Donald Kagan - La guerra del Peloponeso
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- Libro:La guerra del Peloponeso
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2013
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La guerra del Peloponeso: resumen, descripción y anotación
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En las postrimerías del siglo V a. C., y durante casi tres décadas, el Imperio ateniense se batió contra la Liga espartana en una terrible contienda que cambió el mundo helénico y su civilización para siempre. Sólo medio siglo antes de su estallido, los griegos unidos, capitaneados por Esparta y Atenas, habían rechazado el asalto del poderoso Imperio persa y preservado su propia independencia gracias a la expulsión de los ejércitos y navíos persas de Europa, y a la recuperación de las ciudades griegas de las costas de Asia Menor.
Esta sorprendente victoria inauguró una era de orgullo, crecimiento, prosperidad y confianza en toda Grecia. Los atenienses, en especial, disfrutaron de una gran prosperidad: incrementaron su población y establecieron un imperio que les condujo a la riqueza y la gloria. La joven democracia alcanzó la madurez y trajo consigo las oportunidades, la participación y el poder político incluso a los ciudadanos de las clases más bajas, mientras que su Constitución echaba raíces en otras ciudades-estado helénicas. Y fue una época de notables logros culturales, de una riqueza y originalidad probablemente sin parangón en la historia de la Humanidad. Poetas y dramaturgos como Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes elevaron la tragedia y la comedia a unos niveles jamás superados. Los arquitectos y escultores que crearon el Partenón y otras construcciones de la Acrópolis de Atenas, Olimpia y a lo largo y ancho de las costas del mundo helénico influyeron enormemente en el curso del arte occidental, y aún lo siguen haciendo en nuestro tiempo. Los filósofos naturalistas como Anaxágoras y Demócrito hicieron uso de los mecanismos inherentes a la razón humana para buscar la explicación del mundo físico; y pioneros de la moral y la filosofía política, tales como Protágoras o Sócrates, lograron lo mismo en el campo de los asuntos humanos. Hipócrates y su escuela consiguieron grandes avances en la ciencia médica, mientras que Herodoto inventó la historiográfica tal como la entendemos hoy.
La Guerra del Peloponeso no sólo puso fin a este extraordinario período, sino que fue reconocida como el punto crítico de inflexión incluso por aquellos que combatieron en ella. El gran historiador Tucídides cuenta cómo emprendió su relato desde el mismo principio: ante la convicción de que iba a ser importante y más digna de narrarse que las guerras precedentes, ya que ambos bandos entraban en ella con todos sus medios disponibles, y que todos los demás griegos se alinearon en las filas de uno u otro bando, algunos desde el principio y otros avanzada ya lo contienda. «Pues ésta resultó ser la mayor convulsión que afectó a los helenos, a los bárbaros y, bien se podría decir, a la mayor parte de la Humanidad » (I, 1, 2).
Desde la perspectiva de los griegos del siglo V a. C., la Guerra del Peloponeso fue percibida en buena manera como una guerra mundial, a causa de la enorme destrucción de vidas y propiedades que conllevó, pero también porque intensificó la formación de facciones, la lucha de clases, la división interna de los Estados griegos y la desestabilización de las relaciones entre los mismos, razones que ulteriormente debilitaron la capacidad de Grecia para resistir una conquista exterior. También fue causante de un retroceso en la implantación de la democracia. Mientras Atenas gozó de poder y éxito, su Constitución democrática tuvo un efecto magnético sobre el resto de Estados. Sin embargo, su derrota fue un factor decisivo en el desarrollo político de Grecia, y la situó en el camino de la oligarquía.
A su vez, la Guerra del Peloponeso fue un conflicto armado de una brutalidad sin precedentes, en el que incluso se violó el severo código que había presidido hasta entonces la forma griega de hacer la guerra, y en el que se quebró la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. La ira, la frustración y el deseo de venganza se acrecentaron conforme la lucha se fue eternizando, lo que resultó en una escalada de atrocidades, que incluyeron la mutilación y el asesinato de los enemigos capturados, arrojados a fosas donde morían de sed, hambre o congelación, o empujados al mar hasta que se ahogasen. Bandas de forajidos dieron muerte a niños inocentes; se destruyeron ciudades enteras; los hombres eran ejecutados, las mujeres y niños eran vendidos como esclavos. En la isla de Corcira, actual Corfú, la facción vencedora de la guerra civil, arrastrada por una lucha mayor, estuvo masacrando a sus conciudadanos durante una semana entera: «Los padres daban muerte a sus vástagos, los suplicantes eran arrojados del altar o se los mataba allí mismo» (III, 81, 5).
A medida que se extendía la violencia, las costumbres, las instituciones, las creencias y la moderación, cimientos básicos de toda vida civilizada, cayeron en la más abyecta decadencia.
El sentido de las palabras se alteró para amoldarse a la belicosidad reinante: «La audacia irreflexiva se llamó entonces valor de un aliado leal; la espera prudente, cobardía disimulada; la moderación, disfraz para la falta de hombría». La religión perdió su poder de contención y quedo relegada al «uso de bellos discursos, tan en boga, para servir a fines poco lícitos». La verdad y el honor desaparecieron, y «la sociedad quedó dividida. Ya nadie confiaba en sus conciudadanos» (III, 82, 4 y 8, y III, 83, 1). Así fue el conflicto que inspiró las observaciones mordaces de Tucídides sobre el carácter de la guerra, la cual «ejerce su violento magisterio y rebaja el carácter de la mayoría al nivel de las actuales circunstancias» (III, 82, 2).
A pesar de que la Guerra del Peloponeso concluyera hace más de dos mil cuatrocientos años, ha seguido fascinando a los lectores de generaciones posteriores. Los expertos se han servido de ella para iluminar la Primera Guerra Mundial, y con mayor frecuencia para ayudar a explicar sus causas. Sin embargo, su mayor influencia como herramienta analítica es posible que se diera durante la Guerra Fría que dominó la segunda mitad del siglo XX y que, asimismo, presenció un mundo dividido en dos grandes bloques con sus correspondientes poderosos líderes. Generales, diplomáticos, estadistas y académicos han comparado por igual las condiciones que condujeron a la guerra en Grecia con la rivalidad existente entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.
No obstante, la historia que realmente tuvo lugar hace casi dos milenios y medio, y su significado más profundo, no son tareas fáciles de comprender en última instancia. Sin duda alguna, la fuente más importante de conocimientos es el relato escrito por Tucídides, que fue partícipe contemporáneo. Su trabajo es justamente admirado como una obra maestra de la escritura histórica y alabado por la sabiduría que transmite sobre la naturaleza misma de la guerra, las relaciones internacionales y la psicología de masas. También ha sido considerado como un hito fundacional de la metodología histórica y de la filosofía política. Sin embargo, como crónica de una guerra y de todo lo que ésta puede llegar a enseñarnos, no es enteramente satisfactoria.
Su defecto más evidente es su carácter inconcluso, pues llega abruptamente a su fin siete años antes de la conclusión del conflicto. Para un análisis del último tramo del mismo, debemos confiar en escritores de menor talento y con un conocimiento directo de los acontecimientos nulo o limitado. Como mínimo, un tratamiento actual de alcance general se hace necesario para hacer comprensible el final del proceso bélico.
Si se pretende que el lector moderno comprenda sus complejidades sociales, políticas y militares en su totalidad, incluso el período tratado por Tucídides requiere una mayor clarificación. Los trabajos de otros escritores de la Antigüedad y las inscripciones coetáneas descubiertas y estudiadas durante los dos últimos siglos han venido a llenar ciertas lagunas, y en algunos casos han planteado nuevos interrogantes sobre la historia conforme la cuenta Tucídides. Finalmente, cualquier relato conveniente de la guerra requiere proyectar una mirada crítica sobre el propio autor, y sobre su capacidad intelectual, extraordinaria y original. A diferencia de otros historiadores clásicos, Tucídides colocó la objetividad y la exactitud en el lugar más alto. Y, sin embargo, también él mostró emociones y debilidades. En el griego original, su estilo tiende a ser apretado y difícil de entender, por lo que cualquier traducción es, a todas luces, una interpretación. Más aun, el hecho mismo de que participase en los hechos llegó a influir en sus juicios, de forma que éstos deben ser evaluados con prudencia. La acepción de sus interpretaciones sin espacio para la crítica sería tan limitada como creer al pie de la letra las historias de Winston Churchill y su conocimiento de las dos guerras mundiales, en las que desempeñó un papel tan decisivo.
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