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Howard Carter - La tumba de Tutankhamón

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Howard Carter La tumba de Tutankhamón
  • Libro:
    La tumba de Tutankhamón
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1923
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La tumba de Tutankhamón: resumen, descripción y anotación

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NOTA DEL EDITOR

Howard Carter descubrió la tumba de Tutankhamón en 1922. La primera edición de este libro apareció en tres volúmenes: el volumen I, del que era coautor A. C. Mace, en aquella época conservador ayudante del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, se publicó en 1923; el volumen II, en 1927, y el volumen III, en 1933.

Hemos omitido los prefacios de los tres volúmenes, ya que su pertinencia está hoy día desfasada. Tampoco ha sido posible incluir el resumen biográfico que Lady Burghclere hizo de su padre en el volumen I, ni la introducción sobre arte egipcio y tres de los cinco apéndices del volumen II, ni la introducción, hechos y teorías acerca de los reyes relacionados con la herejía de Atón y los dos apéndices del volumen III.

APÉNDICE I

INFORME SOBRE EL RECONOCIMIENTO DE LA MOMIA DE TUTANKHAMÓN

Por Douglas E. Derry, licenciado en medicina y química

En el Museo de Antigüedades de El Cairo pueden verse las momias de muchos de los más famosos faraones del antiguo Egipto, reyes que dejaron tras de sí grandes monumentos, templos magníficos y colosales estatuas, y cuyos nombres se han convertido en tan familiares como los de los monarcas de nuestros días a pesar de estar separados de ellos en el tiempo por unos treinta o cuarenta siglos. Nadie esperaba que un rey de origen oscuro con un breve reinado, falto de relieve, atraería un día la atención del mundo entero y ello no a causa de la fama adscrita a su persona sino al simple hecho de que mientras que las tumbas de todos los otros faraones descubiertas hasta el momento habían sido saqueadas en época antigua, la de Tutankhamón apareció virtualmente intacta. En el reducido espacio de su tumba se encontraba un conjunto de posesiones reales nunca vistas hasta el momento. ¿Cuál debió de ser, en consecuencia, el contenido de las tumbas de Seti I, Ramsés III y otros en las que una sola sala podría contener todas las riquezas de la tumba de Tutankhamón? Sin embargo, la tumba de cada uno de estos reyes había sido profanada por los ladrones no sólo una o dos veces sino hasta que no quedó ni una brizna del ajuar funerario original. Las envolturas de las momias reales habían sido desgarradas en busca de joyas y en algunos casos se había dañado considerablemente el cuerpo mismo. La mayoría de las momias de los reyes volvieron a ser envueltas por lo menos una vez por los sacerdotes y muchas de ellas más de una vez, pero la persistencia de los robos forzaba eventualmente al traslado de muchos de los reyes y reinas a escondites especiales que sólo se descubrieron en época reciente, debido a la persistencia de robos, y entonces las momias fueron trasladadas al Museo de El Cairo. Como resultado de estas frecuentes perturbaciones, no es sorprendente que haya dudas acerca de la identidad de algunas de las momias que habían sido sacadas de sus sarcófagos y enterradas de nuevo en otros, a menudo de época posterior. Con una o dos excepciones, ninguno de los faraones ha sido encontrado en su tumba original, pocos en sus propios sarcófagos y ninguno, a excepción de Tutankhamón, ha sido visto nunca en las envolturas, féretros, sarcófago y tumba en los que se colocó originalmente.

Creo que conviene decir aquí algo en defensa de la apertura y reconocimiento de la momia de Tutankhamón. Muchas personas consideran tal investigación como un sacrilegio y creen que hubiéramos tenido que dejar al rey tal como estaba. Por lo que he dicho acerca de los persistentes robos de las tumbas desde los tiempos más antiguos hasta nuestros días se comprenderá que cuando se hace un descubrimiento como el de la tumba de Tutankhamón y circulan noticias acerca de la riqueza de los objetos encontrados en ella, dejar cualquier cosa de valor en la tumba es provocar los problemas. El conocimiento de que objetos de inmenso valor están escondidos unos pocos metros por debajo del suelo invitaría sin duda a intentar obtenerlos y aunque el empleo de una guardia numerosa podría ser suficiente durante algún tiempo para evitar que este tipo de intentos tuvieran éxito, se aprovecharía cualquier remisión de la vigilancia y los objetos que hoy día se encuentran sanos y salvos para siempre en el Museo de Antigüedades habrían sido destruidos mientras que otros reaparecerían en mejores o peores condiciones en manos de los tratantes, a través de los cuales se dispersarían en poco tiempo por todas partes del mundo civilizado. El valor de la colección intacta para los científicos es incalculable, mientras que las enseñanzas y el deleite que el público obtiene a través de la exposición de estas obras maestras del arte antiguo son en sí mismos argumentos de peso a favor de su preservación en un museo. El mismo argumento puede aplicarse a la apertura de la momia, a quien se ahorra el rudo manejo de los ladrones, ansiosos de obtener las joyas que se amontonaron sobre su cuerpo. Por otra parte, la historia se enriquece con la información que proporciona el reconocimiento anatómico que en este caso, como diremos, fue de considerable importancia.

La conservación del cuerpo de los muertos, que alcanzó su punto álgido entre los antiguos egipcios en el arte de la momificación, ha provocado siempre el mayor interés. Mucho se ha escrito sobre esta materia y el profesor Elliot Smith A través de éstas y otras investigaciones tenemos una idea bastante aproximada del modo en que se llevaba a cabo el proceso de embalsamamiento. Sin embargo, no cabe duda de que gran parte de su éxito se debe al clima extremadamente seco de Egipto, de no ser por el cual es dudoso que el cuerpo más perfectamente embalsamado se hubiese mantenido intacto, como algunos lo han hecho, durante casi cuatro mil años. La gran mayoría de las momias examinadas demuestran que los órganos internos se sacaban a través de una abertura practicada en la pared del abdomen. De este modo se desechaban las partes del cuerpo que más tienden a descomponerse y la subsiguiente inmersión del cuerpo en un baño de sal parece explicar convenientemente la excelencia de los resultados obtenidos. Sin embargo, entre las momias más perfectas examinadas hasta hoy día por Mr. H. E. Winlock y por mí mismo, procedentes de las tumbas que se encuentran en las proximidades del templo de Mentuhetep en Deir el-Bahari, de la Dinastía XI, hay algunas en las que no hay incisión en el abdomen o en parte alguna y de las que no se ha extraído ninguno de los órganos. Esta conservación tan perfecta sin momificación aparece también en los restos de algunos de los pueblos predinásticos de Egipto, pero esta gente era generalmente enterrada en la arena, sin féretros, y la rápida desecación que se producía a causa del calor y de las favorables condiciones de filtración del agua a través de la arena lo hacen comprensible. El caso de las momias de la Dinastía XI a que acabamos de referirnos es a todas luces evidentemente distinto, ya que habían sido vendadas con gran cuidado y colocadas en féretros y sarcófagos, por lo cual podía esperarse que hubiesen sufrido a causa de los efectos de la humedad circundante. Sin embargo, como ya hemos dicho, pueden contarse entre los ejemplares más perfectos de conservación artificial vistos hasta la fecha, y el análisis cuidadoso de todos los hechos parece apuntar a la extrema sequedad del área en que fueron descubiertas como el factor principal que contribuyó a la consecución de resultados tan sorprendentes.

Tales métodos, o la falta de ellos son, sin embargo, raros, y en la dinastía siguiente, la XII, ya se practicaba la extracción de las vísceras por medio de una abertura hecha en la pared del abdomen, según demuestran las momias de algunos nobles descubiertas en Sakkara, y hay pruebas de que se practicó en épocas anteriores. El método de conservación del cuerpo utilizado en la Dinastía XVIII, a cuyo final pertenece Tutankhamón, ha sido descrito por el profesor Elliot Smith en el catálogo a que nos hemos referido. Este observador ha examinado la mayoría de los reyes de dicha dinastía y entre ellos algunos de los antepasados de Tutankhamón. Por desgracia hay grandes dudas acerca de la exactitud de la identificación de la momia que se dice es la de Amenofis III, abuelo de Tutankhamón. El profesor Elliot Smith señala que el método empleado en la preservación de este rey y en particular la curiosa práctica de colocar materiales de varias clases debajo de la piel de las extremidades, tronco, cuello, etc., con objeto de devolver al cadáver en todo lo posible alguna semejanza con su apariencia en vida, no se introdujo hasta la Dinastía XXI, unos tres siglos más tarde. Así pues, es posible que éste sea uno de los errores que a veces cometemos cuando, debido a los frecuentes robos de las tumbas y la profanación de los cuerpos, los sacerdotes decidieron el traslado y restauración de las momias. La momia a que nos referimos estaba en un féretro de fecha mucho más tardía, que llevaba el nombre de tres reyes, entre los cuales se encontraba el de Amenofis III, y de aquí su identificación, pero se trata, probablemente, del de una persona de época posterior.

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