Rob Thomas y Jennifer Graham
VERONICA MARS
EL CONCURSO DE LOS MIL DÓLARES
Traducción
Carmen Torres y Laura Naranjo
Título original: Veronica Mars: The Thousand-Dollar Tan Line Publicado en Estados Unidos por Vintage Books, un sello de Random House. Basado en los personajes de la serie Veronica Mars , de Rob Thomas.
© de la obra: Rob Thomas, Warner Bros. Entertainment Inc. y Alloy Entertainment LLC, 2014
© de la traducción: Carmen Torres y Laura Naranjo, 2015
© de la presente edición: Nocturna Ediciones, S.L.
c/ Corazón de María, 39, 8.º C, esc. dcha. 28002 Madrid info@nocturnaediciones.com
www.nocturnaediciones.com
Primera edición: mayo de 2018
Edición Digital: Elena Sanz Matilla
ISBN: 978-84-16858-63-7
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Agradecimientos
En primer lugar, gracias a Rob Thomas por imaginar un mundo en el que existiera Veronica y por darnos a los demás la oportunidad de jugar en él.
Un millón de gracias a Lanie Davis. No podría haber sacado esto adelante sin tu experiencia y apoyo. Gracias también a Bob Dearden y a Deirdre Mangan, que me proporcionaron una ayuda inestimable en el desarrollo de esta historia, y al equipo de Random House —sobre todo a Andrea Robinson, Beth Lamb y Anne Messitte— por su duro trabajo.
Gracias a Matt Donaldson y a Cara Hallowell por su coreografía de lucha, a John Preston Brown por sus conocimientos acerca del mundo criminal y a Jack, Donna y Zac Graham por sus años de ánimos y cuidados. También conté con un montón de animadores en este proyecto y les doy las gracias especialmente a Alec Austin, Sarah Cornwell, Izetta Irwin, Jennifer Gandin Le, Patrick Ryan Frank y Kyle John Schmidt, que me ayudaron a continuar en varios momentos del proceso.
Jennifer Graham
A todos los patrocinadores de Veronica Mars que contribuyeron a través de Kickstarter. Sois como la gente que aplaudió con el entusiasmo necesario para devolver a la vida a Campanilla, salvo que, en vez de aplaudir, enviasteis dinero. Y, en lugar de a una diminuta hada rubia, resucitasteis a una diminuta detective rubia.
Rob Thomas
VERONICA MARS
EL CONCURSO DE LOS MIL DÓLARES
PRÓLOGO
Los autobuses comenzaron a arribar a Neptune, California, a última hora de la tarde del viernes y no pararon hasta el lunes. Llegaban polvorientos, con los parabrisas salpicados de insectos muertos y de fisuras producidas por piedrecillas descarriadas en medio del caos de la interestatal. Estacionaban a lo largo del paseo marítimo y permanecían temblequeando, acompañados de un murmullo reprimido, estremeciéndose como perros que esperaran una orden.
Sus rutas trazaban una red arterial que conectaba la pequeña ciudad costera con todas las ciudades universitarias del oeste de Estados Unidos. Con Los Ángeles y San Diego; con la bahía de San Francisco y el área metropolitana de Riverside, San Bernardino y Ontario; con Phoenix, Tucson y Reno; con Portland y Seattle; con Boulder, con Boise e incluso con Provo. En las ventanas se descubrían caras iluminadas y expectantes pegadas al cristal.
Una tras otra, las puertas plegables de los autobuses se abrían formando un gran estrépito y los estudiantes invadían las calles. Echaban un vistazo a la arena y a los surfistas, a las atracciones iluminadas a lo largo del paseo marítimo y a las bebidas XXL. Algunos habían terminado sus trabajos trimestrales la noche anterior; otros se habían pasado la noche en vela estudiando para los exámenes. Y de repente despertaban en aquel lugar de ensueño que se materializaba ante sus ojos como por arte de magia para su propio disfrute, así que no tardaban en inundar la ciudad en medio de gritos y carcajadas. Trastabillaban por las calles, borrachos como cubas, confiando en que la magia que los había llevado hasta allí evitase las caídas.
Y, durante tres noches, así fue.
El miércoles por la mañana, la ciudad costera que por la noche deslumbraba parecía… de lo más mundana. Y no sólo mundana, sino sucia . En las juntas de las aceras se concentraban charcos de cerveza y de los callejones salía el fétido olor de los contenedores llenos a rebosar. Los portales y los arbustos estaban salpicados de condones usados con formas fantasmales y la calle estaba cubierta de cristales rotos.
El motel Sea Nymph permanecía en un silencio sepulcral cuando Bri Lafond, de dieciocho años, entró dando un traspié. Casi todos los huéspedes eran estudiantes que disfrutaban de sus vacaciones de primavera. La fiesta no había empezado hasta primera hora de la tarde. Había estado de marcha en las afueras de la ciudad y, para cuando la rave se vino abajo a las cuatro de la madrugada, no fue capaz de coger un taxi. Estaba tan colocada que pensó que volver caminando al hotel era una idea factible. Cuando llegó, muerta de cansancio, atravesó a duras penas el patio lleno de arena y se dirigió a la habitación que sus tres mejores amigas de la Universidad de Berkeley y ella habían alquilado. Era una de las más baratas que habían encontrado; daba a los contenedores de basura del aparcamiento, pero, ahora que trasteaba en la cerradura con el único objetivo de dejarse caer en las dos camas de matrimonio que llevaban compartiendo toda la semana, eso era lo de menos.
Las persianas de la habitación estaban subidas, permitiendo que se colara un pálido rayo de luz. Leah yacía atravesada en la cama con la cabeza enterrada bajo una almohada, aún con el vestido de lentejuelas de la noche anterior. Tenía las piernas magulladas y manchadas de tierra. Melanie estaba sentada con la espalda apoyada en el cabecero de la cama dando sorbitos de un vaso desechable de Starbucks. Llevaba unas bermudas surferas y la parte de arriba de un biquini; tenía el pelo, largo y rubio, enredado y churretes de maquillaje en los ojos. Cuando oyó que se abría la puerta, volvió la cara.
—Tengo clase de surf dentro de media hora y todavía estoy borracha —anunció. Miró a Bri, haciendo un gran esfuerzo por centrar la vista—. ¿Dónde has estado? ¡Vaya pinta traes!
—Muchas gracias. —Bri se agachó para desabrocharse las botas; los pies le iban a reventar—. ¿Dónde está Hayley? ¿También haciendo surf?
—No la he visto. —Melanie cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared.
Bri se quedó petrificada, con una bota quitada y la otra todavía aprisionándole los dedos. Alzó la vista.
—¿Desde cuándo?
—Desde… desde la fiesta del lunes, supongo. —Melanie abrió los ojos y frunció el ceño—. Mierda.
Bri parpadeó y se sacó la otra bota de un tirón. Saltó a la cama y le dio un toquecito a Leah en el hombro.
—Eh, Leah, despierta. ¿Viste ayer a Hayley?
Leah dejó escapar un gruñido desde debajo de la almohada. Luego se hizo un ovillo y se protegió la cabeza con un brazo. Melanie y Bri pasaron unos cuantos minutos pinchándola y murmurando su nombre hasta que al fin retiró la almohada y las miró con los ojos medio pegados.
—¿Hayley? No desde la… la fiesta del lunes.
Una sensación de vacío y desolación se apoderó de cada recoveco del cuerpo de Bri. Revisó los mensajes del móvil. No tenía ninguno de Hayley desde el lunes por la tarde. «Esta noche me han invitado a una fiesta en una MANSIÓN. ¿Quieres venir?».
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