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Victoria Vílchez - Siempre será invierno (Parte 1) (Una estación contigo nº 3) (Spanish Edition)

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Victoria Vílchez Siempre será invierno (Parte 1) (Una estación contigo nº 3) (Spanish Edition)

Siempre será invierno (Parte 1) (Una estación contigo nº 3) (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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EDICIONES KIWI, 2018
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Editado por Ediciones Kiwi S.L.

Primera edición diciembre 2018 2018 Victoria Vílchez de la cubierta Borja - photo 1

Primera edición, diciembre 2018

© 2018 Victoria Vílchez
© de la cubierta: Borja Puig
© de la fotografía de cubierta: shutterstock
© Ediciones Kiwi S.L.

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Nota del Editor

Tienes en tus manos una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos recogidos son producto de la imaginación del autor y ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, negocios, eventos o locales es mera coincidencia.

Índice

A todos los que os gusta el invierno, y también a los que no; sin él, nunca apreciaríamos la belleza de la primavera.

Parte 1

PRÓLOGO

—¡¿Que vas a hacer qué?! —exclamó Maya, atónita.

Olivia rió bajito para no atraer la atención de Sean, que se encontraba en la cocina hablando por teléfono con su hermano.

—Baja la voz —le advirtió—. Ya me has oído, no pienso repetirlo.

Apenas habían pasado dos semanas desde que regresara de Ohio. Al final habían conseguido pasar la Nochebuena de una forma más o menos aceptable, dadas las circunstancias. Habían convencido a Cam para que viajara a California junto con su madre, y Aria y Max se habían unido a ellos junto con los señores Evans, decididos a arropar a la familia en aquel trance tan duro. La cena tuvo lugar en la casa del padre de Olivia. Harry llevaba años sin ser el anfitrión de una velada con tantos asistentes, mucho menos durante la Navidad, y ver su salón repleto de gente hizo que se sintiera emocionado. La reunión les hizo bien a todos, incluso a Olivia, que se alegró de ver a su padre metido en la cocina, tarareando villancicos y charlando animadamente con sus invitados.

El otoño había llegado a su fin y el invierno había dado comienzo de una forma más triste de la que Olivia hubiera deseado. Tan solo una estación con Sean pero su vida había cambiado por completo, o tal vez no fuera su vida, sino la forma en que la afrontaba ahora.

—Oh, Dios, es tan romántico… —señaló Maya.

Olivia se tragó una carcajada.

—¿Sabes? Esperaba algo del tipo «sois demasiado jóvenes» o «hace tan poco que os conocéis».

Acababa de compartir con su amiga que iba a pedirle a Sean que se casara con ella el día de fin de año, justo después de las campanadas, y la verdad era que dicho así sonaba a cuento de hadas. Sin embargo, Olivia no lo hacía con la idea de ponerse un anillo en el dedo el año que daría comienzo en breve o el siguiente después de ese. No quería una fecha, ni tan siquiera soñaba con una boda. Pero aquella era su forma de decirle a Sean que estaría allí siempre para él, de hacerle comprender que ya no era la chica que huía y que no se dejaba querer, ni se permitía amar a nadie. No temía comprometerse con Sean Donaldson, y quería que él lo supiera.

—Me extraña más que seas tú quién se lo pida a él —terció Maya—. Salta a la vista que está loco por ti.

Olivia se encogió de hombros.

Ese detalle era otro que había tenido muy en cuenta. Saltarse el protocolo era parte del encanto de todo aquello. No sabía si en algún momento de su relación Sean tomaría la iniciativa de pedirle matrimonio, pero no quería simplemente aceptar una propuesta; Olivia deseaba ser la que, una vez que comenzara un nuevo año y después de besarlo, perderse en su calidez, su aroma y su sabor, le propusiera pasar el resto de la vida juntos. Uno al lado del otro lidiarían con todo lo que viniera, sin importar lo duro que fuera, y también disfrutarían cada momento feliz.

—Creo que ambos estamos locos —susurró, y ambas desviaron la vista hacia la puerta de la cocina.

Sean se había asomado por ella y las observaba apoyado en el marco. Su expresión inquieta delataba que, fuera lo que fuera de lo que hablaba con Cam, no le gustaba en absoluto. El gemelo había sido fiel a su decisión y, tras pasar unos días con ellos, había regresado junto con su madre a Ohio para tomar las riendas de la empresa de su difunto padre. Su graduación se había pospuesto de forma indefinida, aunque Sean mantenía que debía finalizar sus estudios antes de enfrentarse al reto de llevar una empresa él solo. No porque no creyera que su hermano no estaba capacitado para ello, más bien le preocupaba la manera en la que estaba asimilando la muerte de su padre. Como siempre, su carácter responsable hacía que quisiera cargar con un peso que no le correspondía, y también Olivia creía que disfrutar en lo posible de sus últimos meses en la universidad le hubiera venido bien.

Los gemelos no habían estado separados demasiado tiempo en ninguna época de sus vidas y ahora volaban en solitario, algo que no debería ser malo si no fuera por el motivo de su separación, justo cuando más falta les hacía el apoyo del otro.

—Dile que lo necesitamos —vocalizó Olivia, incluyéndose a sí misma.

Sean esbozó una mueca, ya no por la petición de Olivia sino por lo mucho que le preocupaba el tono de voz de su hermano. Apretó el teléfono contra su oreja y regresó a la cocina.

—Olivia te manda recuerdos —le dijo—. También ella te echa de menos.

Cam suspiró al otro lado de la línea.

—Es temporal —replicó, compungido. Ambos sabían que no era así, pero no iba a ser él el que lo dijera en voz alta—. Tengo que colgar. Ya hablaremos, ¿vale?

Tras despedirse de Sean, Cam lanzó el móvil sobre la cama y se acercó a la ventana. En la calle, el suelo se hallaba cubierto de nieve, pero no había tenido ánimo para salir al exterior y despejar el jardín. Estaban siendo unas navidades blancas, aunque él parecía rodeado de oscuridad, frío y duro como el más largo de los inviernos.

Oteó el final de la calle, en dirección a la casa que hacía esquina en la acera de enfrente, y su mente le llevó de vuelta al día del funeral de su padre. Como siempre que pensaba en él, le costó respirar y tuvo que luchar para contener la humedad que se acumulaba en sus ojos. Apartó el pensamiento, enviándolo a un rincón de su interior donde no resultara tan doloroso, y su mente tropezó con otro rostro, uno femenino, y más recuerdos se precipitaron frente a sus ojos.

Siempre hay un amor que nos marca, no tiene que ser el primero o el más largo, pero sí suele ser el más intenso. A veces, con el paso del tiempo, ni siquiera recuerdas con exactitud los rasgos de su cara o el tono de su voz, la manera en que reía… pero no eres capaz de olvidar lo que te hacía sentir, cómo tu cuerpo se estremecía, el latido acelerado de tu corazón o lo agitada que se volvía tu respiración cuando vuestras pieles se rozaban. Años después, si el destino decide unir vuestros caminos de nuevo, al verla todo vuelve a estar ahí.

De repente, es como si te hubieran lanzado a través de un túnel del tiempo. La miras y vuelves a sentir una parte de ti que había desaparecido, porque no ha sido hasta ese mismo instante cuando te das cuenta de que un trozo de ti mismo se había ido con ella. Ese palpitar inusualmente rápido, esa extraña emoción arremolinándose en la boca del estómago, ese estremecimiento apenas perceptible, junto con otros tantos sentimientos, era lo que Cam Donaldson había experimentado al descubrir, entre los asistentes al funeral, a aquella chica a la que hacía años que no veía.

Para alguien como él, que se había prohibido sentir cualquier cosa en las últimas semanas a riesgo de romperse de dolor, aquella cascada de emociones lo pilló totalmente desprevenido. La pérdida de su padre se unía a una nueva pérdida, porque de pronto se preguntaba cómo había podido olvidarse de ella todos esos años. ¿Dónde habría estado mientras? ¿Qué habría hecho? Y lo que era más importante, ¿por qué se había marchado sin decir adiós?

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