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Giancarlo De Cataldo - Roma criminal

Aquí puedes leer online Giancarlo De Cataldo - Roma criminal texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: Roca Editorial de Libros, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Giancarlo De Cataldo Roma criminal

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Roma criminal

Giancarlo De Cataldo

Traducción de Pilar González

Título original Io sono il Libanese Giancarlo De Cataldo 2012 Primera - photo 1

Título original: Io sono il Libanese

© Giancarlo De Cataldo, 2012

Primera edición en este formato: febrero de 2014

© de la traducción: Pilar González
© de esta edición: Roca Editorial de Libros, S. L.
Av. Marquès de l’Argentera 17, pral.
08003 Barcelona
www.rocaebooks.com

ISBN: 978-84-9918-784-6

Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.

Índice
ROMA CRIMINAL

Giancarlo De Cataldo

Roma, a principios de los años setenta. Petro Proietti, el inolvidable Libanés protagonista de Una novela criminal, tiene veinticinco años y está en la cárcel. Todavía es un niño de la calle, pero ya empieza a pergeñar su gran plan: convertirse en el rey de la Roma oculta. Junto con él, nos reencontramos con el Dandi, el Búfalo y el Esqueleto. Y también con Giada, su amor, una chica de buena familia, con la que el Libanés tendrá una relación de continuos altibajos.

Mientras estaba en la cárcel, y después de intervenir en una pelea a favor del sobrino del jefe de la Camorra, se acerca a esta organización y empieza a aprender cómo funciona, su estructura y organización. Pero el Libanés no quiere formar parte de esa familia. Él no es siervo de nadie.

«La vida es todo o nada»: el Libanés lo sabe, porque la calle ha sido su escuela. Y gracias a la calle, también ha aprendido que un verdadero guerrero siempre se levanta, todas y cada una de las veces que cae.

ACERCA DEL AUTOR

Giancarlo De Cataldo (Taranto, Italia, 1956) es juez del Tribunal Penal de Roma, ciudad en la que vive desde 1973. Narrador, traductor, dramaturgo y guionista, es autor de numerosas obras entre las que destaca Una novela criminal, en la que revisitó el pasado reciente de Italia a través de la banda de la Magliana para ofrecernos una visión secreta e inquietante de la historia de su país. La obra fue galardonada en 2003 con el Premio Giorgio Scerbanenco de novela negra. Además, De Cataldo participó en la confección del guion de la adaptación al cine de Una novela criminal (dirigida por Michele Placido en 2005), que recibió, entre otros, el Premio Donatello 2006 al mejor guion. El autor también es guionista de la película televisiva Paolo Borsellino y su primera novela, Nero come il cuore se convirtió en una película interpretada por Giancarlo Giannini y dirigida por Mauricio Ponzi. El autor colabora igualmente en medios escritos italianos como La Gazzetta del Mezzogiorno, Il Messaggero, Il Nuovo, Paese sera o la revista Hot!

ACERCA DE LA OBRA

«Es evidente que la temática de la novela es el resultado del trabajo de un autor que cree en la ley y en la posibilidad de cambiar el mundo.»

LA REPUBBLICA

«El Libanés es un héroe pasoliniano, un chico de barrio que nunca correrá el riesgo de ser arrastrado por la corriente de la sociedad más común. […] La nota general de todo el universo de la Magliana (novela, película, serie de TV) es de sobresaliente cum laude. La nota para Roma criminal es un poco inferior, porque se hace muy corta.»

IL CORRIERE DELLA SERA

«Giancarlo De Cataldo recupera los ingredientes que le llevaron al éxito, y no nos cuesta creer que esta novela también gustará mucho.»

PANORAMA

I
Roma, octubre de 1976

E staba apoyado en el muro donde daba el sol de media mañana y fumaba con el aire indolente de quien se siente en la cárcel como en casa.

La pelea comenzó en el lado opuesto del patio. No se precipitó para curiosear. No se refugió en su celda para evitar problemas. No era asunto suyo.

Acudieron algunos guardias agitando las porras. Se propagó un sonido agudo de sirenas. Siguió donde estaba, indiferente a todo, inmerso en sueños que el tiempo, sarcástico, iba desgastando.

Pero el muchacho cubierto de sangre cayó a sus pies entre lamentos, y el armario humano que lo perseguía levantó el trozo de hojalata afilado y se preparó para asestarle el golpe de gracia.

Reconoció al chico. Comprendió que la suerte le estaba ofreciendo una gran ocasión, quizá la última, y con un movimiento fulminante detuvo a media altura el brazo del agresor.

El otro miró asombrado a aquel joven robusto, sombrío, no muy alto, con la cara enmarcada por una barba descuidada, los ojos fríos. Después trató de alcanzarlo con un rodillazo.

Intento fallido.

Él sabía arreglárselas bien, con las manos desnudas y con el cuchillo. Desde niño había aprendido de una maestra que no perdona: la calle. Ahí, donde te miran e inmediatamente saben si eres cordero o león. Si tu destino es crecer o morir.

Esquivó el golpe y devolvió un cabezazo. Entre un crujido de huesos rotos, el otro, gimiendo, se llevó las manos a la nariz y perdió el arma. Le encajó una patada en la entrepierna. El otro se desplomó. Le arrebató el trozo de hojalata y se le puso a horcajadas sobre el pecho. Le apoyó la punta contra la garganta.

Cuando el otro trató de quitárselo de encima, le pinchó levemente, lo justo para que comprendiera que iba en serio.

—Pero ¿tú quién eres?

—Soy el Libanés —contestó en voz baja, casi un susurro—. Recuerda ese nombre.

Después le cayeron encima los guardias; recibió un golpe, después otro y otro, hasta que perdió el conocimiento.

Se despertó en la enfermería.

Médicos solícitos se afanaban en torno a su cabecera. El jefe de los carceleros se excusó por haberlo confundido con el malo de la película. El director lo elogió por haber salvado una valiosa vida humana.

Sonrió a todos, les hizo comprender que necesitaba reposo y lo dejaron en paz.

El Libanés tenía veinticinco años, un nombre de batalla que todavía conocían pocos, demasiado pocos, y una obsesión.

Quería convertirse en el rey de Roma.

Le habían cogido por una historia de armas y se había puesto inmediatamente manos a la obra: de la cárcel podían surgir grandes cosas.

Los camorristas dictaban las normas, los romanos agachaban la cabeza. Los romanos dormían. Su cometido: despertarlos.

Había sondeado el terreno con un camello del Tufello, un enterrador de Borgo Pio, un joven atracador de la Borghesiana y un usurero de la plaza del Fico.

Nada que hacer.

Mientras hablaba de generalidades, le escuchaban, incluso parecían interesados. Sí, es verdad, Roma ya no es la de antes…, las cosas no van bien…, ya no somos los dueños de nuestra casa…, hay que hacer algo… Pero en cuanto se atrevía a proponer algo concreto, todo eran insultos y pestes. ¿Qué? ¿Un plan? ¿Organización? Pero si ya estamos organizados. Cada uno tiene su banda y basta y sobra, que en Roma, ya se sabe, dos somos demasiados, y tres, multitud. ¿Qué se te ha metido en la cabeza, Líbano? ¿Piensas a lo grande? ¿Quieres inventarte una banda? Eso es mucho arroz para tan poco pollo…, y para pensar a lo grande ya está el Terrible. Sí, claro, cómo no.

Los romanos no formaban grupo, no eran equipo, no eran nada de nada. Y él, que los quería unidos, decididos, invencibles, era solo un soñador.

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