Patricia Bentiez - Historias bajo el librero
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- Libro:Historias bajo el librero
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- Año:2016
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HISTORIAS BAJO EL LIBRERO
Patricia Bentiez
Copyright © 2016 Patricia Bentiez
All rights reserved.
ISBN:
ISBN-13 : 978-1530091539
AGRADECIMIENTOS
A mis hijos, esos tres milagros que amo más allá de este mundo
A Sergio, mi vida entera, mi inicio y fin
A mi familia argüendera que me apoya siempre
A mis amigos, quienes a través de las redes sociales siempre han apoyado a una servidora
A mamá, por enseñarme a trabajar duro
A papá, mi súper héroe, quien desde el cielo leerá con gusto las siguientes páginas
Hay que estar muy rota para escribir sin parar, para desbordar ese tsunami que arrasa con otros, que los mueve, los marca, los ahoga.
Hay que estar muy cuerda para convertir ese tsunami en un apacible mar que mece, tranquiliza y sana heridas
Contenido
Desperté con hambre, por primera vez en muchos días. Era domingo y quería salir sola. Me vestí y salí al patio frontal. Percibí el olor húmedo y dulce del bosque después de una tormenta, el sonido de las palomas en el parque de enfrente y el perezoso rayo de Sol que apenas se animaba a dejar su lecho tras el Cerro de la Silla. Tomé las llaves de mi automóvil y decidí manejar sin rumbo, hacia el sur. Sabía que terminaría en donde siempre, en el mismo lugar donde desde hacía un par de años, domingo tras domingo, me sentaba en la mesita justo bajo la vitrina rosa mexicano. Como es mi costumbre, empecé con café y una empanada de calabaza y observé la escena a mi alrededor: las familias con los niños pequeños, la mujer de la tercera edad, "Tráigase el cafecito, mi reina" pidiendo cariñosa pero autoritaria a la mesera, los motociclistas en su parada de costumbre, el olor a chilaquiles, gorditas de azúcar, café, el sonido de los pájaros en sus jaulas, las vajillas antiguas en los estantes viejos de madera oscura, los cubiertos armando concierto en complicidad con platos y tazas, la jarra de café de olla, las hojarascas de maíz.
Esta vez, al estacionar mi auto frente a la plaza principal del pueblo, vi que la terraza de mi café favorito estaba abierta. No hacía mucho calor y la gente parecía cómoda bajo el cobijo de los parasoles café claro. Entré y pedí mesa en la terraza. Ordené café, mi empanada de calabaza de siempre y dos tacos de machacado. Quería refugiarme en la modorra de esa mañana de domingo frente a la plaza. Quería huir, huir a ese pequeño pedazo de cielo escondido en la Sierra Madre, esconderme de los fantasmas de mi vida, de los recuerdos y de todos los infinitos silencios, de las mentiras y las verdades a medias. Quería observar las vidas de otros, sumergirme en los ojos de los niños, escribir robando las vidas a los demás, alterar finales y cambiar argumentos, inventar amantes y dolores de corazón, fabricar lugares inexistentes, personajes mezclados, deseos no cumplidos. Buscar catarsis. Buscar catarsis y salir del letargo anclado en mi corazón. Sentir sin dolor. Dormir al cobijo de la sierra, sin miedos, sin la ansiedad que me dañaba las articulaciones.
Quería crearme otro mundo de final alterno, como en los DVDs que rentaba los viernes por la noche. Un final alterno, diferente al final a medias, al colofón incompleto que había sido mi vida: un ciclo sin cierre, un puerto sin amarras, un fin sin final.
Le comparto a usted, estimado lector, las historias que una servidora inventó durante esos años en que sobreviví con un corazón mohoso y apátrida gracias al refugio de estas letras, sin más compañía que un café o una copa de vino.
Vivo donde la luna y el sol despiertan a des-tiempos, donde las chicharras no cantan, murmuran historias de desamor, donde los primeros besos son auténticos y eternos, donde la noche se recuesta perenne en el hechizo de las montañas...
Vivo donde el aire arrulla a mi árbol de miles de hojas, cada una un nombre, una historia...
Vivo donde el calor olvidó desdibujar el verde de mi montaña, donde Venus nace cada mañana...
Vivo... y muero... muero porque vivo sin ti...
Ahora encuéntrame.
"Buenos días, princesa." decía el mensaje de texto que había recibido esa mañana. Hacía un tiempo ese mensaje le hubiese alborotado el corazón y puesto de buen humor todo el día. Pero ella ya conocía la historia de memoria.
Así empezaban: mensajes lindos por WhatsApp varias veces al día, "Like" en todas las fotos y estatus de Facebook, canciones publicadas en el muro de él dedicadas a ella, la llamada ocasional, los fines de semana conectados a través del Skype, hablando de todo y de nada.
Así empezaba todo. Siempre.
Y así terminaba todo, siempre: los mensajes de WhatsApp se reducían a uno solo al día, o cada tercer día, "Ando súper ocupado, te busco más tarde." Por más linda que se esforzaba en salir en su foto de perfil del Facebook, él ya no le daba "Like" ni añadía comentarios, el "te llamo más tarde", se había convertido en una promesa falsa, y ni hablar de los fines de semana en Skype.
Así terminaba todo. Siempre.
Tres meses. Era la vida útil de una "relación" en esta nueva era de las redes sociales. Tres meses.
Por eso ella contestó el mensaje así: "Hoy es 12 de Junio. Márcame, ya." Era mejor dejar las cosas en claro de una buena vez. Demasiadas veces le habían jugado ese terrible proceso de tres meses, donde la única que terminaba siempre con el corazón roto era ella. Así que decidió jugar sus cartas de una forma distinta.
"Mira," dijo ella a través del auricular al momento en que él la llamo, "espero que no te molestes por lo que te voy a decir, pero en estos momentos está hablando la voz de la experiencia. Sé cómo se va a desarrollar esta historia. Sé que en tres meses perderás el interés y la única lastimada seré yo. Lo sé porque ya me ha pasado muchas veces, demasiadas. Y sé que en este momento me vas a decir que tú eres diferente a los demás y que yo soy una mujer muy especial y que jamás pasará eso. Ese discurso ya lo he escuchado también varias veces y la historia no cambia. Así que hagamos un trato. Hoy es 12 de Junio. En tres meses ambos nos vamos a mandar al carajo. Mutuamente. El día 12 de Septiembre nos mandaremos al carajo. Pero nos vamos a prometer que esos tres meses serán los mejores de nuestras vidas, ¿te parece? Así ya sabemos de antemano que la historia termina y que al menos el cierre fue de común acuerdo."
Él no sabía qué responder. Jamás alguien le había puesto la realidad así tan cruda y clara. Pero realmente estaba interesado en ella y no quería perderla. Ya vería que hacer al cabo de los tres meses, pero por lo pronto no le quedaba más que aceptar sus raras condiciones.
Inició el periodo de la relación, intenso. Mensajes, llamadas, incluso varias visitas a sus ciudades de origen (eran 5 horas de carretera, en su mayoría autopista). Había que aprovechar ese limitado tiempo juntos.
El 12 de Septiembre llegó demasiado pronto. Decidieron que sería más fácil terminar todo con un simple mensaje de texto. Así dolería menos. Luego dejarían de ser amigos en Facebook y se bloquearían en el Skype, como le ocurría a ella siempre que terminaba una relación así. Era de esperarse. Ya sabía ella que iba a pasar algunas semanas triste, pero al cabo de un tiempo retomaría su rutina normal.
Por eso le sorprendió verlo parado a los dos días afuera de su casa. Sostenía un ramo de jazmines en una mano y una pequeña maleta en la otra. "¿Qué haces aquí?" preguntó ella, sintiendo que el color iba y venía de sus mejillas y que le temblaban las manos. "Quiero otros tres meses contigo. Y si quieres, nos volvemos a mandar al carajo por un día. Porque después de eso, quiero otros tres meses contigo, y luego otros tres meses más. Aunque tenga que venir a rogarte cada tres meses para que me vuelvas a aceptar. Eres una loca y así te adoro y me has contagiado algo de tu locura. "
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