Emma Mars - Políticamente incorrectas
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- Libro:Políticamente incorrectas
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- Año:2014
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Políticamente incorrectas: resumen, descripción y anotación
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POLITICAMENTE
IN CORRECTAS 1
EMMA MARS
Políticamente incorrectas
Internet:
Twitter: @unachicademarte
Email: unachicademarte@gmail.com
Blog: www.hayunalesbianaenmisopa.com
© Emma Mars
Todos los derechos reservados
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente prohibidos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler de la obra o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.
Para Helena, que se atrevió a existir.
PRÓLOGO DE
CLARA
ASUNCIÓN GARCÍA
Cuando el manuscrito de Políticamente incorrectas llegó a mis manos ya había tenido la oportunidad (y el privilegio) de leer varias historias de su autora. En esas primeras novelas (un par de ellas todavía inéditas) ya reconocí a una buena escritora, que me hizo disfrutar, como no lo había hecho desde hacía tiempo, con una buena lectura, del tipo que no puedes soltar hasta que no llegas a la última página. Emma Mars lo logró a base de personajes bien perfilados, diálogos magníficamente hilados e historias impecablemente construidas. Con esas novelas, su nombre logró hacerse con un merecidísimo puesto de cabecera en mi lista de escritoras favoritas. Con esas novelas, me rendí a ella como lectora.
No fue mi única rendición. La siguiente fue como escritora. En cierto momento, la autora me comentó que estaba con una historia a la que le gustaría que le echara un vistazo. Le dije, “Mándamela”. Lo hizo. Nada más poner mis ojos sobre sus primeras líneas supe que estaba ante la eclosión de Emma como escritora con mayúsculas. Conforme me sumergía en su lectura reconocía a la autora de las novelas previas, pero esta llegaba con un plus de madurez creativa que, unido a un firme pulso narrativo, no hacían más que certificar la evolución cualitativa que ya se adivinaba en las primeras. Políticamente incorrectas es una historia con una solidez estilística tal, una fluidez tan exquisita en los diálogos y una más que soberbia construcción de personajes, que es un pecado cómo Emma Mars hace parecer fácil lo que sin ninguna duda es un enorme talento.
Dicen que la envidia es uno de los males de este país, y no seré yo quien lo niegue. De hecho, y sin ir más lejos, yo la siento en estos momentos. Pero no aquella que busca corroer cimientos a la espera de ver caer el edificio, sino su reverso, la llamada (y tan poco practicada) envidia sana. Exactamente, la que me hizo rendirme ante Emma como escritora. Porque yo querría haber escrito Políticamente incorrectas. Me habría gustado ser yo la que diera forma a esta historia, y sentirme tan satisfecha como sin duda debe estarlo ella por el trabajo bien hecho. Así, la envidio. Y, así, me rindo, encantada de hacerlo ante un talento de su calibre, deseando que perdure su estado de gracia, porque sé que nunca tendré suficiente de sus frutos.
¿Y qué es Políticamente incorrectas? Resumiendo, una novela impecable. Lo es en el esbozo de sus personajes (tanto principales como secundarios, cualidad que distingue a un buen escritor), lo es en el manejo de los ritmos y los escenarios, en la naturalidad de sus diálogos y, sobre todo, lo es en la solidez de la trama que desgrana. Se nota que la autora sabe de lo que está hablando, que conoce a fondo la materia de la que están entretejidas las líneas de la historia. La novela es un tira y afloja de poderes, una batalla que se libra, por un lado, en las oscuras cavernas del poder político, contaminado por la enfermedad endémica que ha terminado pudriendo el sistema en este país: la corrupción, los intereses privados, la ambición desmedida. En esas turbias aguas deberán moverse las protagonistas, una alcaldesa que asume el cargo tras la defenestración de su corrupto antecesor y la periodista enviada por el partido para ayudarla como su jefa de prensa. Y es aquí, entre ellas, donde se libra ese segundo combate, el enfrentamiento emocional que pondrá en vilo sus vidas, sus carreras y, por ende, su futuro. El equilibrio entre las dos tramas, la política y la sentimental, es perfecto, dejando tan satisfecho a quien se acerque a esta historia buscando saber más de los entresijos del lado subterráneo de la política, como a quien lo haga atraído por el tira y afloja entre dos mujeres en la cumbre de sus respectivas carreras, en apariencia fuertes, pero minadas, cada una a su manera, por las sombras de sus vidas.
No voy a extenderme más, la novela hablará por sí sola. Tan solo añadir que, si el lector ya conocía a la autora, disfrutará del paso adelante que supone este Políticamente incorrectas y, si no es así, estoy más que segura de que no seré la única que hoy se rendirá ante ella.
CAPÍTULO
UNO
a veces, cuando cerraba los ojos y apretaba los párpados con fuerza, Lara todavía podía escuchar la música reverberando en gigantescos polideportivos atestados de gente. Entonces veía los flashes de las cámaras, el gentío aplaudiendo, a Diego saludando a la multitud como si se tratara de una estrella de rock a punto de subirse a un escenario.
A veces, cuando estaba en la antesala del sueño, le daba la sensación de que todav ía se encontraba de ruta con él por carreteras de difícil acceso, visitando remotos lugares en los que siempre había al menos un afiliado que los recibía ondeando la bandera verdiblanca con el emblema del partido. En esos momentos Lara se despertaba sobresaltada, con la espalda empapada en sudor y la desagradable sensación de que llegaba tarde o de que había olvidado de hacer algo importante. Después tardaba unos segundos en conseguir que su corazón volviera a latir con normalidad. Miraba a su alrededor buscando reconocer el lugar en el que se encontraba, puntos de anclaje u objetos familiares, y solo conseguía calmarse cuando advertía que estaba en su habitación, en su casa.
La campaña por fin había terminado. Tenía que ir acostumbrándose a la idea. Pero después de ocho meses de trabajo ininterrumpido era difícil asumir que todo se había acabado. Que los ritmos de su vida debían, necesariamente, cambiar a partir de ese momento, se dijo a sí misma mientras encajaba la llave en la cerradura de la puerta.
— Hogar, dulce hogar —comentó en voz alta, como si alguien pudiera oírla, como si realmente hubiera alguien esperándola. Depositó las llaves en la cómoda de la entrada y suspiró con cansancio.
La realidad era bien distinta. El día palidecía y l os últimos rayos del sol se colaban por las ventanas como intrincadas lenguas de fuego que proyectaban sus tonos anaranjados sobre el suelo. El silencio lo envolvía todo, olía a cerrado. Lara caminó con cansancio hacia el centro del salón, sintiendo bajo sus pies la mullida alfombra de tabriz, y se dejó caer sobre su cómodo sillón de piel. Hacía menos de un año que había comprado ese piso en el centro de Madrid sin que le hubiera temblado el pulso a la hora de firmar aquella abultada hipoteca.
— Firme aquí, aquí y aquí —le dijo el empleado de banca mientras señalaba un puñado de casillas que para él representaban unos grandes dividendos y para Lara una apretada soga que comprimiría su cuello el resto de su vida.
Pero incluso entonces firmó con alegría, sin pensárselo dos veces, con una indolencia impropia de ella, acostumbrada a analizarlo todo con frialdad escandinava. El piso se lo entregaron de inmediato y con él vinieron los muebles caros, las cortinas de trescientos euros el metro, la cómoda de anticuario sobre la que acababa de dejar las llaves y demás mobiliario que antes solo podía permitirse mirar de reojo, cuando pasaba frente a las tiendas apresurando el paso, con un sándwich en la mano porque no disponía de tiempo para sentarse a comer.
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