Fernando Fernán Gómez - Historias de la picaresca
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- Libro:Historias de la picaresca
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1989
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Historias de la picaresca: resumen, descripción y anotación
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Este libro está cimentado en las diferentes épocas históricas a través de la anécdota, la peripecia humana, las costumbres pícaras, cortesanas o populares, y la tradición literaria y dramática de todos los tiempos, desde los primeros líricos y trágicos griegos hasta la mismísima tertulia bohemia del café Gijón del Madrid de nuestros días. Toda esta anécdota pícara, chistosa, irónica, bienpensante o malpensante, pasa por distintas épocas reflejando a través de literatos y comediógrafos, o de reyes, nobles, cardenales, políticos y demás, cada una de las diferentes etapas históricas.
Desde la sátira política de Aristófanes hasta los creadores elocuentes, o hasta los cínicos y platónicos, se pasará por la Roma imperial, con sus costumbres licenciosas y las situaciones paradójicas de la expansión de Imperio, la oscura, austera y a la vez epicúrea Edad Media, los dramaturgos ingleses, las situaciones cortesanas de los grandes reinados europeos, la picaresca popular de los siglos XV a XVIII; sin olvidar a Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Chaucer, Moliere y otros muchos representantes destacados de la dramaturgia universal que servirán para trazar el retrato histórico de la humanidad desde la Antigüedad hasta los siglos XIX y XX con su picaresca bohemia no exenta del contradictorio dramatismo originado por las grandes convulsiones sociales de nuestros tiempos.
Fernando Fernán Gómez
ePub r1.0
Titivillus 22.08.17
Título original: Historias de la picaresca
Fernando Fernán Gómez, 1989
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
FERNANDO FERNÁN-GÓMEZ, nacido en 1921 durante un viaje teatral por tierras americanas y educado en el barrio madrileño y castizo de Chamberí, desde muy niño sintió la doble llamada de la interpretación y de las letras. Intérprete de los más diversos y dispares papeles en numerosas representaciones teatrales, con más de cien películas protagonizadas o dirigidas en su haber, desde aquella famosa y mítica Balarrasa hasta Maravillas, Los zancos, Stico o La mitad del cielo, pasando por El fenómeno o El anacoreta, la filmografía de este actor con vocación literaria es vastísima. Pero quizá su vertiente de escritor es tanto o más sólida que su vocación por la farándula.
Guiones de cine y de televisión en colaboración con Suárez Caso, Manuel Pilares, Enmanuela Beltrán, Azcona, Alfonso Ungría, Pedro Beltrán, Carlos Saura y Jaime de Armiñán; novelas como El vendedor de naranjas o El viaje a ninguna parte, obras de teatro como La coartada, Los domingos bacanal, Las bicicletas son para el verano (premio Lope de Vega, 1977), narraciones infantiles como Los ladrones y Retal, o sus más recientes obras como El actor y los demás, Impresiones y depresiones, El mal amor, finalista del Premio Planeta 1987, y El mar y el tiempo componen, junto a cientos de artículos, tanto en prensa diaria como especializada, un entramado literario sencillo pero coherente y exquisito.
[1] SPPM: Superparaíso posmagmático.
[2] GPM: Gran posmagma.
[3] SDP: Superdestrucción prevista.
[4] GVP: Gran voz de lo profundo.
[5] AHI: Archivo de la Historia ignorada.
[6] T: Todo.
LA MUJER EN SU PARAÍSO
EL BIEN Y EL MAL
«Eva era rubia». Así lo dijo el excelso poeta Rubén Darío, con el apoyo de varias autoridades, y no hay nada que oponer a tal afirmación. En este caso de nada nos valen los datos de la experiencia. Pero podríamos aportar un dato más: Eva era bajita. En primer lugar, por estar hecha de una costilla. En segundo, porque dado que la especie humana ha ido progresando, según puede comprobarse por el avance de los últimos años, si actualmente en la región comprendida entre el Tigris y el Éufrates la estatura media de la mujer es 1,55, hay que suponer que algo más baja sería hace miles de años, cuando Dios podía permitirse el lujo de darse paseos al atardecer. También era gordita; no gorda, como las amas de casa de hace cincuenta años, sino rellenita, puesto que disponía de los más sabrosos alimentos con sólo extender la mano y no tenía competencia: ninguna muchacha 10 se paseaba ante los ojos de Adán, preocupado sólo en poner nombres a las cosas: árbol, río, pierna, nube, entrañas, rosa, cabritillo, estrella, teta, león…
Días antes no zureaban las amorosas palomas ni volaban de flor en flor las mariposas efímeras, pues no había flores sobre las que volar ni las mariposas habían aparecido. No triscaban los cabritillos ni se escondían las huidizas lagartijas ni había ríos de los que pudieran salir los calmosos hipopótamos.
No reinaba el león en la selva ni la abeja reina en la colmena, ni las disciplinadas hormigas acaparaban grano. Ni cantaba la alondra ni trabajaba el hombre. Ni siquiera había nubes en el firmamento.
El día en el que Dios hizo la tierra y los cielos no existía aún ningún arbusto en la tierra y ninguna hierba del campo había brotado, pues Dios no había hecho llover sobre la tierra ni existía el hombre para labrar el campo, aunque brotaba de la tierra una corriente que regaba toda la superficie del suelo.
Entonces formó Dios al hombre del polvo del suelo —porque eso sí había— y le insufló en su nariz aliento vital, y puesto que en aquellos lejanos tiempos el polvo del suelo se llamaba adamá, el primer hombre se llamó Adam.
Luego Dios plantó un vergel en Edén, hacia el lado de Oriente, para instalar allí al hombre que había formado. Y Dios hizo brotar del suelo toda suerte de árboles gratos a la vista y sabrosos al paladar, y además, en medio del vergel, el árbol de la vida y el árbol del bien y del mal.
Brotaba de Edén un río que regaba el jardín, y desde allí se dividía y formaba cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro, un oro muy fino, y también se dan allí el bedelio y el ónice. El nombre del segundo río es Guijón, que es el que rodea todo el país de Kus. El nombre del tercer río es Tigris, el cual recorre el este de Assur, y el cuarto río es el Éufrates.
Y puso Dios al hombre en el vergel del Edén para que lo cultivara y guardara. Y le ordenó:
—De todo árbol del vergel puedes comer libremente, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día en que comas de él, morirás sin remedio.
Luego se dijo Dios:
—No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él.
Y Dios infundió un sueño letárgico sobre el hombre, quien se durmió; entonces le arrancó una de las costillas y cerró el hueco con carne, y luego con la costilla que había extraído del hombre fabricó Dios una mujer y la llevó al hombre.
Y estaban los dos desnudos pero no sentían vergüenza.
Mas viendo la mujer que el árbol de la ciencia del bien y del mal era deleite para los ojos, y sus frutos buenos para comerse y apetecibles para lograr la inteligencia, sin la cual no podría alcanzar el libre albedrío, tomó de su fruto y comió.
No bien había iniciado la digestión, cuando a sus ojos, a sus oídos, a su mente el bien y el mal aparecieron claros como el agua del Pisón, el Guijón, el Tigris y el Éufrates. De aquel momento en adelante, cuando hiciera el mal lo haría a sabiendas y a sabiendas haría el bien. Entendería también si aquel hombre que estaba en el Edén para acompañarla se portaba bien o mal con ella, y podría discernir cuándo Dios obraba el bien y cuándo obraba el mal.
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