Heinrich Harrer - La Araña Blanca
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- Libro:La Araña Blanca
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1999
- Índice:4 / 5
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La Araña Blanca: resumen, descripción y anotación
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Montañero, escritor y deportista olímpico Heinrich Harrer fue miembro, junto con Anderl Heckmair, Fritz Kasparek y Ludwig Vörg, de la mítica cordada que completó en 1938 la codiciada primera ascensión a la pared norte del Eiger —conocida como la pared asesina—, en los Alpes berneses.
La Araña Blanca es una narración clásica de aquella gesta, contada con paralizante realismo y brío narrativo dignos del autor de Siete años en el Tíbet. Pero Harrer, además de alpinista que ofrece al público el relato de su propia escalada, asume también el papel de historiador, introduciéndonos con gran precisión técnica y ritmo trepidante, en la historia de los dramáticos intentos anteriores de escalar la temible pared. Éstos se desarrollaron en un ambiente de feroz competencia deportiva y desembocaron en una larga lista de víctimas. Entre ellas, tal vez el caso más trágico fuera el del joven Toni Kurz, quien agoniza durante largas horas colgado de una cuerda a pocos metros de un equipo de rescate, que no puede hacer nada por salvar su vida.
Finalmente se incorpora en esta edición una crónica de las más importantes actividades en la pared norte del Eiger, con aperturas de nuevas rutas, repeticiones invernales y actividades en solitario.
Heinrich Harrer
Dramática historia de ascensión a la Pared Norte del Eiger
ePUB r1.2
akilino22.09.13
Título original: Die weisse Spinne. Dasgrosse Buch vom Eiger
Heinrich Harrer, 1999
Traducción: Eduardo Verdugo-Raab
Diseño portada: Jost von Allmem
Editor digital: akilino
Segundo editor: JeSsE
ePub base r1.0
Cuando a una persona se le concede la suerte de alcanzar una avanzada edad, se hacen indefectiblemente más numerosos aquellos acontecimientos que solemos recordar también en forma de aniversario. La primera escalada completa de la cara norte del Eiger —hace ya más de sesenta años— es para mí una de esas ocasiones. Lo celebro agradecido de poder disfrutar, aún hoy, de mis queridas montañas en plena salud y de ser partícipe de lo que ocurre en torno a ellas. Los recuerdos son algo muy hermoso y también —así me parece, al menos— algo que nos proporciona calma y reconciliación.
En esta renovada edición de la Araña Blanca deseo recordar los éxitos alcanzados y las tragedias ocurridas en esta excepcional montaña, cuya suerte no ha dejado de acompañarme y preocuparme durante sesenta años. Deseo, pues, recordarlos y relatarlos nuevamente.
El cronista apenas si puede hoy seguir el ritmo del desarrollo en torno al Eiger. Su pared norte es y seguirá siendo «La Pared de las Paredes», «La Pared» por excelencia, y la fascinación que irradia sigue intacta. Hay paredes más altas y más difíciles en las montañas de la Tierra, pero ninguna de ellas se encuentra como en un escenario, como es el caso de la Pared Norte del Eiger. Cualquiera puede allí, como si de un anfiteatro se tratase, tomar asiento para contemplar confortablemente con los prismáticos ese espectáculo natural que son los aludes de nieve mientras toma café y saborea un pastel. Incluso se puede observar a simple vista a los alpinistas en su escalada. El tren-cremallera lleva a los turistas hasta el mismo centro de la Pared Norte, donde podrán, a través de los enormes ventanales de la estación «Eigerwand» (Pared del Eiger) admirar las lisas rocas de los oscuros desplomes y los abruptos campos de hielo golpeados por la caída de piedras. Por ahí tienen que pasar los escaladores de la Pared Norte del Eiger, algo realmente incomprensible para el profano. Debo reconocer, sin embargo, que ahora, a mi avanzada edad, yo mismo recuerdo con bastante asombro, que también yo, hace ya más de sesenta años, escalé esos parajes durante varios días.
El desarrollo de las últimas décadas también ha hecho su entrada en la comarca de las tres cimas —Eiger, Mönch y Jungfrau—, propiciando una valoración completamente nueva. Esto es válido, sobre todo, para el municipio de Grindelwald. En los antiguos carteles publicitarios clásicos, que la Dirección de Turismo hace imprimir de cuando en cuando, nunca se ve el Eiger. La montaña emblemática ha sido siempre el Wetterhorn. El Eiger —Ogro— impone respeto y era sencillamente tabú. También los guías de montaña aconsejaban a sus hijos no recomendar el Eiger a los turistas. Querer escalarlo significa estar dispuesto al riesgo y eso sería perjudicial para la imagen de su profesión. Así pues, el Eiger siempre estaba presente, pero nunca se hacía publicidad con él: ni estaba presente en carteles, ni en folletos. Y mucho menos su Pared Norte.
Esta actitud cambió paulatinamente, cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, algunos jóvenes guías de montaña de Grindelwald se pusieron en marcha hacia las montañas del mundo, y Edi Bohren y Fritz Imboden escalaron con éxito la Pared Norte en 1978. Finalmente fue Hansruedi Gertsch, guía de montaña diplomado de Grindelwald, quien superó sin problemas la Pared Norte en verano, en invierno, e incluso con un cliente. De esta manera quedó definitivamente rota la excomunión del Eiger. Desde 1990, los guías de montaña disponen de un chalet propio con mucho estilo en la Dorfstrasse, donde, bajo la dirección de Gertsch, se ofrece un variado programa. Su lema es: «Hacer una excursión o escalar la Pared Norte del Eiger no es lo importante. Lo que cuenta es lo que sentimos, lo que hacemos y lo que queremos».
Durante una estancia en Grindelwald en el invierno de 1998/1999 me dieron tanto ánimo, apoyo y ofrecimientos de ayuda que ahora se apilan nuevamente sobre mi escritorio documentos de los que deberé hacer una selección minuciosa, como ya ocurriera en 1957 cuando tuve que enfrentarme por primera vez a un montón de libros, revistas y recortes de periódico —unos dos mil en diferentes lenguas— que trataban sobre el tema Eiger. Había recibido numerosas cartas que eran, cada una de ellas, el documento concreto de una personalidad determinada. Mi amigo Kurt Maix, alpinista y excelente escritor de temas de montaña, fallecido entretanto desgraciadamente, me apoyaba en el trabajo. Pero aún hay muchos más a quienes debo estar agradecido. Se asemejan a aquellos porteadores y otros acompañantes de una expedición que montan los campamentos y realizan todo tipo de servicios para que el equipo de ascensión a la cumbre pueda realmente elevarse hasta la cima.
Con ocasión del sesenta aniversario de la primera ascensión tuve también la suerte de encontrarme con el más veterano de los guías de montaña, el más que centenario Samuel Brawand. Durante nuestra cena en el modesto Berggastbof éste puso de manifiesto en su acostumbrada forma viva de relatar que, mientras existiese la más mínima posibilidad de conseguirlo, todo guía de montaña invertiría toda su energía para salvar una vida humana. Pero no fueron los guías de montaña los que intentaron la primera escalada de la Pared Norte del Eiger. A su entender los peligros objetivos que presentaba esta parte eran demasiado importantes como para recomendar a alguien su ascensión.
Cuando un turista sale de excursión con un guía de montaña, éste carga con toda la responsabilidad sobre aquéllos que han depositado su confianza en él. En cuanto se entra en la zona de roca, hielo y nieve, sólo uno lleva el mando: el guía de montaña. Peter Bohren, apodado
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