Es de bien nacidos...
…Sí, ya lo sé, ser agradecidos. Pero la verdad es que, antes de dar las gracias con los ojos llorosos y el corazón encogido, yo he venido aquí a señalar culpables. Y, en particular, a tres culpables cuyas artes traicioneras han hecho que me encuentre hoy poniéndole el broche final a este libro que nunca pensé escribir. Empezando por Amaya Ascunce, que me obligó a escribir sobre lo único de lo que no quería escribir: finanzas personales. Siguiendo por Hiedra —por su nombre la conoceréis—, que lleva manejando los hilos de mi vida en la sombra desde aquel fatídico «a ti lo que te pasa es que te gusta el guitarrista», y acabando, cómo no, por Marián, mundialmente conocida como Boticaria García, que se encargó de abrir las puertas que solo su varita todopoderosa podía abrir para que no me echase atrás. A las tres solo tengo una cosa que deciros: ya haremos cuentas, ya.
Dicho esto, hay gente que sí me ha ayudado, y mucho, a escribir este libro. Como todo el equipo de Planeta, liderado por Ángeles Aguilera y, sobre todo, Laura Gamundí, que me ha empujado suavecito todo el camino. Gracias también a todos a los que les he infligido este manuscrito en algún momento, a Óscar Arce, Javier Párrizas, Luis Carlos Pérez y Elena Montalvo por sus correcciones y su buen tino, y, muy especialmente, a Patricia Pesquera por… por todo.
Qué decir de mis padres, que han estado siempre orgullosos de mí, hasta cuando no les he dado razones; mis hijas, que tienen que convivir con esta madre desmadejada a diario, y mi marido, que aguanta mis desvaríos con un gracejo inusitado. No hace falta que os lo diga, pero gracias, yo también os quiero.
Y ya, por último, gracias a todos los que me leéis en el formato que sea. Si no, para qué.
Dime en qué gastas
y te diré quién eres
En esto de la economía y de las finanzas, como en casi todo en esta vida perra, conviene empezar por el principio. Y lo primero, en este caso, es saber en qué nos gastamos el dinero. No hay más vuelta de hoja. Parece fácil —y lo es—, pero, sorprendentemente, muy poca gente aprobaría primero de finanzas personales: tener un presupuesto.
En contra de lo que podamos pensar, el objetivo de un presupuesto no es pedirle cuentas al pasado, ni flagelarse por aquel mes en que te dio ansiedad y te forraste a Fritos Barbacoa —decidme que siguen existiendo, por piedad—. No, el objetivo de un presupuesto es entender cómo y adónde se nos va el dinero, y ayudarnos a prever el futuro para tomar decisiones más informadas.
Además, esto de las finanzas no es talla única. Lo importante es que los gastos se adapten a los gustos, la personalidad y el estilo de vida de cada uno. Mientras nos permita vivir como queremos, da igual si decidimos gastarnos los cuartos en caniches de pelo rizado o ahorrar hasta el último céntimo para que nuestros tataranietos puedan vivir del cuento.
CÓMO HACER UN PRESUPUESTO Y NO MORIR EN EL INTENTO
Esto de llevar las cuentas depende mucho del talante de cada uno. Si por el padre de mis criaturas fuera, nos pasaríamos toda la vida esperando a que se multipliquen los peces para ajustarse a la vidorra que nos gustaría pegarnos. Yo, que soy de corte más cenizo y tengo alma de contable, me dedico a apuntarlo todo, con pelos y señales, y a prever todo tipo de catástrofes que, por suerte, no suelen llegar a pasar.
En cualquier caso, el quid de un presupuesto no es acabar con una lista pormenorizada de «pipas: 30 céntimos» y «esmalte de uñas: 2,36 euros» (me vais a perdonar, pero no tengo ni pajolera idea de lo que cuesta el esmalte de uñas). Lo importante, en contra de lo que pueda parecer, es clasificar bien los gastos, porque para poder analizar y sacar conclusiones útiles, primero hay que ordenarlos con un poco de criterio —lo que viene siendo la base del trabajo de todos los analistas financieros del planeta.
Pero, tranquilos, para hacer un presupuesto decente no hace falta ser Einstein ni trabajar en Goldman Sachs. Da igual si somos de papel y lápiz o de app para el móvil, para hacer un presupuesto digno basta con seguir estos pasos:
EL PLAZO NATURAL DE UN PRESUPUESTO ES ANUAL…
Pero eso no es excusa para no ponerse porque estamos en mayo. Con que cubra los doce meses siguientes, vale. Cualquier momento es bueno para empezar.
… PERO LA UNIDAD DEL PRESUPUESTO ES EL MES
Que uno es un poco agonías y prefiere actualizar semanal, incluso diariamente, allá cada cual con sus taras. Pero, si vamos holgados, con cuadrarlo una vez al mes es suficiente. Así, entre nosotros, en épocas apretadas, he llegado a actualizarlo a la hora, pero cuando las vacas andan más orondas, suelo hacerlo una vez a la semana: los viernes. Básicamente, porque a mí que me cuadren las cuentas me da subidón y, además, hacerlo una vez a la semana me lleva cinco minutos y no la hora que me llevaría si lo hiciera una vez al mes.
CLASIFICA CON CRITERIO
Lo primero que hay que hacer es decidir qué categorías vamos a utilizar. A mucha gente le gusta organizar por la naturaleza de los gastos: seguros, suministros, impuestos…, y así hasta el infinito. Yo prefiero poner juntas las cosas que van juntas. Es decir, pongo en «Casa» (o «Vivienda», si os gusta ser más formales) el alquiler, el IBI, el seguro del hogar, la electricidad y todos los gastos que van asociados a esa casa, porque, muchas veces, para cambiar uno hay que cambiar los otros, y porque, organizados así, nos dan una idea de lo que nos cuesta nuestro estilo de vida. Como vivimos de alquiler, nuestra lista no es muy larga:
- Alquiler. Si, en lugar de alquilada, la casa fuera comprada, pondríamos aquí la cuota de la hipoteca y tendríamos que añadir los gastos de comunidad y las tasas e impuestos que paga nuestro casero.
- Calefacción, o lo que en Alemania viene siendo un ojo de la cara.
- Electricidad.
- Alarma, por si hay algún ladrón de guante blanco leyendo este libro.
- Seguro.
- Equipamiento. En esta categoría incluyo todo, desde muebles hasta la batidora cuando toca reponerla.
- Mantenimiento y reparaciones. Muchos de estos gastos también los cubre el casero, pero siempre hay un baño atascado o un enchufe por arreglar. Si vuestra casa es en propiedad, en esta categoría hay que prever más gastos.
Si tuviera dos casas, pondría «Casa 1» y «Casa 2», y debajo de cada una los gastos correspondientes. ¿Por qué? Porque si me vienen mal dadas y tengo que pensar qué gastos puedo cortar, podré evaluar mejor cómo y de dónde, o incluso, llegado el caso, decidir cambiar de casa. Esto, además, es útil para detectar duplicados. Os sorprendería saber la cantidad de gente que tiene más de un seguro del hogar sin saberlo.
LA REGLA DE ORO
Lo importante es que cada uno se sienta cómodo con las categorías que elija para que se ajusten a su estilo de vida.
Pero, para que no digáis, aquí os dejo las que yo utilizo:
- Trabajo. Lo llamo «Trabajo» porque no me gusta andarme con chiquitas, pero si sois más finos y preferís llamarlo «Ingresos» tampoco me opongo. Lo importante es darse cuenta de que en esta categoría entran tanto los ingresos como los gastos relacionados con nuestro trabajo. Si trabajamos por cuenta ajena, es posible que no sean muchos, pero para los autónomos y pequeños empresarios, la cosa puede complicarse bastante.
- Casa. Lo mismo, «Vivienda» para los que os guste peinaros con raya. Como hemos visto, incluye todos los gastos (o ingresos si, por ejemplo, alquilamos una habitación) relacionados con esa casa.
- Comunicaciones y tecnología. Años ha, lo del wifi y la televisión por cable lo ponía como una subcategoría de «Casa», pero el móvil y sus aledaños se han vuelto una parte tan importante de nuestra vida que se han ganado a pulso una categoría para ellos solos. Ojo, si eres autónomo y se trata del ordenador que utilizas para el trabajo, lo pondría, valga la redundancia, en «Trabajo» y no aquí. Particularidades aparte, la cosa quedaría más o menos como sigue: