Sumario
Introducción
D esde tiempos inmemorables y en casi todas las culturas, la cerámica ha constituido un eslabón esencial en el patrón cultural de la sociedad. La palabra cerámica es de origen griego y se refiere al concepto de arcilla en todas sus formas. La mayoría de museos, y gracias a la calidad de los materiales, ofrecen la posibilidad de ver cómo a través del tiempo los artistas de todo el mundo se han expresado por medio de la arcilla. En el transcurso de los siglos no se han alterado los medios de fabricación, desde la prehistoria hasta nuestros días. Los chinos empezaron a trabajar el torno a comienzos del Neolítico, los egipcios descubrieron los barnices, los romanos introdujeron las vajillas de mesa y las decoraciones con sellos y cuños. Seguramente, ningún otro oficio tenga tanta tradición ni tampoco tantas posibilidades expresivas y capacidad de innovación.
Ser ceramista es tener el privilegio de disfrutar de emociones fuertes. Una vez se ha experimentado la sensación de estar delante del horno recién abierto, se entiende por qué los ceramistas se apasionan tanto y disfrutan de su trabajo, que no es sino la pasión constante por producir una pieza perfectamente acabada y dispuesta a hacer aflorar los sentimientos de quienes la contemplan.
Los límites entre lo que consideramos arte y lo que no se ampliaron mucho a lo largo del siglo xx. En la actualidad, las piezas de cerámica artística poseen una fuerza expresiva tan elevada que cruza incluso la frontera de otras manifestaciones artísticas y de otros medios. A medida que la definición de arte se amplía, la cerámica adquiere mayor reconocimiento y poder en el entorno artístico.
Dolors Ros i Frigola
capítulo
La materia prima
Las masas de arcilla cerámica son mezclas de diferentes arcillas y otras sustancias que les aportan plasticidad, porosidad y una temperatura de vitrificación aproximada. Las arcillas deben ser plásticas para permitir un fácil modelado, así como lo suficientemente porosas para garantizar un secado uniforme. Además, es preciso que contengan pequeñas cantidades de fundente para que sea posible determinar a qué temperatura tendrá lugar su fusión. En cuanto a las materias de posterior aplicación tenemos los engobes y barnices; los engobes dan vida a las piezas a través del color y los barnices las impermeabilizan, permitiéndoles contener líquidos.
Las arcillas
Las arcillas son para la cerámica el eje central de su existencia. Este mineral tiene la excelente propiedad de dejarse moldear cuando se mezcla con agua. Aunque las arcillas se encuentren en casi toda la superficie terrestre, sus propiedades varían significativamente dependiendo de la zona donde las hallamos. Algunas se pueden utilizar tal como se extraen, mientras que otras deben ser purificadas y mezcladas para hacerlas moldeables.
Origen de las arcillas
Las arcillas son un producto secundario de la corteza terrestre, es decir, son el resultado de la descomposición de viejas rocas a causa de los agentes atmosféricos. Por lo tanto, la cantera de extracción no se encuentra en el lugar donde se formaron, sino que al ser arrastradas sedimentaron en capas de diferente composición, color y pureza.
Con el fin de saber qué arcillas debemos utilizar en cada trabajo, hacemos a continuación un breve repaso de las diferentes clases y sus características más destacadas.
Almacén de arcilla al aire libre en estado de reposo, antes de ser mezcladas y manipuladas.
Detalle de terrones de arcilla recién extraídos de las canteras.
Arcillas después de ser amasadas mecánicamente, preparadas para envasarlas en plástico y luego distribuirlas a los talleres de producción.
Tipos de arcillas
Los compuestos que forman las arcillas son pequeños cristales, tan pequeños que muchos de ellos no pueden ser vistos ni con el microscopio más potente. Están compuestos por un mineral llamado caolinita, cuya composición aproximada es de 47 % de sílice (SiO2), 39 % de alúmina (Al2O3) y 14 % de agua (H2O).
Vamos a centrarnos en las características más destacadas de las arcillas que utilizamos con mayor frecuencia: arcillas rojas, arcillas blancas de loza o mayólica, arcillas de gres, de porcelana y refractarias.
Diferentes arcillas amasadas a mano preparadas para tornear.
Arcillas rojas comunes
En estado normal estas arcillas son de color pardo grisáceo a causa de un elevado contenido de óxido de hierro (Fe2O3), aproximadamente entre un 5 y un 8 %. Al cocerse, adquieren un color rojo o blanco rojizo según sea la temperatura de cocción o la atmósfera del horno. Son arcillas muy fusibles, con lo que no deben calentarse a una temperatura superior a los 1.050 o 1.100 °C. Su gran plasticidad las hace perfectas para trabajar en el torno o para el modelado de pequeñas obras de escultura.
Arcilla roja común.
Bandeja de arcilla roja decorada con sellos o cuños.
Arcillas blancas
Estas arcillas se extraen de pequeños yacimientos dispersos por todo el mundo, por lo que el ceramista se ve obligado a utilizarlas preparadas. Se caracterizan por su color grisáceo claro en estado húmedo, aunque el color final, después de la cocción, es marfil o blanquecino. Son arcillas relativamente porosas y muy plásticas, cuya proporción en óxido de hierro es prácticamente nula. Se utilizan con frecuencia para producir piezas a molde, así como vajillas, baldosas para paredes y material sanitario, aunque también son aptas para tornear. Su temperatura de cocción oscila entre los 1.050 y los 1.150 °C aproximadamente. Es recomendable, antes de aplicar un esmalte, darles una primera cocción a unos 900 o 1.000 °C (esta primera cocción de las piezas es conocida como bizcochado).
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