• Quejarse

Santiago Abascal - No me rindo

Aquí puedes leer online Santiago Abascal - No me rindo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Santiago Abascal No me rindo

No me rindo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "No me rindo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Santiago Abascal: otros libros del autor


¿Quién escribió No me rindo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

No me rindo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" No me rindo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Han matado a mi amigo han matado a mi amigo Así lloró con toda la pena de - photo 1

«Han matado a mi amigo, han matado a mi amigo». Así lloró, con toda la pena de sus nueve años, Santiago Abascal cuando supo por televisión que ETA había asesinado a Estanis, el cartero de su pueblo. Era el 26 de junio de 1985 y ese día tuvo por primera vez el sentimiento de pertenencia a una comunidad: la de las víctimas del terrorismo; sentimiento que le avivarían en casa —donde nunca le ocultaron la verdad, el mejor antídoto contra el miedo— al mostrarle las cartas de extorsión que la banda había enviado a su abuelo. Se trataba solo del comienzo, de una campaña que años después eclosionaría en amenazas, ataques al negocio familiar e intentos de asesinato. Pero los terroristas no lograron que los Abascal perdiesen su alegría de vivir, o se sintieran extranjeros en su patria o arriasen la bandera. Resistieron, como tantos en el País Vasco, no porque fueran héroes o locos, sino porque era su deber.

Sin embargo, este libro no es solo la crónica de una persecución; es, sobre todo, la historia de Santiago Abascal, un español que no se rinde, uno de los hombres de su generación con pasado trepidante y mayor proyección de futuro, un político que quiere seguir fiel a sus ideas —de ahí que haya puesto fin a su militancia en el Partido Popular con una carta abierta a Mariano Rajoy y que hoy sea secretario general de Vox— y que juega los partidos de la vida sin calcular riesgos, siempre en primera línea.

Pero que sea él el protagonista de estas páginas no significa que esté solo; por ellas desfilan muchos personajes interesantes –Jaime Mayor Oreja, José Antonio Ortega Lara, María San Gil…—, que unen su trayectoria en una aventura política apasionante por la defensa de la unidad de España.

Santiago Abascal No me rindo Sin miedo contra ETA y frente a la cobardía - photo 2

Santiago Abascal

No me rindo

Sin miedo contra ETA y frente a la cobardía política

Con Gonzalo Altozano

ePub r1.1

Titivillus 16.08.18

Título original: No me rindo

Santiago Abascal, 2014

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Al abuelo Manolo que no llegó a ver este libro que tantas veces me pidió que - photo 3

Al abuelo Manolo, que no llegó a ver este libro

que tantas veces me pidió que escribiera.

A la abueliña, que sí lo va a leer.

A mis padres, Santiago e Isabel,

que me han enseñado a resistir.

A mis hijos, Jaime, Adriana y Jimena,

esperando que ellos sí puedan vencer.

A Lidia, que me resiste y vence.

SANTIAGO ABASCAL

A Mr. Everest, in memóriam.

A Julio Ariza, a quien tanto bueno debo.

A mi ahijado Pablo, que quería salir en este libro.

Y a Sara Gil-Delgado, por supuesto.

GONZALO ALTOZANO

I

AYER LLOVÍA MÁS

H enri Parot no fue un jurista que tras largas horas de estudio alumbró una doctrina a la que daría nombre; sirva la aclaración como aviso a estudiantes de Derecho en última convocatoria de la carrera. Henri Parot fue —y es— lo que los americanos llaman un serial killer, un asesino en serie. En su primer interrogatorio judicial, nada más ser detenido en 1990, reconoció treinta y tres muertos en su haber. Su imparable carrera criminal, como la definió una de la veintena de sentencias que le cayeron, había comenzado años atrás, en 1978, en una casa cercana a la vieja estación de Biarritz, donde los jefes de ETA citaron a un grupo de jóvenes franceses, entre ellos Parot.

No debió de ser el joven Parot un alumno aplicado en el instituto, no por encontrarse entonces sin empleo, sino por su empeño en comparar Argelia, donde había nacido, con el País Vasco, al que consideraba otro territorio ocupado, y no solo por Francia, también por España. La persistencia en el error le llevaría a frecuentar los círculos nacionalistas del sur de Francia, en los que destacó por su campaña a favor del eusquera en las escuelas y la no obligatoriedad de la asignatura de Religión. Los informes que de Parot y el resto de jóvenes llegaron a los dirigentes de ETA debieron de ser positivos, pues de lo contrario no les hubieran citado para proponerles lo que les propusieron: la puesta en marcha de un comando itinerante.

Era José Miguel Beñarán, alias Argala, uno de los capos de la banda presente en la reunión, todo un mito para Parot y sus amigos, pues había sido el etarra que planeó el asesinato de Luis Carrero Blanco; el mito Argala volaría en su coche por los aires cinco años y un día después de hacerlo el almirante, en un atentado reivindicado por el Batallón Vasco Español. Fue en homenaje a Argala que los de Parot bautizaron al comando que durante años traería de cabeza a las fuerzas de seguridad del Estado. Cada vez que se desarticulaba una estructura de ETA, sus miembros confesaban todos los atentados realizados en su zona de acción, salvo algunos, de los que decían haberse enterado por televisión. No tenía sentido que los etarras reconocieran —y con qué orgullo— unos crímenes y negaran otros cuya autoría les haría ganar puntos ante la dirección de la banda, tal era su magnitud.

La clave del enigma estaba en la existencia de un comando formado por individuos que para no levantar sospechas se movían por España con pasaporte francés y que tan pronto cometían sus crímenes huían a Francia; un comando del que nada sabían los agentes, pero tampoco los etarras, solo los jefes: el comando Argala. Parot y sus hombres eran los niños mimados de la banda, los mejor adiestrados en el uso de explosivos y armas, cuyos últimos modelos eran los primeros en probar. Eran también los que más cobraban: cinco mil francos mensuales frente a los mil del resto de liberados, algunos de los cuales mostraron su malestar cuando tuvieron noticia de las cantidades, tras la caída de Parot durante un control rutinario de la Guardia Civil en Santiponce, Sevilla. Corría 1990.

Y, sin embargo, para el grueso de los etarras, sobre todo los cachorros, Parot sería lo que para él había sido Argala: un icono. De él se contaba como hazaña que el retardo de seguridad de los coches bomba que aparcaba a las puertas mismas de los cuarteles era de solo un minuto, tiempo justo para bajarse y huir a la carrera sin que le alcanzara la explosión; tanta era la temeridad del tipo, que juzgaba como miedos las vacilaciones de los suyos. Otra cosa que admiraban de Parot era la eficacia de su técnica asesina, como cuando colocaba los vehículos con las dos ruedas sobre el bordillo de la acera para que la inclinación dirigiera mejor la onda expansiva y la hiciese más letal. Pero ante lo que se quitaban la boina era que de las víctimas uniformadas de Parot casi todas gastaban entorchados en la bocamanga.

Callaban, eso sí, que la mayoría de los militares a los que Parot había asesinado estaban ya en la reserva. A aquellos viejos soldados, curtidos en mil batallas, y no en sentido figurado, no les habían enseñado en la academia a defenderse de un enemigo que les atacaba por la espalda cuando salían de misa con su mujer del brazo. No sé si fue en alguno de los crímenes de Parot en el que se inspiró Martinmorales para dibujar ese chiste en el que aparecían un militar encorvado, más por el peso de la edad que de las medallas, y detrás un tiarrón con pasamontañas que le apuntaba a la nuca con una pistola. Cuando todavía era adolescente, recorté la viñeta, la amplié a tamaño póster y, acompañado de un primo mío, en la que fue una de mis primeras acciones políticas, lo pegamos a la entrada de la herriko taberna de nuestro pueblo, Amurrio, con el siguiente texto: «Valiente miembro de Herri Batasuna».

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «No me rindo»

Mira libros similares a No me rindo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «No me rindo»

Discusión, reseñas del libro No me rindo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.