Brenda Santorini - Lecciones de Placer
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- Libro:Lecciones de Placer
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- Año:2015
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LECCIONES DE PLACER
Brenda Santorini
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ISBN: 9781310900594
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Edición y corrección: MRC ©
Fotografías de portada: http://www.photorack.net/ © su propietario.
Montaje y diseño de portada: MRC ©
Impreso por CreateSpace, Charleston, USA.
Natalia cree que es frígida: ha sido amante de Tom durante cuatro años y jamás ha experimentado placer en sus encuentros sexuales. Su mejor amiga le recomienda un lugar llamado Lecciones de Placer que se dedica a ayudar a las personas que tienen estos problemas. La joven cree que es un consultorio médico o psicológico, pero no puede estar más lejos de la realidad…
David es el dueño de Lecciones de Placer , un lugar creado para ayudar a quienes tienen problemas sexuales… solo que no desde la metodología convencional. Él nunca ha estado al frente de ningún caso, pero cuando ve a Natalia la atracción es tan fuerte, que no puede permitir que alguien más lo lleve.
Natalia y David experimentarán un placer desconocido para ambos, pero son plenamente consientes de que se trata solo de un trato pasajero, pues ella tendrá que regresar a los brazos de Tom.
Cuando nos abrazamos,
tantas cosas sentimos
no hace falta ni hablar.
un encuentro perfecto
entre el tuyo y mi pecho
nuestra ropa no va.
…
nuestras curvas se hallan
nuestras formas se entallan
en medida perfecta.
…
y cuando nos besamos
al amar olvidamos
la vida allá afuera.
Roberto Carlos.
ÍNDICE
Natalia apretó de nuevo las manos sudorosas entre las que tenía una pequeña tarjeta. Estaba muy nerviosa. Por quinta vez se dijo que había sido un error ir a ese lugar. Sin embargo algo muy dentro de ella la urgía a quedarse y no salir corriendo como debería hacer.
Miró a su alrededor una vez más y se dijo que no parecía un consultorio médico o psicológico. No había anuncios de medicinas ni fotografías de enfermeras, de bebés o de madres lactantes. Había unos cuantos afiches con propaganda de preservativos y otros más anunciando utensilios que por más que trataba de identificar, no podía darles nombre, pues jamás había visto nada así.
—En un momento más la atenderemos —le dijo de nuevo la recepcionista que unos minutos antes la había recibido con una sonrisa, la misma que había contestado el teléfono esa mañana para apartarle una cita.
—Gracias —dijo Natalia antes de que la joven se girara y desapareciera nuevamente por un corredor.
Bajó su mirada para observar nuevamente la tarjeta que le había dado Ana, su mejor amiga.
Y otra vez se dio valor afirmando que estaba haciendo lo correcto por ella y por Tom. Sobre todo por Tom.
Sonrió al pensar en su novio, en su amante.
Lo había conocido al entrar a trabajar en aquella agencia de finca raíz. Él la había ayudado a adaptarse al empleo y en poco se habían convertido en amigos. Después de la incesante obstinación del hombre, habían comenzando a salir: era amable, generoso, se preocupaba por ella, la llevaba a todas sus cenas de negocios y al teatro; era sin lugar a dudas un buen muchacho, así que en breve se convirtieron en novios.
Pero las cosas comenzaron a ir mal cuando se habían convertido en amantes.
Tom había sido su primer hombre. Antes de él había tenido un par de novios con los que no había llegado muy lejos porque no había tenido una relación tan estable y sólida como la que tenía con Tom. Además porque no compartía la filosofía actual de irse a la cama con quien primero apareciera. No porque fuera una anticuada o pensara que era pecado, sino simplemente porque consideraba que el sexo era una cuestión que significaba unión y amor entre las personas, y solo podía ser verdaderamente satisfactorio cuando se encontrara una persona con la cual se pudiera compaginar de verdad.
Sin embargo, no había nada más lejos de la realidad.
Natalia sabía que las primeras veces era más incómodo que placentero, así que no se preocupó al principio por no poder responder a la pasión de Tom. Sin embargo, pasaron los días, las semanas y los meses y nunca había sentido placer en su cama.
Y no es que Tom fuera un mal amante… eso creía, aunque no podía asegurarlo mucho porque no tenía con quien comparar.
Pero no, el problema no podía ser Tom. Él era un muy buen hombre, además era paciente y cariñoso, la trataba con cordialidad y afecto y nunca se enfadó porque ella no alcanzara el placer en sus brazos. Solo le besaba la frente con cariño y le decía “otra vez será, querida” antes de girarse y dormirse.
Pero ella sí que se sentía mal. Aunque Tom no reclamaba, aunque su relación de pareja era satisfactoria, ella sentía que le faltaba aquella chispa de placer para ser perfecto, y esa chispa de placer era anulada por su frigidez.
Porque era eso, frigidez.
De nuevo se retorció las manos y la secretaria no volvía. Todo estaba en silencio.
Lo había leído en Intenet. Mujeres que son incapaces de sentir un orgasmo. La mayoría de casos tenían cura. Podía tratar de determinar si la falla era física o psicológica. Por eso estaba allí. De seguro en este lugar le ayudarían con su problema a través de la ayuda médica.
No creía que fuera un mal psicológico. No. Ella era una mujer feliz y normal. No había tenido ninguna experiencia sexual negativa, tampoco tenía prejuicios o repulsión hacia el sexo, así que ese no era el camino.
¿Quizás algo en su cuerpo?
No lo sabía. Había consultado por internet sobre su problema y había encontrado mucho material pero nada había logrado ayudarla. Desde recetas de cocina a consejos de autoayuda. Todo había sido en vano porque su problema seguía como al inicio.
Una tarde, después de llegar del trabajo se había animado a contarle esa confidencia a su mejor amiga Ana, la chica con quien compartía departamento desde que estaba en la universidad.
—¿Qué? ¿Qué jamás has tenido un orgasmo? —había preguntado su amiga casi gritando.
—Shhh no grites, se van a enterar en todo el edificio —había dicho Natalia—. Tampoco es tan raro…
—¿Que no es raro? —dijo Ana—. ¡Por Dios, Natalia, algo pasa y debes poner atención a ello!
—No pasa nada —dijo ella tratando de quitarle importancia al asunto—. Mi relación con Tom trasciende a lo físico. Nos amamos, nos respetamos, somos compañeros de vida y eso está por encima de todo.
Ana se había sentado junto a ella.
—Amiga, eso que describes puede ser válido para una relación entre amigos o hermanos, pero no en una relación de pareja. Créeme el sexo es muy importante. Con el tiempo, si él… siente que no te hace reaccionar en la cama puede buscarse otra que lo haga sentir hombre y tu perfecta relación terminará.
Natalia se había inquietado con eso. Ana tenía razón. Para los hombres era importante sentirse útiles a su mujer. Tom no era egoísta, y no merecía que ella simplemente jamás sintiera nada con él.
—Mira, conozco un lugar —había dicho Ana—. Es un lugar que… un lugar en el que pueden ayudarte con tu problema.
La joven había ido hasta su cuarto y le había entregado una tarjeta.
—Se llama Lecciones de Placer y estoy segura de que tienen lo necesario para ayudarte.
Natalia se había mostrado un poco escéptica y ansiosa. Por más expertos que fueran no estaban en su piel para conocer su situación. ¿Quién mejor que ella misma para tratar de superar si problema? Además, no le parecía nada agradable ir a ventilar sus intimidades ante desconocidos.
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