Felix Casañas Domech - Rosendo

ROSENDO

Esta es la historia de un niño y un toro, el amor que se tienen mutuamente, pero... Veamos bajo qué circunstancias.

Era una tarde gris, El cielo no quería dejar asomar los rayos de sol y en un pueblecito de Andalucía, vivía la familia Mayor en la Hacienda La Rosa, eran unos granjeros muy populares por aquella zona, tanto por su valentía en el ruedo, como por su educación y amabilidad con sus vecinos. Esa tarde la familia sufría la pérdida del más querido de los Mayor, había fallecido el Patriarca de la Familia que con sus 89 años había sido un gran torero toda su vida, sus hijos habían heredado de él la maestría, el respeto, la educación y el amor hacia los animales. Allí en su lecho de muerte toda la vecindad acudió a su último adiós adornando el lugar de hermosos gladiolos, claveles y todo el amor que le tenían. Sebastián que era el mayor de los hijos ahora quedaría al frente de la familia, por lo que sabía que le esperaba una gran responsabilidad.

Un año más tarde

Era un caluroso día de julio, De esos que acostumbran y azotan las calles de Andalucía, La Hacienda La Rosa celebraba el séptimo cumpleaños de Julián, hijo de Sebastián y Patricia, era un niño precioso, tenía el pelo negro, rizado igual que su madre y unos ojos verde aceituna, como su padre, educado, amante de los animales y la naturaleza. Julián jugaba con sus amiguitos, vecinos de la zona y compañeros del cole, mientras los adultos cooperaban trayendo desde la cocina al comedor las bandejas de bocadillos, ensaladas y bebidas. Alguno que otro cantaba una cancioncilla. Allí apareció Patricia la madre de Julián. Llevaba en sus manos una tarta de dos alturas decorada con fresas y arándanos. Los niños corrieron a sus asientos alrededor de la mesa y Julián corrió a su sitio de anfitrión. Todos cantaban cumpleaños feliz y alguno le decía a Julián – ¡pide un deseo!, ¡pide un deseo! Así cortan la tarta, continuaron con un brindis por el niño Julián y comenzó la música. A Julián le encantaba el dulce por lo que había pedido a su madre un poco más de la ración que le habían servido. La mesa estaba abarrotada de chuches, dulces, frutos secos, bocadillos,… no faltaban los platitos con jamón y queso manchego. Era una fiesta maravillosa. En ese instante uno de los trabajadores de La Rosa se le acerca a Sebastián, le dice algo al oído y Sebastián se pone muy contento, decide compartirlo con los invitados. Sebastián pide que por favor bajen la música para comentar algo. Había acabado de nacer un ternerito en el corral, en los rostros de todos había felicidad pero en especial en el rostro de Julián, este le dice a su padre

-¡Quiero verlo!, ¡quiero verlo!

Sebastián le responde:

- Sí, ahora mismo vamos para el corral,

En un instante el salón quedo vacío, todos corrieron al corral a dar la bienvenida a tan hermosa criatura. Julián que llego a hombros de su padre al ver al ternero de un color negro azabache allí acostado con solo unos minutos de vida le dijo a su padre.

-Bájame, quiero tocarlo.

Su padre le dijo:

-No hijo, aún es pronto, dejémosle con su madre, mañana estará más fuerte y podrás tocarlo, además por ser tu cumpleaños te lo regalo, es tuyo.

Julián no lo podía creer, daba saltos de alegría, estaba radiante de felicidad y le pregunta a su padre:

-¿Le puedo poner nombre? Su padre responde:

- por supuesto, es tuyo.

-Pues te llamaras Muso, dijo Julián mirando con dulzura al ternerito

En poco más de media hora el corral se fue despejando, todos volvían a la celebración y Julián regresó a la casa de la mano de su padre, aunque no estaba muy contento de dejar allí a su nuevo amigo.

Pasaron unas horas y la fiesta terminó, pero allí en el corral estaba el pequeño ternerito intentando levantarse, Muso escucha voces muy cerca de él, eran sus vecinos de corral, otras vacas, ovejas y caballos. Todos le daban la bienvenida. Muso ve algo extraño en aquel lugar y no entiende bien que sucede, se siente confundido, todos los animales le hablaban, aquel sitio le parecía familiar, se queda sorprendido cuando ve sus patas de ternero y de un susto dice:

-¡No puede ser! ¿Qué pasa? ¿Porque estoy aquí?

Estaba encerrado en un corral con una vaca que ahora era su madre. Muso se sentía muy débil y con mucha hambre y su instinto lo lleva a beber de la teta de su madre y mientras se acerca renegando a la teta va pensando,

No, no, ¡qué asco! Pero el instinto le vence, una vez comienza a chupar de la teta se dice así mismo, realmente no esta tan mal, está muy buena, mmmm. Sigue chupando de la teta y piensa- esto debe de ser una pesadilla, por lo que decide gritar para el mismo-

Despierta, despierta, hasta que deja de chupar de la teta de su madre y grita ¡DESPIERTAAAAA!

Pero todo continúa igual, los animales que por allí estaban le miran y hablaban entre ellos pero una lechuza que había estado durmiendo se despierta asustada y pregunta

-¿Qué pasa? Muso que escucha a la lechuza hablar se pregunta

– ¿la lechuza ha hablado? Esto es de locos. Sacude fuertemente su cabeza y dice-no es posible.

La lechuza que le escucha le dice-¿que no es posible? ¿Que yo sea una lechuza y tu un ternero?

Muso la mira, cierra sus ojos y mueve su cabeza como un no reiterativo.

Su madre que ve a Muso corretear y sacudir la cabeza le dice – hijo, ¿porque no te tranquilizas? Mira el alboroto que tienes aquí montado.

Muso dice alterado- ¡disculpa pero es que tú no lo entiendes! ¡Yo era un Hombre y ahora soy un ternero! Esto es increíble y nunca mejor dicho.

La lechuza al escuchar esto del ternero baja volando y se posa en uno de los barrotes del establo, se acerca bien al ternero y empieza a revisar cada rincón de su cara, a ver si encuentra algún rastro del hombre que el ternero dice haber sido. El ternero sorprendido por esta manera de reaccionar de la lechuza le dice ¿que buscas? La lechuza vuelve al poste donde acostumbraba a estar y desde allí le dice al ternero- no me creo que hayas sido un hombre.

El ternero enfadado le dice-¿cómo es que me dijiste que te llamabas?

La lechuza le responde- me llamo Su, y no te lo había dicho. ¿Y tú cómo te llamas?

-Rosendo es mi nombre dice el ternero, en eso su madre le dice ¿Ah sí? ¿Y desde cuándo? Porque yo no te puesto nombre alguno.

Rosendo: - Estooooooo luego te lo cuento…

Rosendo le pregunta a Su- y ¿desde cuándo vives en este corral?

Su: -Unos 6 meses.

Rosendo – por eso es que no te conozco, porque llevas poco tiempo aquí.

Su le dice- ¿poco tiempo yo aquí?

Rosendo-si

Su- poco tiempo llevas tú.

Rosendo –si pero poco tiempo como ternero. En este corral hay 13 caballos, 7 cabras, 22 cabezas de ganado, eso sin contar que también hay una cría de patos, uno de ellos cojea de la pata derecha.

Allí llega un gato muy chulo con su barbilla en alto y le dice a Rosendo, y yo también.

En ese momento la lechuza comprendió que Rosendo decía la verdad porque Rosendo no llevaba ni siquiera un día de nacido y aún no había salido del corral.

Memo que estaba un poco incrédulo por lo que contaba Rosendo le pregunta -¿Realmente eras un hombre?

Rosendo le replica: Si era un hombre y mi nombre es Rosendo

El gato le dice- bueno, si tú lo dices (le da la espalda y se va)

Rosendo le dice al gato:- Mino, ¿así te llamas verdad?

El gato que ya se marchaba se gira, espera unos segundo y le dice-Memo, así me llamo, memo repite.

Rosendo que se muere de la risa entre carcajadas le dice ¿memo?, ¿te llamas memo? Y continúa riéndose.

El gato le dice-yo no le veo la gracia

Rosendo entre risas le dice-pero si yo te puse mino

El Gato dice ¿Mino? Que nombre más feo, yo siempre he sido Memo y Memo me quedo.

Rosendo dice: -vale, vale si te gusta memo pues Memo serás, pero yo te había puesto Mino

El gato dice-¿tu? yo no te recuerdo y mucho menos que me hayas puesto nombre, acabas de llegar a este mundo y ¿ya te inventas todas esas cosas?