Michael Ignatieff - Fuego y cenizas: Éxito y fracaso en política
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- Libro:Fuego y cenizas: Éxito y fracaso en política
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2014
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Fuego y cenizas: Éxito y fracaso en política: resumen, descripción y anotación
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En política no puedes ir a ningún lado sin un equipo que lo dé todo por ti. Si llegué hasta donde llegué es gracias a un equipo que comenzó estando compuesto por desconocidos y acabó convirtiéndose en un grupo de amigos. Si me dejo algún nombre disculpadme, por favor.
Alfred Apps, Dan Brock y Ian Harvey me introdujeron en la política. El senador David Smith y su infatigable ayudante, Jen Hartley, ayudaron a reunir el apoyo de los miembros del partido a mi campaña por el liderazgo. Los antiguos primeros ministros Paul Martin y Jean Chrétien me ofrecieron sus consejos, algunos de los cuales debí haberme tomado más en serio. Bill Graham lideró satisfactoriamente el partido durante 2006. Me ayudó la experiencia de Marc Lalonde y Donald S. Macdonald, ministros en los Gobiernos de Pierre Trudeau, así como la de Robert y Elinor Caplan y de David y Penny Collenette. Adrian McDonald, Carolina Gallo y Nancy Coldham parecían estar presentes en todos los eventos, al igual que David Wright y Larry Herman. Sachin Aggarwal, Alexis Levine, Mark Sakamoto y Leslie Church formaron parte del núcleo de abogados y becarios que dirigió mi campaña por el liderazgo del partido. Milton Chan fue uno de los encargados de elaborar informes y Tom Allison fue toda una eminencia gris. Beth Hirshfeld se ocupó de gestionar mi equipo de solicitud de votos. Paula Viola recorrió las calles conmigo antes de iniciar sus estudios de Derecho. Marc Chalifoux fue mi ayudante personal en 2006. Además de recaudar fondos, Elvio y Marlene DelZotto me acogieron cálidamente. Abe Schwartz coordinó el equipo de vídeo para la convención de 2006 y se convirtió en un buen amigo. Mary Kancer fue mi infatigable ayudante en mi distrito electoral de Etobicoke-Lakeshore; Armand Conant fue mi agente oficial; y Jamie Maloney, el presidente de la asociación de mi distrito. Aún recuerdo a su madre, Marion Maloney, animándome con vehemencia a que incluyera más mujeres en mi campaña. Kathy Kotris, Anetta Jewel, Natasha Bronfman, Jill Fairbrother, Marti Rowse y Connie Micaleff formaron el núcleo duro del equipo de Etobicoke-Lakeshore. Compartí el distrito con Laurel Broten, miembro del Parlamento provincial. Jeff Kehoe pilotó nuestro avión sobrevolando el sur de Ontario en medio de tormentas y aterrizando de madrugada en pequeños aeropuertos. La enérgica forma de conducir de Paul Zed en las carreteras de New Brunswick me puso los pelos de punta. Steve Megannety fue el «chico de la pancarta» que me dijo: «Devuélveme mi partido»; Kevin Chan renunció a un futuro prometedor en el Privy Council Office hacia atrás en medio de una multitud.
Trevor Harrison, Christian Provenzano y Rheal Lewis formaron parte de mi equipo como vicesecretario del partido y juntos tuvimos que enfrentarnos a la crisis de las instalaciones nucleares de Chalk River en diciembre de 2007.
John Drache, Expie Casteura y Gerry Petit nos acogieron en casa en Stornoway e hicieron de ella un refugio durante dos años y medio. Jane Kennedy cuidó de Zsuzsanna y de mí con todo su corazón. Scott McCord siempre encontró el camino adecuado para llevarnos allí adonde debíamos ir.
Ian McKay, director ejecutivo del partido, hizo que las cosas siguieran funcionando durante un periodo complicado.
Kevin Vickers, Sergeant at Arms, me recordó, por si lo olvidaba en algún momento, que la Cámara de los Comunes es un lugar digno; el presidente de la Cámara, Peter Milliken, defendió los privilegios del Parlamento con valentía. El director de los asuntos legislativos en la Cámara de los Comunes, Richard Wackid, también amaba el Parlamento y acabó perdiendo una dura batalla contra la enfermedad de Lou Gehrig.
Los miembros del Parlamento y los senadores que ejercieron sus cargos conmigo en la bancada liberal entre 2006 y 2007 me dieron una lección sobre política cada miércoles en el grupo parlamentario y cada vez que trabajamos juntos en sus distritos electorales por todo el país. También quiero dar las gracias a todos los candidatos que se presentaron bajo mi liderazgo en las elecciones de 2011.
Olivier Duchesneau, Brigitte Legault, Robert Asselin, Paul Ryan, Marc-André Blanchard, Raymond Garneau, Jean-Marc Fournier y Lucienne Robillard se esforzaron por hacerme entender la política en Quebec, al igual que Dwight Duncan, Don Guy y Aileen Carroll lo hicieron con Ontario. Era imposible visitar London, Ontario, sin Mary Mclaughlin. Dalton McGuinty, primer ministro de la provincia de Ontario, me dijo en una ocasión: «Solo existen dos preguntas que vale la pena hacerse en política: ¿Estás listo para ganar? y ¿Estás preparado para perder?». El primer ministro de Quebec, Jean Charest, me dijo que la palabra fundamental en política es «la pérseverance, Monsieur Ignatieff, la pérseverance». En Newfoundland, Paul Antle organizó al equipo mientras me dejó descansar en su sofá; en Nueva Escocia, Jim y Sharon Davis nos ofrecieron un gran ejemplo de coraje: el hijo de Jim, Paul, había fallecido mientras estaba destinado en Afganistán. En Saskatchewan, las familias Richardson y Merchant no dejaron de apoyarnos. En Alberta, Grant Mitchell, Joan Bourassa y Daryl Fridhandler mantuvieron encendida la llama; en la Columbia británica, Keith y Mary Jane Mitchell siempre estaban dispuestos a mostrar su comprensión y su apoyo, y Gordon y Kilby Gibson y sus hijas nos ofrecieron consejos e inspiración. David y Brenda McLean fueron tan generosos como acogedores. Jatinder y Rosie Rai fueron unos guías inmejorables durante nuestras visitas a las comunidades del sur de la Columbia británica. Michael Chong, de los conservadores, Peter Stoffer, del NPD (Nuevo Partido Democrático, NDP en sus siglas en inglés), y Gilles Duceppe, del Bloque Quebequés, confirmaron que las relaciones civilizadas entre partidos enfrentados en la Cámara de los Comunes son posibles.
André Pratte, de La Presse, Susan Delacourt, del Toronto Star, John Ibbitson y Michael Valpy, del Globe and Mail, y Craig Oliver, de CTV, son ejemplo de periodistas que pueden respetar una confidencia y no traicionarte. Michael Levine intentó avisarme de los riesgos en los que estaba incurriendo, pero no lo escuché como debía.
Chris Bredt y Jamie Cameron aparecieron la noche de la derrota y nos hicieron compañía cuando todo el mundo ya se había marchado. Kirsten Walgren y Rob Riemen nos permitieron un descanso en Ámsterdam cuando más lo necesitábamos, y Bernard Haitink y Simon Rattle nos proporcionaron una inspiración sublime. Bob Rae, mi amigo y rival durante cinco años de vida política, trabajó con lealtad bajo mi liderazgo y sirvió con habilidad al partido como líder provisional.
Rob Prichard, John Fraser, David Naylor y Janice Gross Stein me ayudaron a encontrar un empleo remunerado con posterioridad. David Ellwood, Iris Bohnet, Arthur Applbaum y muchos otros colegas me acogieron de nuevo en la Harvard Kennedy School.
El decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Pennsylvania me invitó a pronunciar la conferencia en honor de J. Roberts de 2012, «El prestigio en el Derecho y en la política». Brendan O'Leary realizó valiosos comentarios sobre esa ponencia. Peter Florence me invitó a impartir la conferencia «Raymond Williams sobre Política y Literatura» en el Hay Festival de 2012. El Centro de Humanidades de la Universidad de Stanford me invitó a dictar la conferencia Presidencial en 2012 que llevaba por título «Enemigos y adversarios: el partidismo en la política», y el Centro para el Estudio de la Racionalidad de la Universidad Hebrea de Jerusalén me invitó a pronunciar la conferencia Edna Ullmann-Margalit en 2013, «La racionalidad en la política». Mis alumnos del curso DPI205 de la Kennedy School —«Responsabilidad y representación»— me ayudaron a entender lo que este libro quiere expresar. Quiero dar las gracias al Linacre College de la Universidad de Oxford por el honor de solicitarme que impartiera la conferencia Tanner sobre representación y responsabilidad en junio de 2013.
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