1 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a La vida de la señorita Phyllida Hurst tenía ciertos secretos… Habiendo sobrevivido al escándalo de su nacimiento a fuerza de coraje y determinación, la bella Phyllida había alcanzado un precario equilibrio con la alta sociedad. Hasta que de repente Ashe Herriard, el vizconde Clere, apareció para romper su mundo y sus planes cuidadosamente trazados en mil pedazos. Criado en la dinámica Calcuta, Ashe se mostraba desdeñoso hacia la formal sociedad de Londres, pero algo en Phyllida le intrigaba. Un misterio la envolvía. Una promesa de secretos y la insinuación de un escándalo... ¡más que suficiente para seducirlo! 2 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a 3 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid © 2013 Melanie Hilton © 2014 Harlequin Ibérica, S.A. Bajo sospecha, n.º 549 - abril 2014 Título original: Tarnished Amongst the Ton Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd. Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A. Esta es una obra de ficción. ® Harlequin, Harlequin Internacional y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países. Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados. I.S.B.N.: 978-84-687-4264-9 Editor responsable: Luis Pugni Conversión ebook: MT Color & Diseño 4 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a
Nota de la autora
Cuando terminé de escribir
La joya prohibida de la India, que tenía como escenario la misma India en 1788, no pude evitar preguntarme por lo que les sucedería en el futuro a mis protagonistas, Nick y Anusha Herriard. ¿Qué mejor manera, me dije, que viajar en el tiempo hasta la época de la Regencia para averiguarlo? Esta historia es el resultado de ese viaje a través del tiempo, y empieza con la llegada a Londres de los marqueses de Eldonstone, acompañados de sus hijos, Ashe y Sara. Ashe, según no tardé en descubrir, no se muestra precisamente entusiasmado con la perspectiva de buscar esposa, y yo me quedé tan sorprendida como él con la joven dama con la que tropieza en los muelles.
Los Herriard son muy poco convencionales, pero al fin y al cabo pertenecen a la alta sociedad... ¿aceptarán entonces a Phyllida Hurst, con su oscuro pasado y sus múltiples secretos? Ashe tampoco lo sabe, pero no puede evitar sentirse atraído por Phyllida... aunque eso lo lleve a aventuras llenas de obscenas obras de arte, un taimado cuervo y un siniestro señor del crimen. Espero que disfrutéis leyendo esta novela tanto como yo gocé escribiéndola. Louise Allen 5 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a
Uno
3 de marzo de 1816. El Támesis a su paso por Londres —Es gris, como todo el mundo me había dicho —Ashe Herriard se apoyó en la borda del barco y contempló con ojos entrecerrados la ancha extensión del río Támesis.
Estaba salpicado de todo tipo de barcos, desde diminutos esquifes y botes de remos hasta grandes naves que empequeñecían su velero de cuatro mástiles—. Veo más matices del gris de los que sabía que existían. Y del castaño, del beige, del verde. Pero mayormente del gris. Había esperado odiar Londres, encontrarlo ajeno, pero en lugar de ello lo veía antiguo, próspero y extrañamente familiar, aunque todo su ser parecía revolverse contra aquella capital y todo lo que representaba. —Pero no llueve, y la señora Mackenzie decía que en Inglaterra llovía todo el tiempo —Sara se hallaba de pie a su lado, arrebujada bajo su gruesa capa.
Parecía alegre y entusiasmada, pese a que los dientes le castañeteaban de frío—. Es como el Garden Reach de Calcuta, solo que más bullicioso. Y mucho más frío —señaló un punto—. Hay incluso un fortín. ¿Ves? —Es la torre de Londres —sonrió Ashe, reacio a contagiar su mal humor a su hermana—. —Estoy muy impresionada, hermano querido —le dijo con un guiño que desapareció cuando siguió la borda con la mirada—. —Estoy muy impresionada, hermano querido —le dijo con un guiño que desapareció cuando siguió la borda con la mirada—.
Mata está siendo muy valiente. —¿Lo dices por la manera que tiene de sonreír? Sospecho que los dos están siendo muy valientes. Su padre le había pasado a su madre un brazo por los hombros y la mantenía bien cerca de sí. No era algo inusual, ya que eran muy expansivos en sus afectos para lo que dictaba la convención social, incluso para los relajados usos de la sociedad europea de Calcuta. Pero Ashe conocía bien a su padre y sabía lo que quería decir aquella tranquila expresión, sumada a la manera que tenía de apretar la mandíbula. El marqués de Eldonstone se estaba preparando para la batalla.
El hecho de que se tratara de una pelea contra los pocos recuerdos que conservaba de un país del que había permanecido alejado durante unos cuarenta años no la hacía menos real. Alejado de su propio padre, casado con una mujer que era mitad india y que se quedó consternada al descubrir que su marido era heredero de un título inglés y que por tanto un día tendría que volver, el coronel Nicholas Harris había esperado hasta el último momento para abandonar la India. Pero los marqueses no trabajaban como 6 | L o u i s e A l l e n - B a j o s o s p e c h a agregados militares en la Compañía de las Indias Orientales. Y siempre había sido consciente de que algún día tendría que heredar el título y regresar a Inglaterra para cumplir con sus obligaciones. «Al igual que su hijo», pensó Ashe mientras se acercaba al lado de su padre. Pero no estaba dispuesto a que ese destino los derrotara.
Procuraría además descargar de los hombros de su familia parte de aquella carga, aunque ello supusiera convertirse en aquella especie que le era tan ajena: el perfecto aristócrata inglés. —Desembarcaré con Perrott y me aseguraré de que Tompkins venga a recogernos. —Gracias. No quiero que tu madre y tu hermana se queden esperando en los muelles —indicó el marqués—. Haznos una seña cuando llegue con el carruaje. —Así lo haré.
Ashe se marchó en busca de un marinero y un bote de remos. «Un nuevo país y un nuevo destino», se dijo. «Un nuevo mundo y una nueva lucha». Al fin y al cabo, los mundos nuevos estaban ahí para ser conquistados. Ya los recuerdos del calor, del color y de la animada vida del palacio del Kalatwah estaban empezando a convertirse en un sueño, escapándose entre sus dedos cuando nada le habría gustado más que retenerlos, Todos, incluso los del dolor y de la culpa. «Reshmi», pensó mientras procuraba ahuyentar el recuerdo con un esfuerzo casi físico.
Porque nada, ni siquiera el amor, podía devolver la vida a los muertos. «Por fuerza tiene que existir algún hombre consciente, sensato y responsable en la Creación», pensó Phillyda mientras se detenía ante la entrada del angosto callejón y contemplaba el bullicio de los muelles de Customs House. «Desafortunadamente, mi hermano no es uno de ellos». Lo cual no debería sorprenderla, porque su difunto padre no había sido ni consciente, ni serio ni responsable, y pocos habían sido los pensamientos que habían bullido en su cabeza aparte del juego, las mujerzuelas y el derroche de su fortuna. Hacía ya veinticuatro horas que Gregory se había marchado de casa con el dinero del alquiler y, según sus amigos, había descubierto un nuevo garito de juego en algún lugar entre la torre de Londres y el puente del mismo nombre. De repente sintió que algo tiraba de los cordones de sus botines.
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