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Laura Sanz - La historia de Cas (Spanish Edition)

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Laura Sanz La historia de Cas (Spanish Edition)

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LA HISTORIA DE

CAS

Ich liebe Dich

Laura Sanz

LA HISTORIA DE CAS

Ich liebe Dich

© 2017 Laura Sanz

Diseño portada China Yanly

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

ASIN B01N5TM50W

Paco, Fely, Angy, Nerea, Maribel y Mayte, gracias.

Creo que no hacen falta más palabras.

'Take care.—If you do not speak—I shall claim you as my own in some strange presumptuous way’

North and South – Elizabeth Gaskell

Índice de contenido

Parte 1 – El sueño – Cómo todo comienza…

Capítulo Uno

—¿No puedes ir más deprisa, Eli? —preguntó Tana, mientras intentaba pintarse los labios mirándose al espejo del parasol del asiento del pasajero—. A este paso no vamos a llegar nunca.

—No es tan fácil —repuso Eli—. Hace tiempo que no conducía un coche con marchas, y esta carretera no es precisamente la mejor. Hay demasiadas curvas. —Tuvo que levantar la voz para poder hacerse entender. Sandra y Alba iban sentadas en el asiento de atrás cantando a voz en grito la canción que sonaba en la radio, uno de los éxitos del verano.

Tana suspiró. Parecía impaciente por llegar al restaurante.

—No te agobies. No tenemos prisa. Estamos de vacaciones, ¿no? —Eli sonrió.

—¡Eso, eso! ¡Vacaciones! —gritó Alba desde atrás, mezclándose en la conversación—. No seas tan pushy, darling. Acabamos de llegar y ya estás protestando.

Eli dejó escapar una carcajada. Tana odiaba que Alba le hablase empleando anglicismos. No iba a tardar mucho en replicar. Tres, dos, uno…

—¡Oh por Dios! —exclamó Tana con exasperación—. ¡No me llames darling ! Sabes que no lo soporto.

Sandra y Alba comenzaron a reír a carcajadas. ¡Era tan fácil sacar a Tana de sus casillas! Incluso Eli, la más calmada de las cuatro, sonrió benevolente.

—Deberías relajarte, Tana —intervino Sandra después de haber superado el ataque de hilaridad—. ¿Cuánto tiempo hace que no nos juntamos para pasar unos días de vacaciones? ¿Dos, tres años?

—Este es el tercer año —repuso Alba—. Llevábamos tres años sin hacer nada juntas y ahora, gracias a mí —enfatizó—, nos hemos vuelto a reunir.

Era cierto.

Desde que se habían convertido en adultas cada vez les resultaba más difícil organizar algo juntas. Hacía tres años, porque la madre de Alba había fallecido, hacía dos, porque la boutique de Tana no podía prescindir de ella, y el año anterior, porque Eli y Sandra estaban fuera, terminando un máster.

Pero finalmente habían conseguido coordinar sus agendas y, como muy bien había dicho Alba, había sido gracias a ella. Ella era la que había organizado ese viaje para despedir su soltería. Sus futuros suegros le habían prestado su casa en la costa para que pudiese pasar allí unos días con sus amigas.

Habían llegado esa misma tarde en avión desde Madrid. Un fabuloso Mini Cooper rojo descapotable las había estado esperando en la oficina de alquiler de coches del aeropuerto, y en menos de una hora se habían presentado en la urbanización donde los padres de Jaime, el prometido de Alba, tenían el chalet. La Urbanización Eden Park era una de las más exclusivas de la zona, o al menos eso les había explicado Alba por el camino. Disponía de campo de golf, pistas de tenis, diversas piscinas comunitarias —aunque cada propiedad tenía la suya propia como habían comprobado al llegar— y un par de restaurantes de lujo. Tenía vigilancia las veinticuatro horas e incluso un médico disponible todos los días de la semana.

El chalet de los padres de Jaime estaba muy bien situado, justo al final de un bosquecillo de pinos algo elevado, por lo que las vistas al mar eran fantásticas. Era una casa de dos plantas de estilo moderno, construida no hacía mucho. Tenía un enorme jardín en la parte trasera donde se ubicaban la piscina y una pequeña edificación que contenía la sauna y el jacuzzi.

Ninguna de las cuatro se había sentido abrumada ante tanta magnificencia. Procedían de hogares privilegiados y estaban habituadas a ese tipo de lujos. Eli veraneaba todos los años en Formentera, en el yate de sus padres. Las familias de Tana y Alba tenían casas de vacaciones en Laredo y en Comillas, y Sandra acostumbraba a pasar los veranos en las Maldivas, con su padre.

Las cuatro muchachas se habían apresurado a elegir habitación y a deshacer las maletas. Estaban impacientes por empezar las dos semanas de lo que iban a ser vacaciones-despedida-de-soltera-juerga-desenfrenada . Ataviadas con ropa cómoda pero elegante, se habían puesto en marcha dispuestas a comerse la ciudad, o mejor dicho, el pueblecito costero al que pertenecía la urbanización. Sin perder ni un instante se había decidido que Eli fuese la conductora. Era la única que no solía beber alcohol y les había parecido lo más lógico.

—¿No es un poco pronto para cenar? —preguntó Sandra mirando su reloj de pulsera.

—Son las siete —contestó Tana—. Seguro que cuando lleguemos, si llegamos —añadió con énfasis, mirando a Eli de reojo—, el sitio estará lleno de guiris tomándose el postre.

—Bueno, hagamos horario europeo entonces. Seamos decadentes y cenemos pronto. —Alba se recostó contra el respaldo del asiento y comenzó a juguetear con su móvil.

—¿Has sabido algo de Jaime? —le preguntó Sandra.

—Sí, claro —repuso con una sonrisa—. Está reunido, pero ha tenido tiempo de mandarme un mensaje y decirme que mañana nos vemos. Nos vamos a navegar en su catamarán.

—¡Oh, genial! —La voz de Tana no denotaba ningún tipo de entusiasmo.

—No seas aguafiestas —dijo Alba, inclinándose y tirándole del pelo.

—No soy aguafiestas, pero ya sabéis que me mareo terriblemente.

—Pues no te puedes quedar en tierra. Hemos quedado en divertirnos todas juntas.

—Lo sé, lo sé, ¿pero no podemos ignorar lo del catamarán?

—¡No! Va a ser genial. Anda Eli, dile algo.

—A mí dejadme en paz, ya sabéis que yo me amoldo a todo.

Estaba centrada en la infame carretera llena de curvas y no prestaba atención a la conversación. Había bajado el volumen de la radio porque las canciones le impedían concentrarse. Tenía problemas para aclararse con las marchas. Hacía mucho tiempo que no conducía un coche así, desde que se había sacado el carnet hacía siete años más o menos. Estaba acostumbrada a conducir vehículos automáticos: simples e intuitivos.

La carretera era la típica carretera secundaria, de dos carriles, uno en cada sentido; y Eli agradeció el poco tráfico que había a esas horas. Sabía que iba demasiado despacio. Aunque se podía ir a noventa kilómetros por hora, ella no había llegado a pasar de los sesenta. Con tanta curva, ¿quién era el loco que se ponía a noventa?

De vez en cuando su mirada abandonaba la calzada y se clavaba en el invitador mar azul, que según iban aproximándose al pueblo, cada vez aparecía más cercano. A su izquierda, la montaña descendía hasta acabar en la playa; y a la derecha, la pendiente de la ladera se encontraba salpicada de casitas blancas pertenecientes a diversas urbanizaciones. Las vistas eran impresionantes. Kilómetros y kilómetros de agua azul turquesa con pequeños barcos meciéndose sobre ella. El sol de la tarde se reflejaba de manera curiosa sobre el líquido elemento creando sorprendentes efectos, y convirtiendo la imagen en una pintura de Sorolla. El pintor había nacido cerca de allí, ¿no? Quizá por eso el escenario se asemejaba tanto a uno de sus cuadros.

El tiempo a finales del mes de junio en el Mediterráneo era perfecto, decidió. Como un sueño hecho realidad.

Mientras sus amigas se enzarzaban en una discusión sobre sus planes para el día siguiente, si era mejor pasar el día en la playa o en la piscina, ella comenzó a relajarse. Eran sus primeras vacaciones de verdad en los últimos tres años, y estaba decidida a pasárselo bien. Tenía muchas cosas en qué pensar, pero esos quince días que tenía por delante no los iba a malgastar con absurdas meditaciones o quebraderos de cabeza. Ya se agobiaría cuando regresase a Madrid. Ya decidiría qué era mejor para ella. No deseaba pensar en Lalo ni en las últimas exigencias de su madre, o en su inexistente carrera como abogada. Ya tendría tiempo de tomar decisiones.

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