar cómo tú —dijo otro acercándose.

Logan se ruborizó ligeramente. No acababa de acostumbrarse a los elogios, aunque no había parado de recibirlos desde que sostuvo la primera pelota de béisbol en sus manos.

—¿Qué hora es? —le preguntó a su compañero ignorando el comentario sobre su posible titularidad.

—Las doce y cuarto —contestó mientras tomaba la botella de agua que Logan acababa de desechar.

El muchacho lanzó una maldición y echó a correr sin despedirse, cogiendo su mochila en volandas.

Entró en el aulario de derecho y corrió por el pasillo desierto todo lo rápido que pudo maldiciendo una y otra vez. Sus zapatillas de deporte rechinaron sobre la superficie abrillantada cuando se detuvo de golpe y la puerta de la clase chirrió con estridencia cuando la abrió.

El profesor Fielding detuvo su explicación y frunció el ceño mientras lo miraba por encima de sus gafas de media luna. Logan intentó controlar la respiración, pero estaba desollando por la carrera y el sudor le cubría la frente y le resbalaba sin remedio por el borde del rostro. Se mantuvo impertérrito aguantando el escrutinio del hombre, desde sus zapatillas hasta la vieja gorra desgastada, que se apresuró a quitar de la cabeza en cuanto se percató de que aún la llevaba puesta, y se encogió un poco cuando el catedrático fijó la mirada en sus ojos con manifiesta desaprobación.

—Vuelve a llegar tarde, señor Carter —dijo finalmente apartando la mirada de él y volviendo a prestarle atención al texto que estaba leyendo.

Logan hizo una mueca y suspiró para sí, murmuró una disculpa y caminó hacia la bancada buscando a Ash con los ojos. Se sentó junto a él, ignorando su cara de pocos amigos, e intentó escuchar lo que el profesor decía mientras sacaba su material de la mochila.

—Vas a hacer que te expulsen —susurró su amigo.

—Ya lo sé, pero ¿qué quieres que haga?

El profesor los miró severo y ambos callaron de inmediato. Apenas entendió nada de lo que se habló en clase, concentrado como estaba en buscar nuevas excusas para apaciguar a ese temible hombre bajo cuya mirada siempre se había sentido insignificante. Decidió que al terminar la clase hablaría con él e intentaría explicarle que no podía dejar los entrenamientos, pero que tampoco deseaba dejar las clases.