Black - Incontrolable. Primera parte: Saga Indomable II (Spanish Edition)

INCONTROLABLE

Saga Indomable II

Kattie Black

Advertencia de contenido: Esta historia contiene escenas con alto contenido sexual. No apta para menores ni mentes sensibles. No tratéis de reproducir ninguna escena si no es de manera sana, segura y consensuada. Esta historia es ficción, no pretende ser un ejemplo de nada, así que deja volar tu imaginación y tu fantasía sin prejuicios ni tabúes.

INTRODUCCIÓN

Cuando bajé del coche me sorprendió una brisa cálida. Me quedé con el abrigo en la mano y me arremangué la camisa mientras echaba un vistazo alrededor. Ir sin abrigo en pleno mes de marzo era algo a lo que no estaba acostumbrado. Cuando Daniel se mudó a Berkeley, una de las grandes ciudades de Carolina del Sur, me había burlado un poco de él, picándole con comentarios acerca de la hombría y el frío, pero tenía que reconocer que un poco de calidez no estaba tan mal. En Davenport, la localidad de Dakota del Norte donde ambos habíamos crecido, las temperaturas eran mucho más bajas en aquella época del año: los dedos se entumecían a causa del frío y las manos se agrietaban.

Miré hacia la fachada, reconociendo el edificio. No había cambiado mucho. Daniel había comprado aquel caserón de estilo victoriano hacía ya varios años. Era una construcción elegante rodeada por un jardín salvaje que se confundía con el bosquecillo que crecía a su espalda. Un buen sitio para perderse, había dicho. Y tanto… Llegar a la mansión era toda una odisea, daba igual cuántas veces hubiera venido antes que siempre me perdía.

Me acerqué a la verja y la empujé con el pie. Estaba cerrado. Llamé al pulsador automático y una cámara de seguridad me enfocó. La saludé levantando el dedo corazón con mi mejor sonrisa. El batiente enrejado no tardó mucho en abrirse. Volví a subir al coche y lo conduje a lo largo del camino de gravilla, entrando en la finca.

Había pasado menos de una semana desde que recibí la llamada de Grimm, que no me había sorprendido tanto como debiera. No había sabido nada de Daniel en cuatro o cinco meses. No es que nos telefoneáramos a menudo. No, en realidad, Daniel y yo podíamos pasarnos meses sin hablar, pero ¿meses sin enviarnos fotos de nuestro culo, grabaciones ridículas o compartir virales y memes de internet? Eso se salía totalmente de lo normal.

Al principio di por supuesto que estaba muy ocupado, pero en el fondo intuía que algo no iba bien. La llamada de Grimm simplemente lo confirmó.

Así que suspendí las grabaciones de Pandora’s Fate, me tomé un par de semanas y cogí el primer avión hacia Carolina del Sur. Alquilé un coche al llegar a Berkeley y aquí estaba, aparcando en la puerta de su supermansión de superestrella.

No me sorprendió tampoco que fuera Demona quien abrió la puerta de la casa para recibirme. La saludé con un abrazo, igual que a Ash, que salió tras ella. Intercambiamos unas cuantas frases y sonrisas. Ellos se metieron con mi barba y mi corte de pelo, yo, en venganza, pregunté por su boda y sus futuros hijos. Lo típico. Finalmente entramos todos al interior de la casa, que olía a cerrado y a pesadumbre.

—Grimm nos dijo que venías. ¿Qué tal el viaje?

—Entretenido. Podría haber sido peor.

Demona sonrió. Sonreía tan poco que cuando lo hacía siempre me daba un poco de miedo.

—¿Bebé o anciano charlatán?

—Las dos cosas —respondí yo. Ash me ofreció un cigarro que rechacé—. No, gracias. Lo he dejado.

—Uf… te nos haces viejo, tío. Primero el pelo, luego esas barbas, las camisas… y ahora ya ni fumas.

Me acompañaron a la cocina. Podía sentir el ambiente cargado y espeso en la casa, como si llevara días sin airearse. Todo estaba recogido y ordenado, no se notaba ningún cambio aparente, pero la huella que yo percibía era más sutil. Estaba en el corazón de aquel lugar, como un olor antiguo que persevera.

—Es que soy viejo, chaval —dije en respuesta—. Al menos comparado con vosotros. Cuando tengas mi edad, a lo mejor también te planteas dejar los vicios.

—Los vicios se irán conmigo a la tumba.

—Pues que te hagan un ataúd grande, o no vais a caber todos.

Nos echamos a reír y aquella sensación latente de funeral se disipó un poco. Demona sirvió unas copas. Nos sentamos unos minutos alrededor de la mesa y bebimos mientras yo me situaba y descansaba un poco del trayecto. Siempre me ha parecido paradójico que los viajes cansen. Había venido en avión, cómodamente sentado, pero aun así, me encontraba agotado. Además, al entrar en casa de Daniel fue como si ese cansancio se volviera más pesado, agobiante y plomizo.

—¿Cómo va la grabación? —preguntó Ash cortésmente.

—Muy bien. Creo que está quedando aceptable. —Sonreí, intentando no entusiasmarme demasiado—. Estamos metiendo guitarra de ocho cuerdas, ¿sabes?

—Joder, tío.

—Sí, tengo que dedicar unas cuatro horas al día de técnica para mantener la mano en condiciones —dije, estirando los dedos—. Ah, os he traído un par de cosas que a lo mejor os gustan. Son unas grabaciones viejas con gente del equipo: consejos, mini-clases, movidas así.

Al final acabamos hablando de música durante unos diez minutos. Después, ya roto el hielo y agotada la conversación, nos quedamos en silencio y las miradas se volvieron graves. Era momento de hacer la pregunta.

—¿Cómo está Crowley?

Daniel siempre había sido muy celoso de su intimidad y también de su identidad. Su verdadero nombre era Daniel Moore, pero poca gente lo sabía fuera del círculo íntimo y de los conocidos de Davenport. Hasta delante de su grupo prefería que le llamaran por su apodo.

Demona y Ash se miraron, apretando los labios. Ella hizo un gesto de exasperación.

—Intratable.

—Mal, está mal —repuso Ash con más compasión—. Ha ido decayendo cada vez más. Lo hemos intentado todo, pero esto ya está fuera de nuestra jurisdicción, colega. Ni arroparle, ni animarle, ni darle caña…

—Cuando intentamos ser comprensivos y afectuosos, nos aleja. Cuando tratamos de animarle, se pone hasta el culo de todo… pero eso tampoco le anima, solo le sirve para estar más hecho polvo aún. Y cuando le damos caña, se cabrea y se vuelve agresivo.

Fruncí el ceño.

—¿Se ha puesto violento con vosotros?

—Alguna vez.

—Bueno, no se lo tengáis en cuenta. Y tampoco le provoquéis. —No me gustaba lo que estaba oyendo. Sonaba a los peores tiempos de Daniel. A esos peores tiempos—. Grimm me dijo por teléfono algo sobre una chica. ¿Qué es de ella?

—Sí, Alexandra.

—Desapareció. Imposible localizarla.

—Le hemos dicho que vaya a buscarla pero…

—...no quiere ni oír hablar. Todo esto es por ella, estoy segura. Ese día nos llamó, estaba desesperado por una buena fiesta… parecía necesitarlo.

Les miré a ambos. Estaban pálidos y con expresión derrotada. Debían llevar mucho tiempo pasándolo mal con esto.

—¿Y el grupo? ¿Qué tal va Masters of Darkness?

Les vi mirarse, removerse incómodos en los asientos.

—No va. Simplemente… en fin. Los productores no paran de llamar. La distribuidora está nerviosa. Es… —Demona suspiró—. Esto va a ser la ruina, y no solo para él. Nosotros solos no podemos. Hemos hecho lo que hemos podido, pero…

—Vale. Tranquilos, no os preocupéis. Tomaos unos días y olvidad todo esto hasta el fin de semana que viene. Tenéis que descansar y pasar un poco del tema.

Demona rió sin humor.

—Bueno, es fácil decirlo.

—Y hacerlo. Ahora estoy aquí, dejad que me haga cargo.

—Eres su mejor amigo. Si tú no puedes, ya…

—Podrá él solo. Ya lo veréis. —Les sonreí, intentando animarles—. Venga, largaos a casa. Preparad un baño de burbujas y… —Me miraron con perplejidad y recordé que éramos tipos duros, heavies del metal—. Quiero decir… bebed cervezas hasta quedar inconscientes y luego follad como conejos.