Con este libro, pone al alcance de los dibujantes, de los arqueólogos y del público en general un valioso estudio técnico para la buena ilustración y publicación de las investigaciones arqueológicas en lo referente a las vasijas cerámicas. Dice Claude E Baudez: "Nadie hubiese podido escribir mejor este libro que Françoise Bagot. Pocos ilustradores poseen su talento y su experiencia. Durante muchos años ella ha trabajado para los arqueólogos más exigentes; ha intentado todas las técnicas y ha probado todas las artimañas del oficio "
Prefacio
Claude-François Baudez
Nunca se subrayará lo suficiente la deuda que tienen los arqueólogos con su material predilecto: la cerámica. Desde su aparición hace aproximadamente 5 000 años en Mesoamérica, hay vestigios de cerámica en todos los sitios. Se encuentran vasijas y fragmentos de ellas lo mismo en Teotihuacán que en el más pequeño pueblo, tanto en los entierros como en los depósitos de fundación, sobre el suelo de las chozas y en los basureros, así como en los rellenos de las pirámides. Aunque resiste menos que la piedra los daños por el paso del tiempo, la cerámica es infinitamente más abundante que ella y es por lo tanto susceptible de ser objeto de análisis estadísticos. Es siempre un material valioso, aun cuando, en ocasiones, una buena parte de los tepalcates recogidos, sobre todo los encontrados en la superficie, no puede ser clasificada.
El primer uso del material cerámico es de índole cronológica. En efecto, el estudio de sus cambios en el curso del tiempo permite establecer fases distintas en su evolución, a las cuales se les asocian periodos. Una vez construida esta secuencia, es posible datar edificios, depósitos, rellenos y viviendas por la presencia relativa de un cierto número de “tipos”, de “variedades” o de “modos” diagnósticos.
Así mismo, la cerámica es sensible a los cambios espaciales. De una región a otra, en la misma época, las formas y los motivos cambian; y sin embargo a menudo muchas regiones comparten suficientes signos distintivos como para construir una unidad grande. ¿A qué corresponde una determinada “esfera”? ¿A una unidad política o cultural o tan sólo a una zona de intercambios? En general, la cerámica arroja luz sobre encuentros comerciales y de otro tipo. Es ella la que nos permite descubrir la existencia de rutas de comercio, terrestres o marítimas, y a veces incluso de movimientos migratorios.
Pero no sólo la cerámica nos ayuda a situar los fenómenos culturales del pasado en su contexto cronológico y espacial. Las vasijas sirven para almacenar, cocer, presentar y contener todo tipo de sólidos y líquidos, desde los alimentos más sencillos hasta los más apreciados por los dioses. Es el accesorio más frecuente tanto de la vida cotidiana como de los rituales más elaborados. En ocasiones, la función de los utensilios queda indicada por su grado de ornamentación, más o menos refinada, más o menos compleja. La de las bellas vasijas mayas nos muestra escenas cortesanas o nos narra mitos y los textos que acompañan estas imágenes tendrían por misión informarnos sobre el propietario y el destino del recipiente.
Por lo tanto, es de suma importancia, para el arqueólogo, la correcta presentación de los análisis cerámicos: en ellos se funda buena parte de sus conclusiones.
Además, sus lectores y colegas tratarán de encontrar en la publicación elementos de comparación con su propio material. Las mejores descripciones de cerámica nunca reemplazarán a las imágenes, las que tienen, entre otras ventajas, la de dirigirse directamente a la comunidad científica internacional sin preocuparse por las barreras linguísticas. Sin minimizar la importancia de la fotografía en las publicaciones arqueológicas, el dibujo es insuperable para dar cuenta de un volumen, describir un perfil, ilustrar la profundidad de un trazo, reencontrar un motivo, suprimir una perspectiva molesta y mostrar lo invisible. Todo dibujo, como se ha dicho mil veces, es una interpretación en la medida en que se apoya en un conjunto de convenciones para comunicar un cierto saber al lector-espectador. Aún hace falta, para que se logre la comunicación, que el dibujante -o la dibujante- utilice un lenguaje gráfico coherente que el lector pueda interpretar correctamente. Así mismo, la práctica del dibujo de la cerámica (vasijas completas y tepalcates) debe regirse por un conjunto de reglas y convenciones que los artistas profesionales, los arqueólogos “que saben dibujar” y los que sólo saben observar, deberán seguir y comprender.
Nadie hubiese podido escribir este libro mejor que Françoise Bagot. Pocos ilustradores poseen su talento y su experiencia. Durante muchos años ha trabajado para los arqueólogos más exigentes; ha intentado todas las técnicas y ha probado todas las artimañas del oficio. El resultado es que ella sabe perfectamente lo que debe hacerse y lo que no. Nos comunica su rigor en lo que toca a los secretos de las formas y de los ornamentos, pero también nos enseña cómo puede ser agradable observar una página de bordes de vasijas si está bien compuesta. La ilustración de la obra es, como debe ser, abundante. La autora muestra la modestia que le conocen sus amigos al tomar de sus colegas varios de sus ejemplos, sin imponer su propio trabajo. También tiene la honestidad de proponer soluciones alternativas, brindando al lector-usuario diferentes elecciones.
En nombre de mis colegas arqueólogos, agradezco a Françoise Bagot el haber elaborado este libro que, pronto, nos será indispensable.
Agradecimientos
Escribí este libro como un homenaje a tantos asiduos dibujantes técnicos quienes, en el transcurso de los años, han ayudado a los arqueólogos en sus investigaciones, usando sus ojos, sus manos y su talento al servicio de la noble profesión de dibujante de objetos.
Aunque en este manual aparecen tan sólo los trabajos de ocho de ellos, número limitado por el hecho de que utilicé casi exclusivamente los dibujos reproducidos en las publicaciones de mi centro de investigaciones, pensando en ellos me dedico a relatar, con esmero y minucia, las tan variadas habilidades que se necesitan para ejercer este oficio. Me parecía importante realizar un manual fácil de consultar, que serviría lo mismo para los aprendices de dibujantes que para los arqueólogos deseosos de ilustrar ellos mismos sus estudios, manual que nunca habia yo encontrado en el transcurso de mis largos años de dedicación a esta profesión.