«Cuando en Kalkhorst, aldea de Mecklemburgo-Schwerin, a la edad de diez años, entregué a mi padre, como regalo para la Navidad de 1832, un relato en un mal latín sobre los principales acontecimientos de la guerra de Troya, y las aventuras de Ulises y de Agamenón, estaba lejos de pensar que, treinta y seis años más tarde, ofrecería al público un libro sobre el mismo tema, luego de haber tenido la felicidad de ver con mis propios ojos el teatro de esta guerra y la patria de los héroes que Homero ha inmortalizado con sus nombres».
Heinrich Schliemann se presenta como un caso notable y singularísimo en la historia de la cultura occidental; de orígenes muy humildes, llegó a ser, sin embargo, una de las personas más ricas de la Europa del siglo XIX; de una niñez y juventud marcadas por la miseria y por la falta de una formación cultural ordenada y sistemática, su inteligencia privilegiada y su tesón —especialmente su tesón— lo convirtieron en un políglota que llegó a dominar numerosas lenguas; más aún, merced a sus descubrimientos en Troya, Micenas, Orcómeno y Tirinto, llegó a ser una de las personalidades más célebres de su tiempo.
Guiado por la atenta lectura de Homero y de Pausanias, Schliemann reflejó, en estos diarios, los asombrosos descubrimientos y peripecias que sirvieron, a la postre, para cimentar la arqueología como ciencia. Publicados simultáneamente en francés y alemán en 1868, han permanecido inéditos hasta hoy en castellano. Hugo Francisco Bauzá, editor y traductor de la presente obra, es profesor en la Universidad de Buenos Aires.
Y ahora la pujanza de Eneas será soberana de los troyanos,
igual que los hijos de sus hijos que en el futuro nazcan.
Ilíada XX, 307-308.
HEINRICH SCHLIEMANN (Neubukow, ducado de Mecklenburgo-Schwerin, 6 de enero de 1822 - Nápoles, Italia, 26 de diciembre de 1890). Arqueólogo alemán, descubridor de los restos de la antigua Troya. No tuvo estudios y pasó su infancia y juventud trabajando en los oficios más diversos. Pero, como agente de una casa de comercio, aprendió hasta ocho idiomas y acumuló una discreta fortuna.
Consiguió la ciudadanía estadounidense en 1850. Convencido desde niño de la veracidad histórica de los poemas de Homero, se retiró de los negocios con sólo 36 años para consagrarse a la búsqueda de las ruinas de Troya. Estudió arqueología en París y recorrió medio mundo para documentarse; y, por fin, en 1868, se trasladó a Grecia y Asia Menor para excavar.
Enfrentándose a las teorías establecidas sobre la ubicación de Troya, localizó la ciudad en Hissarlik (Imperio Otomano) y la desenterró en 1873-74 con la única ayuda de su esposa Sofía, una estudiante griega con la que se había casado a través de una agencia matrimonial; en realidad, excavaron tan profundamente que desenterraron una ciudad de la Edad del Bronce anterior a la Troya homérica.
Tras sostener un pleito con el gobierno turco en torno a la propiedad de las joyas que había descubierto, excavó las tumbas de los reyes micénicos en Micenas (Grecia) entre 1876 y 1878, en la isla de Ítaca en 1878, en Troya (1882-83 y 1888-90), ahora ya asistido por especialistas de prestigio.
En 1884-1885 desenterró los restos de un gran palacio en Tirinto, Grecia. Gracias a sus hallazgos, se piensa que el relato de Homero sobre la guerra de Troya se basa en hechos reales.
Durante esas excavaciones comenzaron a formarse los métodos de la arqueología de campo moderna; al mismo tiempo, los libros y artículos de Schliemann transmitieron al gran público la emoción que sentía por la arqueología, contribuyendo a popularizar esta rama del saber. Sus publicaciones pusieron de manifiesto la riqueza de las civilizaciones de la Grecia prehistórica, como la micénica o la de Hissarlik; incluso intuyó la existencia de la civilización minoica, todavía desconocida por aquel entonces.
En Nápoles se desplomó paralizado y sin habla en una plaza pública y, como no llevaba dinero ni documentación, el hospital lo rechazó como indigente. Heinrich Schliemann falleció el 26 de diciembre de 1890 en Nápoles.
Notas
[1] De todas esas expediciones arqueológicas Schliemann da cuenta en las obras que a continuación menciono: Ítaca, el Peloponeso, Troya (1869), Troya y sus ruinas (1878), Micenas (1878), Tirinto (1886) y en su Autobiografía (1892).
[2] «Introduzione» a H. Schliemann, Alla ricerca di Troia, Roma, Newton Compton Editori, 1977, p. 8.
[3] El descubrimiento del ala occidental del palacio de Cnossos, por obra de Minos Kalokairinos, en 1878, creó condiciones favorables para excavar en ese sitio, que fueron aprovechadas mediante una labor sistemática por Arthur Evans, acompañado por D. Mackenzie, conocido éste por sus excavaciones en Melos, y por el arquitecto Th. Fyfe de la British School of Archeology. Es también un acto de justicia recordar los nombres de los colaboradores de Evans: C. Doll, F. G. Newton y Piet de Jong, los artistas Gillieron (padre e hijo) y los arqueólogos G. Hogarth, A. Wace, E. J. Fordyke y J. Pendlebury, cuya memoria vive un poco a la sombra de la fama gigantesca de sir A. Evans.
[4] Así, por ejemplo, lo consigna George Grote en su conocida History of Greece de 1846.
[5] Magistrados espartanos.
[6] En lo sucesivo se omite referir a. C. pues resulta obvio.
[7] «Prólogo» a E. Ludwig, Schliemann. Historia de un buscador de oro, Santiago de Chile, Ed. Pax, s. f., p. 12.
[8] En «Prólogo» citado en nota 7, p. 14.
[9]Ad hoc remito especialmente al citado capítulo XVII donde el autor ofrece la diversidad de opiniones, a la vez que brinda la información bibliográfica con que se contaba en su época sobre el particular.
[10] Sobresalen de él dos importantes diademas en oro —de una de las cuales colgaban 74 cadenas cortas y 16 más largas, formada por 16 353 piezas distintas de oro consistentes en anillos diminutos, dobles anillos y hojas en forma de lancetas—, seis pulseras de oro, una botella también en oro y una vasija de plata de tamaño considerable, pendientes, sortijas, entre otros numerosos objetos de valor, así como armas broncíneas.
[11] Citado por Ph. Vandenberg, La Grecia perdida, trad. de M. A. Gregor, Buenos Aires, J. Vergara, 1985, p. 127.
[12] No existe ningún fundamento histórico como para referir esas tumbas a los legendarios monarcas de Micenas, aunque lleven sus nombres.
[13] La residencia, en estilo renacentista toscano, fue proyectada por el arquitecto vienés Ernst Ziller (1837-1923); las pinturas de las paredes y techos son obra del artista eslovaco Yuri Subic y los mosaicos de los pisos por artesanos italianos. E. Ziller, en 1865, se había iniciado como arqueólogo en la Triade, donde había tenido ocasión de frecuentar a Schliemann.