Chrysoula Tzavelas - La geometría del cielo (Cenizas del Paraíso nº 2)

Chrysoula Tzavelas

La Geometría del Cielo

Cenizas del Paraíso II

Título original: Matchbox Girls

Diseño de cubierta: Yocla Design

ISBN: 978-84-941597-0-1

Avda Felipe II, 2 – 28009 Madrid

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A mi madre, que creyó en mí,

y a mi hijo, que me hizo comprender

—Nephilim —dijo Marley un instante después—. El Diluvio no se los llevó por delante. No son mitos.

—Eh… no. No más que los ángeles —añadió para, a continuación, quedarse en silencio.

—Tú eres el hijo de… ¿Qué se supone que significa eso?

—Bueno, cuando un ángel quiere mucho a un mortal…

—¡Venga! ¡No me tomes el pelo!

—No es del todo una broma —dijo suavemente—. Los ángeles, de entre todos los seres celestiales, pueden ser especialmente intensos en sus pasiones. Cuesta mucho atraerles fuera del Paraíso y conseguir que incumplan los Preceptos. Pero en cualquier caso, lo que significa es que somos mitad humanos y mitad ser celestial. Heredamos los poderes de nuestro lado celestial y no envejecemos como los humanos. Pero tampoco somos inmortales como los ángeles.

—No envejecéis… ¿Pero qué edad tienes?

—¿Yo? Solo treinta. También es que soy tercera generación; mi padre es… mucho mayor.

—¿Y Zachariah? ¿Él es también… eh…? ¿Es mayor también?

—Anciano. —Ella detectó un tono divertido en su voz y no le gustó nada.

—¿Y la chica de los perros? ¿AT? ¿También es de la «familia»?

—Sí. Y antes de que lo preguntes, tiene dieciséis años. Debería estar vigilando tu bloque en estos momentos.

Marley se quedó horrorizada.

—Es solo una niña. ¿Por qué involucráis a una niña en todo esto?

—Se ha involucrado ella misma —el tono de Corbin se endureció—. Y ya ha participado en cosas más aterradoras. De hecho, su vida es más aterradora que esto. No te preocupes por ella.

—Vale. —Marley vio como Lissa se caía rodando del sofá, se levantaba, se tambaleaba hacia su hermana y le quitaba su galleta. Kari hizo un puchero.

De repente, tuvo ganas de terminar la conversación. Ángeles. Nephilim. Inmortales.

—Bueno, ahora tengo que ir a ejercer de madre adoptiva. Ha sido agradable charlar contigo. Gracias por la información.

Él se detuvo.

—Está bien —dijo—. Es mucho que asimilar, te dejaré para que pienses en ello. —Marley estaba a punto de colgar cuando le soltó abruptamente—: ¡Marley! Ellos no te pueden encontrar como AT y yo, pero te acabarán encontrando. No estarás a salvo en donde estás.

—¿Hay algún lugar donde lo esté?

—Por ahora… no dejes de cambiar de sitio. Yo intentaré averiguar por qué Ettoriel quiere a las niñas.

También voy a ver qué ayuda nos puede ofrecer Senyaza, el eh… negocio familiar.

—Ya. —Colgó el teléfono y cerró los ojos, dejando que las historias de Corbin se arremolinasen en su cabeza. De pronto, una de las gemelas chilló, enfadada. Suspiró, abrió los ojos y se dispuso a enfrentarse a la batalla.

Una hora más tarde, reflexionó y pensó que había un límite a la prisa que se les podía meter a las gemelas por la mañana para ponerlas en marcha sin asustarlas ni enfurruñarlas. Se preguntó si los cuidadores con experiencia tendrían algún truco o si siempre se tardaba tanto en, por ejemplo, llevar a los niños al colegio. Si las gemelas lo sabían, no se lo dijeron.

Una vez consiguió guiarlas hasta la acera y dejar en el coche la mayor parte de las cosas que habían subido al estudio, retrocedió y miró a su alrededor. La neblina producida por el humo de los incendios teñía el cielo de amarillo y apenas había nadie en la calle. Una manzana más abajo, en la esquina, vio a AT sentada de lado en una marquesina de autobús, con los tres perros desparramados a su alrededor.

Leía una revista, una de esas para adolescentes, pero en cuanto Marley se acercó, levantó la vista y sonrió.

—Hola.

Lissa se acurrucó contra la pierna de Marley, pero Kari se separó para ir a examinar los perros.

—A tu perrito le hicieron daño.

Una sombra cruzó el rostro de AT.

—Sí, pero ya está mejor. Puedes acariciarlos si quieres. Se portarán bien. —El perro negro, el que recibió el disparo, bostezó cuando Kari le dio una palmadita en la cabeza.

Marley posó la mano en el pelo de Lissa.

—Gracias. Por lo de ayer, me refiero. Y… eh… ¿estás montando guardia ahora?

La sonrisa amistosa de AT volvió a aparecer.

—Claro. Me alegro de poder ayudar. Corbin me llamó y me dijo que habíais hablado.

—¿Has…? ¿Alguien ha…? ¿Ha costado mucho?

—No. Creo que todavía no han descubierto que cambiaste de coche. De todos modos, no es que la gente del abogado sea muy creativa a la hora de pensar.

—¿Cómo me encontraste?

AT acarició al perro rojizo que estaba subido al banco junto a ella.

—Los perros tienen un sentido del olfato excepcional. Sobre todo los míos. —Marley se quedó quieta; no tenía claro qué le quería decir.

Mientras reflexionaba sobre ello, AT metió la revista en la mochila y se llevó la rodilla hasta la barbilla.

—Entonces, Corbin por fin se presentó y te dio su número.

—¿Cómo? Sí. Me habló de… de la persona que va tras nosotras. ¿Ettoriel algo? Y, eh… nephilim. —

Lo que era fácil hablar en casa, por teléfono, resultaba extraño allí en la calle y cara a cara.

AT inclinó la cabeza, mirando hacia Marley. Un mechón de pelo rizado cayó por delante de uno de sus ojos y sacudió la cabeza para apartarlo.

—Akaterin Ettoriel —dijo con tono ausente—. Corbin es un buen tipo. Demasiado serio. Algo rabioso a veces. Pero hemos sido amigos desde que llegué a Senyaza. Oye, y tú ¿estás saliendo con Zachariah?

—¿Qué? ¿No? Quiero decir… no —respondió Marley, que había perdido el control de la conversación.

—Mmm. ¿Pero estáis muy unidos? Lo suficiente para que te dejase a las niñas.

—Bueno… aquello fue algo inesperado. Muy inesperado. Y bastante raro. ¿Por qué me preguntas todo esto? —La chica le sonrió y de repente, ella se puso a la defensiva—. Somos amigos. Un hombre y una mujer pueden ser amigos sin necesidad de salir. —«A pesar de que tuviese esperanzas…»La sonrisa de AT se ensanchó.

—Eso es genial. La amistad es genial. Yo estoy totalmente a favor de los amigos. ¿Y estás saliendo con alguien más?

—No, y ¿qué más da? —De mal modo, añadió—: Ya que nos ponemos cotillas… ¿tienes tú novio?

AT se rio, como si Marley hubiese dicho algo divertido.

—Ya me gustaría. Pero eso no ocurrirá por ahora. —Se levantó de un brinco—. ¿Entonces pasabas a saludar?

—Quería ver qué me podías decir sobre ese tal Ettoriel.

Un hombre vestido de manera informal se acercó a ellas, llevaba auriculares en los oídos y Marley se descubrió girándose de modo que Lissa quedase detrás de ella y acercándose a los perros. El hombre las sorteó sin siquiera mirarlas y continuó por la acera. Lissa se quedó mirándole y, a continuación, se unió a Kari para acariciar a los perros, susurrándoles como ella hacía.

AT casi ni lo miró.

—No sé mucho sobre él. No tengo demasiada experiencia con la parte angelical de la ecuación celestial. He oído su nombre varias veces. Y también está el desastre de escena de ayer. Nunca esperé que las cosas saliesen así.

Marley escaneó la calle en busca de más viandantes, y puso el banco que servía como parada de autobús entre ella y el resto de la calle. Entonces, se sacudió. Apenas había oído lo que AT había dicho, estaba distraída.

—¿Cómo sabes si alguien es peligroso? ¿También por los perros?

AT la había observado cambiar de posición sin hacer ningún comentario.

—Ayudan, sin duda, pero los ángeles marcan a todos los que trabajan para ellos. Se puede ver con la Visión. Algo —añadió con una mirada de comprensión repentina— que tú no tienes. Mierda. No te olvides de preguntarle a Corbin la próxima vez que le veas, para que lo arregle. Yo lo haría, pero no tengo las herramientas. —Agitó la cabeza—. Guau, no tener la Visión; eso tiene que ser un asco.